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Una ‘road movie’ a cámara lenta

Todos llevan en sus programas mejoras para los trenes de Teruel, pero los viajeros son escépticos: "Llevamos así un siglo, dudo que el que venga lo cambie en cuatro años".

Una docena de viajeros, en el vagón.
Una docena de viajeros, en el vagón.
C. P. B.

Porque en las comarcas de Campo de Cariñena y Jiloca no hay bisontes que, si no, uno pensaría que viaja en uno de esos trenes del lejano oeste americano. Es una obviedad que las infraestructuras ferroviarias de Teruel son deplorables, pero también es preocupante la resignación que exhiben los usuarios de los ‘tamagotchis’: "Si llevamos así más de un siglo, no creo que el que venga en cuatro años lo vaya a cambiar". Es lo que se llama un alarde de confianza. Los viajeros del tren Zaragoza-Teruel tienen escasas esperanzas en que las comunicaciones vayan a mejorar en un futuro próximo y, además, recuerdan un mantra que parece que llevan grabado a fuego: "Teruel es la única capital del país sin conexión en tren con Madrid".

Como sabe que va a echar el día, el pasaje viene preparado. Uno lleva dos películas en un ‘pen drive’ y otro, unos cuantos exámenes para corregir. Es el caso de Alberto Torres, que sale a las ocho de la mañana de la zaragozana estación de Goya y no llegará a Teruel hasta casi el mediodía. Antes de alcanzar el Portillo, ya ha sacado su ordenador, levantando la persiana de su oficina portátil.

Apenas hay una veintena de viajeros en el vagón. Unos ojean el periódico y otros, a los diez minutos, aún no se han sentado porque tienen ciertos problemas para encontrar el asiento. Solo hay tres coches, pero hallar sus butacas exactas (que qué más dará) parece una ecuación de física cuántica.

A la altura de Arañales de Muel (parada facultativa o ‘request stop’, dice la megafonía), los compañeros de viaje comienzan una tímida charleta. Que si hace fresco, que si quieres galletas, que si siéntate no te vayas a marear. "¿Marear? ¡A la velocidad que va esto! ¡Si el paisaje parece a cámara lenta! Mientras no tengamos que empujar...", dice una mujer muy resuelta, que bajará minutos más tarde en Monreal del Campo.

Averías del siglo XIX

El tren Zaragoza-Teruel (y la peor parte es la de Sagunto) es un ferrocarril de vía única sin electrificar, cuyo deterioro obliga a los trenes en varios tramos del Jiloca a circular a 30 kilómetros hora. Se ha visto a lactantes gatear más rápido. A ancianos con taca-taca, también.

Esta lentitud, los ruidos quejumbrosos del engranaje y el parcheado visible en varios tramos hacen que sea una línea "impropia del siglo XXI", se quejan los pasajeros, aunque reconocen que "peor es lo del Canfranero, que invierte casi cuatro horas en recorrer 160 kilómetros".

En este caso, son dos y media desde las orillas del Ebro hasta el Óvalo, en un tren que sufre una media de 30 averías al mes porque utiliza convoyes de más de 40 años. Y esta es la pescadilla que se muerde la cola: sin buenas comunicaciones no hay tejido industrial, sin este la población huye y sin peso demográfico no hay inversiones. "Se les llena la boca con la despoblación, pero cada día es peor. No pedimos un AVE, solo que el tren no se quede parado en Navarrete", dicen los usuarios. Los que ya peinan canas recuerdan que en 1992 se suprimió la línea de Valencia-Bilbao y eso dio la puntilla a la estación turolense: entonces circulaban 16 trenes de pasajeros, hoy son apenas 6.

Entonces, ¿qué solución cabe? "Mientras no intervengan los valencianos, el Ximo este, no nos harán caso", dice una mujer, sabedora de que Valencia es el puerto natural de Teruel. La única esperanza es que la línea se incorpore al Cantábrico-Mediterráneo y llegue financiación de la UE. "¿Para eso hay que votar en las europeas o en las de aquí?", preguntan, mientras miran por la ventanilla campos y praderas, surcados por caminos de hierro y quién sabe si algún bisonte.

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