Sanidad

Casi 200 farmacias aragonesas están en localidades de menos de mil habitantes

El sector teme por su futuro tras las medidas planteadas para reducir el gasto. En los últimos años, siete boticas rurales se han reconvertido en botiquín.

Daniel de María llegó desde Barcelona a Tabuenca en 2004.
Daniel de María llegó desde Barcelona a Tabuenca en 2004.
Heraldo

Hasta siete farmacias rurales se han tenido que reconvertir en un botiquín en Aragón en los últimos años. Esta es una de las principales consecuencias de las 29 medidas correctoras que el Gobierno central ha tomado desde el año 2000 para reducir el gasto sanitario y que han afectado de lleno al sector farmacéutico y, especialmente, a las boticas de las poblaciones más pequeñas. Ahora, con otro paquete de acciones sobre la mesa, el sector teme por el futuro de los establecimientos que ya están en una situación delicada y que incluso llegue a peligrar el actual modelo de atención farmacéutica.

En Aragón, hay 735 farmacias. De estas, 194 dan servicio a localidades de menos de mil habitantes y 118 están ubicadas en municipios de menos de 500 residentes. Todas perciben el 27,9% de cada medicamento que suministran a los pacientes. Así, con cada bajada de precio de los fármacos, el beneficio se merma considerablemente. Pero mientras para las mejor situadas esto supone una reducción de su rentabilidad, para las más pequeñas y ubicadas en núcleos rurales tiene consecuencias "dramáticas", ya que más del 95% de sus ingresos provienen de la venta de medicamentos.

"El mayor impacto económico de esta reducción de precios es sobre la farmacia rural, porque el negocio de la urbana también se basa en la venta de parafarmacia", lamenta el presidente del Colegio de Farmacéuticos de Zaragoza, Ramón Jordán, que recuerda que la mayoría de medidas que plantea el Gobierno inciden en el precio de los medicamentos e incluso propone la implementación de un mecanismo de subasta de fármacos.

Para explicar cómo ha cambiado el negocio, Jordán recuerda el abaratamiento que han registrado algunos de los medicamentos más utilizados. En quince años, el omeprazol ha pasado de valer 9,27 euros a 2,42; el ibupofeno de 4,63 a 1,97 y la simvastatina de 10 mg de 7,26 euros a 0,95. "Algunas veces la bolsa que le das al paciente te cuesta más que lo que vas a obtener por la venta de ese medicamento. Una simvastatina te cuesta menos que un café", lamenta.

Ante la delicada situación de muchos de estos establecimientos, el Gobierno aprobó en 2011 ayudas para farmacias consideradas de Viabilidad Económica Reducida (VEC) –27 en Zaragoza, 20 en Teruel y 12 en Huesca–. Una prestación que Jordán considera "claramente insuficiente" si se quiere seguir garantizando el actual modelo de atención farmacéutica.

Una red de asistencia que llega hasta el último "rincón" y que garantiza, según destaca Jordán, la distribución de medicamentos al mismo precio y en las mismas condiciones en todos los lugares. "Tenemos un profesional sanitario en sitios donde ni siquiera hay un médico", insiste el profesional farmacéutico.

Por ello, Jordán hace hincapié en que si no se defiende y se lucha por la actual red de farmacias el mayor perjudicado será el paciente. Recuerda que, por ejemplo, convertir una farmacia en un botiquín supone que la dispensación no sea inmediata. El farmacéutico se desplaza solo dos o tres veces a la semana al núcleo rural. "Las consecuencias del cierre de una farmacia recaen en el pueblo", asegura Román.

"La experiencia es muy enriquecedora, pero nos están asfixiando"

Daniel de María regenta la farmacia de Tabuenca desde hace quince años. Trabajaba por cuenta ajena en Barcelona y buscaba una botica rural. "Me gustó el entorno y el sitio y nos vinimos a la aventura", recuerda el profesional, que arrastró a su pareja a esta localidad de menos de 400 habitantes. Asegura que el balance en este tiempo "supera con creces" sus expectativas y desde el primer momento la gente de Tabuenca les acogió y les puso las cosas muy fáciles en el plano personal.

No obstante, reconoce que la parte negativa son las "condiciones precarias" a las que se tiene que enfrentar, con cada vez menos pacientes que atender y "menos margen por cada acto" por la bajada del precio de los medicamentos. "Uno tiene asumido que haya menos población, pero no que sean los gobiernos los que asfixien a las farmacias rurales", explica De María, que recuerda que otra consecuencia de esta medida es el desabastecimiento de fármacos que está sufriendo España.

"No lo cambiaría por un trabajo más urbano"

Insistir en estas acciones –teme el farmacéutico– acarreará el cierre de más farmacias rurales, "dejando pueblos desatendidos". "Desaparecerá el único profesional sanitario que abre todos los días y que, en muchas ocasiones, vive en el mismo pueblo. La falta de farmacia provocará que muchos ancianos se vayan con sus hijos a las ciudades", lamenta De María, que recuerda que los farmacéuticos son los únicos que hacen guardias obligatorias sin cobrar.

Pese a los contratiempos y a que en estos años las vacaciones más largas que ha tenido son en Semana Santa , De María admite que ser farmacéutico rural es vocacional y él "está muy a gusto" en este medio. "Es una experiencia enriquecedora, por la cercanía con los pacientes. No lo cambiaría por un trabajo más urbano", concluye.

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