Sanidad

Los misterios de la Hermandad de la Sopa

Los muros del hospital Nuestra Señora de Gracia (Provincial) de Zaragoza esconden la sede de esta institución que tiene más de 280 años de historia.

María Jesús Malo y sus padres, Justa Cano y Manuel Malo, son miembros de la hermandad..
María Jesús Malo y sus padres, Justa Cano y Manuel Malo, son miembros de la hermandad..
Francisco Jiménez

"En esta congregación servir al pobre se enseña con humilde compasión. Y el que más lo desempeña logra aquí mayor blasón". Este es el lema que adorna la puerta de la Hermandad de la Sopa, ubicada desde hace más de 280 años en uno de los pasillos del hospital Provincial de Zaragoza.

Así se conoce popularmente a la Congregación de Seglares Siervos de los Pobres Enfermos del Santo Hospital Nuestra Señora de Gracia, creada por 21 personas en 1731 para mejorar la atención, acompañar y ayudar a las personas ingresadas en este centro sanitario, en sus inicios de convalecientes. "En 1779 se le autorizó repartir el desayuno a los enfermos, que era una sopa de aceite y por eso se quedó como Hermandad de la Sopa", explica Manuel Malo de 87 años y miembro de la institución desde hace casi cuatro décadas. Años después, por intolerancia a esta sopa de algunos de los enfermos, la congregación pasó a repartir café con leche o chocolate, "siempre con consenso médico", apunta Malo en el despacho que esta hermandad todavía conserva en la planta baja del hospital Provincial. Allí, también cuentan con el oratorio San Felipe Neri, que se abre al público todos los jueves de 10.00 a 12.00.

Apenas unas 35 personas (buena parte de ellas de la misma familia) pertenecen actualmente a la hermandad. Muy lejos de las más de 300 que llegaron a formar parte de la institución –entre ellos incluso alguna ilustre como Josefa Amar y Borbón–, que le permitieron convertirse en una de las principales organizaciones sin ánimo de lucro de la ciudad.

A través de los donativos de la población zaragozana, la hermandad consiguió hacerse con propiedades que le permitieron sobrevivir y continuar su labor altruista durante años. De hecho, llegó a ser la propietaria de buena parte de los edificios de la calle Mayor de Zaragoza y del suelo donde se construyó el Pabellón de Aragón para la Exposición Internacional de 2008.

En 1919, la hermandad pudo poner en marcha una Casa de Convalecientes en la calle de José Anselmo Clavé. Allí, se ayudaba a los enfermos más desfavorecidos que eran dados de alta en el hospital Nuestra Señora de Gracia y al finalizar su estancia, se les ofrecía ropa y calzados adecuados.

Pasaron los años, los ingresos escaseaban y en 1973, tuvieron la oportunidad de permutar el espacio de la Casa de Convalecientes por la construcción de un nuevo centro a las afueras de Zaragoza, en la Urbanización Maitena. La residencia San Felipe Neri intenta continuar con la labor de la Hermandad de la Sopa. De hecho, el 80% de las 94 personas que residen en el centro están pagando por debajo del precio establecido por los servicios. "Hemos pasado años duros, pero siempre intentamos mantener el espíritu con el que empezó la congregación", asegura María Jesús Malo, miembro de la hermandad y trabajadora de la residencia.

La crisis y la falta de difusión de su labor ("solo nos hemos dedicado a trabajar", subraya Justa Cano) han ido haciendo mella en la institución, que ha ido sobreviviendo con las rentas de los años pasados. Ahora, su mayor temor es la supervivencia después de más de dos siglos de historia.

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