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  • José Tudela Aranda

¿Por qué no la Universidad?

RECURSOS ZARAGOZA. PARANINFO / 26-10-2017 / FOTO: GUILLERMO MESTRE [[[FOTOGRAFOS]]]
El Paraninfo de la Universidad de Zaragoza.
Guillermo Mestre

Una campaña electoral tiene un objetivo evidente: ganar votos. Los partidos concurren a la misma con la legítima aspiración de seducir a nuevos votantes y consolidar a los predispuestos. Es natural. Pero es su objetivo. Los ciudadanos debemos pedir más. Pedir, por ejemplo, que se debata con rigor sobre cuáles deben ser los ejes de las políticas publicas en los próximos años; cuáles son los medios para alcanzar los objetivos que se plantean; cuáles son las jerarquías de cada cual. Por supuesto, y esa es la razón de la competencia electoral, habrá diferencias entre las distintas ofertas. Pero todas aspirarán a que el Aragón del futuro sea más próspero, equilibrado y justo. Un Aragón que, además, se encuentre en mejores condiciones para afrontar nuevos retos y exigencias.

Los ciudadanos debemos ser exigentes con políticos y partidos en este punto. En una campaña, es el momento de demandar concreción. Más allá de promesas y deseos conocidos y, en gran medida, retóricos, deben plantearse propuestas definidas y realistas. Y realismo significa que esas propuestas se acomoden a las posibilidades objetivas de Aragón. Todo territorio, toda comunidad política, tiene en su haber ventajas y desventajas. Así, Aragón no puede obviar la resta que supone su escasa población y, aún más, su desigual distribución territorial o su peso relativo en el conjunto de la economía. Como no puede desconocer las ventajas que le otorgan la geografía; su tradición jurídico-institucional, o la cualificación de muchas de sus gentes.

Desde este planteamiento, siempre me he interrogado por la razón por la cual no se ha incidido más en la relevancia de la Universidad para el futuro de esta Comunidad. Por supuesto, esa pregunta se puede extender a la educación. Pero es momento de concretar y, pienso, la universidad posee unas características singulares dentro del conjunto de la educación que justifican centrar el foco en la misma, aunque sea como ejemplo y último exponente del sistema educativo. Pocos dudan de que no ya el presente, sino el futuro de las sociedades occidentales está en buena medida determinado por su capacidad de innovación y generación de conocimiento. Hay que aceptar que es muy difícil competir con las sociedades emergentes en lo que ha sido hasta hace poco centro de la actividad económica. Y, añadiría, hay que alegrarse por ello. Es síntoma de que las mismas abandonan estados de desarrollo incompatibles con la dignidad humana. Pero este es un hecho decisivo que nos interroga como ninguno sobre nuestro futuro político y social. Europa, habría que decirlo claro, no puede aspirar a mantener sus privilegiadas condiciones de vida si no acepta la necesidad de integrar a una inmigración que debe renovar su maltrecha demografía y, simultáneamente, apuesta por la investigación y el conocimiento como seña de identidad que tome el relevo de la industria y los servicios.

Como se escribió, hay que aprovechar aquellos factores de desarrollo en los que la Comunidad posea ventajas competitivas objetivas. Pues bien, en ese mapa, la Universidad emerge como una de las bazas principales de la Comunidad para posicionarse en la Europa del futuro. Es así porque dispone de unos activos que lejos de obligar a innovar, deben ser los cimientos del proyecto. Una Universidad pública centenaria, bien asentada en el mapa universitario español; una tradición investigadora que se proyecta con fuerza renovada sobre el presente; o, entre otras circunstancias, una geografía que facilita su atractivo. Y también lo es porque si bien el objetivo descrito exige de un esfuerzo económico importante, creo que se puede afirmar que el dinero no es factor determinante. La apuesta por la investigación es, sobre todo, un reto para la imaginación del poder público y la capacidad de innovación intelectual y gestora de los propios responsables universitarios. Unos y otros, en colaboración con la sociedad civil, debieran estar unidos en el objetivo de singularizar la oferta universitaria de Aragón por la excelencia y la singularidad. Algo que solo será posible desde la generación de una oferta de extrema calidad que sea capaz de atraer alumnos y profesores de cualquier lugar del mundo. Una oferta cualitativa que, desde luego, también obligará a revisar algunos de los usos y costumbres universitarios. Apostar por la Universidad es una de las mejores maneras de construir futuro.

José Tudela Aranda es profesor de Derecho constitucional en la Universidad de Zaragoza

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