Mucho, mucho ruido

Si la campaña de las elecciones generales fue atípica por quedar asfixiada por la Semana Santa, la de las autonómicas y municipales está diluyéndose desvirtuada por la resaca de las generales. Los líderes nacionales llegan a las plazas locales con aires de victoria o de resiliencia según los casos y arrastran ese aura de ‘paisaje después de la batalla’. Así las cosas, a los cabezas de lista territoriales les cuesta encontrar eco para sus propuestas en medio de una marejada nacional que lo contamina todo.

Qué propuesta puede competir con el morbo de que coincidan en el ascensor del Congreso Iglesias y Abascal, que pese a quien le pese han actuado con absoluta normalidad y cortesía. Cómo centrarse en los asuntos de la tierra, de la ciudad o del pueblo, cuando se está jugando al ajedrez del resentimiento político con la presidencia del Senado, mientras todas las respuestas desde el partido vencedor se escriben en catalán.

Cuesta centrar los objetivos si desde el PSOE se clama por una abstención de Ciudadanos para la investidura de Sánchez, mientras Errejón y Carmena se besan en la noche madrileña.

Pero lo cierto es que el día 26 lo que se dirime es cómo viviremos los aragoneses, los zaragozanos, los turolenses, etc. los próximos cuatro años. Si tendremos o no carriles bici, medidas efectivas contra la despoblación, una nueva línea de tranvía, festejos populares, más centros cívicos, menos impuestos o unas calles más limpias.

Esas son las cosas que condicionan nuestro día a día. Así que conviene aislarse del ruido, casi siempre interesado, y centrarse en lo importante.

En cuanto a las elecciones europeas, a juzgar por la ‘no campaña’ de los propios partidos, parece que habrá que votar por contagio o a golpe de intuición, y ver qué pasa.