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El Maestrazgo renace 25 años después del fuego más devastador

Las 18.000 hectáreas quemadas en Teruel se han cubierto de pinos y maleza, pero la pesadilla vivida en julio de 1994 no se borra de la cabeza de los vecinos.

25 años después en las zonas quemadas de Bordón crecen pinos de más de cuatro metros de altura.
25 años después en las zonas quemadas de Bordón crecen pinos de más de cuatro metros de altura.
HA.

Las 18.000 hectáreas de bosque del Maestrazgo turolense que quedaron convertidas en ceniza tras el devastador incendio de julio de 1994 están hoy cubiertas de vegetación y, en muchos casos, pobladas de pinos que alcanzan varios metros de altura. El paisaje se ha regenerado por sí mismo, aunque el recuerdo de aquella tragedia medioambiental está lejos de borrarse. Los vecinos de Castellote, Bordón, Tronchón y Luco de Bordón que vivieron la experiencia no se quitan de la cabeza el olor a humo, el calor sofocante y la visión de un frente de llamas que avanzaba imparable pasando por encima de los cortafuegos hasta adentrarse en la provincia de Castellón, donde quemó otras 15.000 hectáreas.

El alcalde de Bordón, David Falcó, tenía 18 años cuando la avalancha de fuego llegó a su pueblo. Se puso manos a la obra con otros vecinos para intentar contener el avance de las llamas, "pero no se podía hacer nada contra aquel frente de siete kilómetros de ancho". "Las piñas estallaban y saltaban por encima de nuestras cabezas y pasaban al otro lado de los cortafuegos", recuerda Falcó, que vio, impotente, cómo en ocho horas el fuego, empujado por el viento, "arrasó" todo el término municipal. "Solo se salvó el pueblo, las huertas de sus alrededores y algunos rincones", recuerda.

"Fueron tres días muy duros, en los que apenas podíamos dormir un par de horas cada noche", relata el alcalde de Bordón. El impacto emocional se prolongó durante semanas. "No se borraba de mi pensamiento. Al amanecer, creía que todo había sido una pesadilla, pero al abrir la ventana de casa veía enfrente las montañas cubiertas de ceniza", rememora.

El aspecto gris de los montes ha sido sustituido por el verde de la maleza y los incipientes pinares, salvo en las zonas más rocosas, donde la vegetación sigue sin recuperarse. Carlos Falcón explica que el bosque se ha regenerado de forma "espontánea" y apenas es visible la huella del fuego, pero el arbolado tardará "otros 25 años" en volver a tener el aspecto previo al siniestro.

Inés Valero, que tenía 24 años en julio de 1994, reconoce que pasó "miedo" el día en que el frente pasó "en un visto y no visto" por encima de Bordón. Su recuerdo de aquella jornada es de "mucho calor, humo y viento que empujaba las llamas". Temió por la vida de su hermano y del que entonces era su novio –ahora su marido– porque se habían marchado a apagar el incendio y, aunque el fuego había quemado ya todo el término al anochecer, ellos seguían sin regresar. "Me asusté" reconoce. Finalmente volvieron a casa sanos y salvos.

Inés recuerda que un helicóptero hizo dos viajes para evacuar a los más ancianos. Su abuela fue una de ellos. También hubo evacuaciones en Las Parras de Castellote, Tronchón, Luco de Bordón, Ladruñán y Cuevas de Cañart, los tres últimos núcleos dependientes del municipio de Castellote.

El teniente de alcalde de Bordón, Sergio Valero, vivía en 1994 en Vinaroz. Cuando se marchó del pueblo para volver a casa al terminar el fin de semana vio "una humareda a lo lejos" porque el incendio ya estaba activo. Cuando regresó tras el paso de las llamas, "todo estaba cubierto de cenizas". "El panorama era desolador, inimaginable, como de pesadilla".

El Gobierno aragonés ha actuado desde 1994 sobre la zona, no siempre a gusto de los vecinos, hasta totalizar una inversión de 7,8 millones de euros con medidas como la construcción de diques para contener los sedimentos derivados de la erosión de los montes pelados, reforestaciones puntuales o incluso aclareos cuando el nacimiento de pinos era demasiado denso. La inversión se concentró entre los años 1994 y 2006. Para facilitar la germinación y el nacimiento de las semillas, se prohibió el pastoreo.

La reforestación se basó en el nacimiento espontáneo de pinos carrascos y encinas, pero cuando la revegetación natural se quedó corta o no arrancó, la DGA plantó árboles de las especies propias de la zona calcinada.

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