viticultura

Un brindis que arranca en Segeda

Estos días se ha celebrado la II Semana de los Vinos DO Calatayud. El historiador Julián Millán ha hecho un recorrido desde sus orígenes, hace varios miles de años.

Julián Millán, en primer plano, minutos antes de la celebración de la conferencia
Julián Millán, en primer plano, minutos antes de la celebración de la conferencia
JMACIPE

En pleno siglo XXI, la comarca Comunidad de Calatayud puede presumir de producir y consumir los vinos de mayor calidad de toda su historia. Un cultivo que podría ser más antiguo de lo que se informa en fuentes escritas, como así lo demuestra la aparición de lagares en yacimientos celtibéricos como Segeda, ubicación emplazada entre Mara y Belmonte de Gracián, y que podría ser la cuna del vino en Aragón». Esta es la opinión del experto en la historia del vino de esta DO Julián Millán, quien en los últimos días ha participado en la celebración de los actos de la II Semana de los Vinos DO Calatayud, donde ha impartido la conferencia ‘Recorrido por la historia del vino de la DO Calatayud’.

Este arqueólogo e historiador, miembro del Centro de Estudios bilbilitanos desde 1987, se dedica a la formación y a la difusión del patrimonio de la comarca de Calatayud y entre sus intereses se encuentra todo lo relacionado con el campo de la enología. Entre los hallazgos más importantes relacionados con este sector destaca el descubrimiento de un lagar de 2.000 litros, en Segeda, abandonado en el año 153 a. C., que demuestra que los celtíberos elaboraban vino con anterioridad a los romanos.

"Cuando se habla de la historia del vino surgen muchas dudas en todo aquello que va más allá del Medievo. Esto en parte puede deberse al hecho de que en época romana se consideraba que el vino era un elemento civilizador y no querían reconocer que, con anterioridad a ellos, tribus bárbaras, como los celtíberos, ya cultivaban vides", apunta Millán.

En el caso de la comarca Comunidad de Calatayud, los vinos han jugado un papel destacado a lo largo de la historia. Es en este marco geográfico donde, al parecer, y según algunas fuentes, tuvo lugar el arranque del cultivo del vino tal y como se conoce en la actualidad. En concreto, fue en el Monasterio de Piedra, de la mano de la orden del Císter, donde, a partir de 1195, se recuperó la tradición romana de plantar vides, un oficio que prácticamente se había perdido en época musulmana, donde el consumo de vino no estaba bien visto.

Época de cambios

"Durante varios siglos, la producción se mantuvo y hay constancia de ello. Luego llegó una época más oscura, comprendida entre los siglos XVI y XVIII, en la que no hay mucha información sobre el mundo del vino en la zona de Calatayud. Más tarde, con la llegada de la Ilustración, se producen cambios muy importantes en la nueva concepción de la manufactura del vino, desde su producción a su distribución", indica Millán.

Un consumo que descendió a finales del siglo XIX, debido a la plaga de la filoxera, que acabó con todas las plantas en Francia y convirtió a las zonas de Cariñena y Calatayud en importantes abastecedores de los productores de vino del país vecino. Fue una época de apogeo de las vides aragonesas, pero esta situación duró muy poco ya que la plaga atacó también a los viñedos españoles. 

"Fue un periodo muy duro. Podemos hablar de la primera España vacía, ya que se produjo una gran diáspora de la gente de los pueblos a ciudades más grandes, como Calatayud, Zaragoza o Madrid. Las cifras no dejan lugar a la duda y, en 1900, en la provincia de Zaragoza había 950.000 hectáreas de viñedo que producían 1,3 millones de hectolitros, y en 1909, la cantidad descendió hasta las 12.275 hectáreas y los 129.331 hectolitros de vino", señala Millán. El experto recuerda que en esta época el consumo del vino rondaba los 45 litros por habitante, más del doble del consumo actual en España, y eso era debido en parte a que el vino era considerado un alimento que tomaban todos los miembros de la casa, desde los adultos a los niños.

Poco a poco, la producción y el consumo volvieron a recuperarse y, a mediados del siglo XX, la licorería comarcal constituyó un importante capítulo dentro de la economía local y regional. Estas alcoholeras, junto con las harineras, fueron la punta de lanza de la industrialización en Aragón. De esta manera, entre 1900 y 1950, estaban a pleno funcionamiento las fábricas de Calatayud (3), Aniñón (1), Belmonte (1), Ateca (2) Atea (1), Santa Cruz de Grío (1), Ateca (2) y Ariza (1).

"En la actualidad, y tras años de incertidumbre, los vinos de la DO Calatayud, gracias a las excelentes condiciones bioclimáticas de la zona y a sus cuidados procedimientos de elaboración, son de una calidad excelente. Con esto se ha conseguido dejar de elaborar pensando en el autoconsumo y hacerlo para la exportación. Ahora, se produce también con el objetivo puesto en los consumidores de otros rincones de España y del resto del mundo", concluye.

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