Una nueva oportunidad para hipólito pradas

“Cuando sales de la cárcel no sabes hacer otra cosa que aquella por lo que entraste”

Hipólito Pradas relata las dificultades que tienen para integrarse de nuevo en la sociedad los presos. Y habla de ello con conocimiento de causa.  En su caso, colabora para que otros exreclusos se reenganchen a la vida. 

Hipólito Pradas ha permanecido la mayor parte de su vida en distintas prisiones.
Hipólito Pradas ha permanecido la mayor parte de su vida en distintas prisiones.
Camino Ivars

Hace unas semanas, un recluso que ingresó en la cárcel en 1985 y que había vivido prácticamente entre rejas desde entonces, intentaba quitarse la vida en la cárcel de Huelva ante la negativa de poder volver a la cárcel. Tan solo 15 días antes, otro reo del mismo lugar intentaba, sin suerte, hacer lo mismo. Fuentes del sindicato de prisiones Acaip aseguraban que, en ambos casos, los reclusos se veían incapaces de vivir de forma autónoma fuera del centro penitenciario.

Pero, ¿cuál es la realidad en Aragón? ¿Qué ocurre cuando un preso, tras vivir una larga estancia entre rejas, vuelve a pisar la calle? En opinión de Hipólito Pradas, quien ha pasado la mayor parte de su vida en distintas prisiones, absolutamente nada. Nacido en Almuradiel, Ciudad Real, hace 57 años, llegó a Zaragoza cuando “todavía era un chaval” junto a su familia, sus padres y ocho hermanos. Tras haber pasado más de dos décadas en diferentes prisiones, hoy dedica su vida a ayudar a otros compañeros sin recursos para que puedan defenderse ante las injusticias que, asegura, también sufren ellos.

“Desde que era muy joven, con menos de 15 años, el grupo de amigos que nos juntábamos en el barrio –La Almozara- comenzamos a robar”, reconoce. Hoy, a muchos de sus compañeros de entonces se los ha llevado la droga o el VIH. En 1984 pisó la prisión por primera vez. Tenía 23 años. “Ahí la droga ya nos arrastraba por completo, estábamos enganchados a la heroína, y todo giraba en torno a ella”, afirma. Un año después fue condenado a 12 años y medio por atracar varios bancos. Tras cumplir condena, Pradas volvió a prisión en varias ocasiones por distintos delitos, hasta salir definitivamente en 2017.

Ante la pregunta de por qué no cambió de vida en otro momento, la respuesta es contundente: “¿Cómo iba a hacer planes de futuro en un lugar en el que no hay con qué soñar? En la cárcel vives al día y cuando sales no sabes hacer otra cosa que aquella por lo que entraste”, asevera. Recuerda especialmente el último día que abandonó la cárcel de Zuera como uno de los más duros de su vida. “Cuando vuelves a la calle saben perfectamente que no tienes nada. Te meten en un taxi hasta la estación de autobuses, y de allí te pagan un billete de autobús hasta Delicias. Y, una vez allí… nada”, rememora el expresidiario.

“¿Cómo iba a hacer planes de futuro en un lugar en el que no hay con qué soñar?"

En sus palabras, es ahí donde empiezan los verdaderos problemas. “Es extraño. Se supone que tú ya has pagado por lo que has hecho, pero al volver a la calle te sientes completamente solo, aunque estés rodeado de gente no hay nadie, nadie quiere tener cerca un expresidiario”, admite. Por eso, asegura que la reinserción debería de comenzar desde dentro de prisión. “Necesitamos respuestas educativas integrales para rehabilitar a los internos, no puede ni debe aislarse a los presos de la sociedad porque la misión de la cárcel debería de ser educadora”, continúa.

Además, asegura que hoy en día se olvidan una serie de factores socioeconómicos que guardan gran relación con las tasas de criminalidad. “La gente vuelve a prisión porque fuera no tiene nada ni a nadie. En la calle todo son problemas mientras que dentro te sientes seguro. A veces, cuando me pillaban, pensaba ‘ya estoy otra vez en casa’”, admite Pradas. Otro de los problemas radica en los pocos casos de éxito que salen a la luz: “Habitualmente se habla de los fracasos, pero nadie cuenta la historia de los cientos de presos que rehacen su vida, de los reclusos que sí lo consiguen”.

“Si tan solo les dejasen sentir que sirven para hacer algo en la vida… el problema es que a la gente se le llena la boca hablando de segundas oportunidades y de reinserción pero a la hora de la verdad faltan medios”

Finalmente, señala otro fenómeno crucial que guarda relación con la patología mental, a su juicio otro de los graves problemas a los que se enfrenta el sistema penitenciario español ya que, al no contar con personal cualificado, no se trata adecuadamente. “El que entra loco a la cárcel, sale loco. Estas personas deberían de recibir un tratamiento en condiciones”, señala Pradas, que asegura que para cualquier persona es fundamental el hecho de sentirse útil en la vida, también para quien está en prisión. “Si tan solo les dejasen sentir que sirven para hacer algo en la vida… como los presos de Teruel que salen a replantar pinos… el problema es que a la gente se le llena la boca hablando de segundas oportunidades y de reinserción pero a la hora de la verdad faltan medios”, critica.

Perdonarse para salir adelante

En su caso, uno de los puntos de inflexión para dar este gran cambio tuvo que ver con la ONG aragonesa Bienestar Emocional, con la que se topó en 2014. “Acababa de perder a mis padres, mis hermanos cortaron la relación conmigo y me di cuenta de que no tenía nada. Gracias a las chicas de la asociación aprendo a perdonarme y, después, a perdonar a los demás”, relata Pradas, quien escribió un artículo sobre la importancia de ‘El perdón’ para la revista de la cárcel.

"Perdonar es como quitarse una mochila llena de piedras que no te permite avanzar. Años atrás había comenzado a leer sobre derecho penitenciario y a ayudar a mis compañeros. Les redacto cartas para sus parejas, escribo sus recursos…"

El éxito fue tal que pronto se convirtió en alguien de referencia dentro de la cárcel: “En el artículo explicaba que perdonar es como quitarse una mochila llena de piedras que no te permite avanzar. Además, años atrás había comenzado a leer sobre derecho penitenciario y a ayudar a mis compañeros. Les redacto cartas para sus parejas, escribo sus recursos…”, afirma. Para él, comenzar a ayudar a sus compañeros, a algunos que ni siquiera sabían leer o escribir, se convirtió en una verdadera válvula de escape, en ese sentimiento de utilidad del que hablaba.

“Sé que es complicado de entender, pero nosotros ya hemos pagado por nuestros errores ante la justicia. Me he dado cuenta de que puedo ser útil de verdad y ayudar a los demás. Los que no creen en nosotros, por lo menos, deberían de dejarnos seguir nuestro camino y no ponernos trabas”, opina Pradas, que admite que hoy en día, tras dos años fuera de prisión, permanece a la espera de una segunda oportunidad. “No sé en qué forma ni cómo, pero estoy seguro de que hay alguien ahí afuera que me dará mi oportunidad”, concluye.

“Sienten que son causas perdidas y necesitan que alguien les recuerde que no lo son, y lo más importante, creerlo”

Reparando vidas rotas

Bienestar Emocional es una de las entidades que visita de forma periódica las prisiones de Daroca y Zuera con proyectos educativos en materia de reinserción desde dentro de la cárcel. Este, en concreto, dependiente de la Obra Social La Caixa, ayuda a estos internos a ser capaces de ver lo bueno que tienen dentro. “Sienten que son causas perdidas y necesitan que alguien les recuerde que no lo son, y lo más importante, creerlo”, explica Estela Millan. Una de sus tesis gira en torno de la idea de que equivocarse es humano: “todos podemos cometer un error en un momento dado, lo importante es asumirlo y tratar de darle la vuelta a ese sentimiento de culpa”.

La portavoz de esta entidad que dedica su obra a reparar todas estas vidas rotas que acaban entre rejas, advierte de la necesidad de diseñar una serie de protocolos que permitan detectar casos de crecimiento personal como el de Hipólito, para ayudarles a seguir adelante con su cambio: “Es importante que, cuando alguien nos pida una segunda oportunidad estemos a la altura para poder dársela”.

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