Lo que yo sé de Aspanoa

Voluntarios de Aspanoa en la sala de juegos de la planta de Oncopediatría del hospital Infantil.
Voluntarios de Aspanoa en la sala de juegos de la planta de Oncopediatría del hospital Infantil.
Aranzazu Navarro

Mi opinión sobre los responsables de la red que usaba el cáncer infantil para ganar dinero incluye insultos demasiado graves como para publicarlos en esta columna.

A cambio, escribiré de lo que pasa cuando las cosas se hacen bien y les contaré lo que sé de una organización, Aspanoa, que cuida de las familias de niños con cáncer en Aragón. Cuando a mi hijo le diagnosticaron una leucemia, una de las primeras visitas que recibimos fue la del psicólogo de la asociación, Toño, que nos lanzó una cuerda para no ahogarnos en aquel abismo de horror y miedo en el que nos habíamos hundido.

El cáncer pediátrico supone ingresos largos y constantes. En esas temporadas, Aspanoa paga el desayuno, la comida y la cena a un adulto acompañante. Así no tienes que dejar solo a tu hijo para irte a la cafetería y evitas además un gasto constante que se acaba notando en la economía familiar.

En nuestro caso, pasamos tres meses en Barcelona, para que Pablo recibiera un trasplante de médula en el Vall d’Hebron. Allí tuvimos a nuestra disposición un piso al lado del hospital, lo que evitó los problemas de logística y de dinero que suponen mudarte de repente a otra ciudad.

En el Servet trabajaba una oncóloga cuyo sueldo pagaba Aspanoa. Y había visitas de voluntarios, musicoterapia y un cuarto de juegos que alegraban la dureza del hospital.

Y más, mucho más. Tanto, que no cabe en estas líneas. Todo hecho desde la eficacia y la seriedad, que son fundamentales para que yo tenga la certeza de que la cuota anual que pago y seguiré pagando a Aspanoa va destinada exactamente a donde tiene que ir.

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