elecciones autonómicas y municipales 2019

¿Por qué no se pueden formar las mesas electorales con voluntarios o parados?

Garantizar la neutralidad y la objetividad de los miembros de las mesas es uno de los principales motivos.

Imágenes de la jornada electoral en Aragón.
Imágenes de la pasada jornada electoral en Aragón.
Heraldo.es | Raquel Labodía

Con la celebración de nuevos comicios llegan los sorteos para formar las mesas electorales que controlan el ejercicio del voto durante la jornada. Los ayuntamientos, bajo la supervisión de las Juntas Electorales de Zona, seleccionan de manera aleatoria a los integrantes de estas mesas, pero la suerte es caprichosa y, de esta manera, se dan casos curiosos, como el de una zaragozana a la que le ha tocado formar parte de una de estas mesas en cuatro elecciones consecutivas.

Estas situaciones, y el poco agrado que supone para los 'afortunados' resultar elegidos para trabajar un domingo durante unas 15 horas por 65 euros, aviva en cada convocatoria de elecciones el mismo debate: ¿por qué no se pueden formar las mesas electorales con voluntarios o parados?

Las mesas, compuestas por un presidente y dos vocales, así como dos suplentes para cada uno de los miembros, se forman mediante sorteo público entre la totalidad de las personas incluidas en la lista de electores de la mesa correspondiente, que sepan leer y escribir y sean menores de 70 años, si bien a partir de los 65 años pueden manifestar su renuncia en el plazo de siete días desde la comunicación oficial. Por su parte, el presidente de la mesa debe tener el título de Bachiller o el de Formación Profesional de segundo Grado, o subsidiariamente, el de Graduado Escolar o equivalente.

Según estos parámetros, tanto parados como voluntarios -siempre que no superaran el límite de edad- podrían, en principio, ser elegidos sin necesidad de un sorteo. Entonces, ¿por qué no se utiliza este sistema? La respuesta es más simple de lo que parece: para garantizar la neutralidad y la objetividad de las mesas. Al tratarse de una obligación -votar no lo es, pero formar parte de una mesa, sí-, lo más justo es que la desempeñen ciudadanos elegidos aleatoriamente.

Si los miembros fueran voluntarios, ese principio de neutralidad quedaría en cuestión, puesto que podría haber grupos políticos o de poder que quisieran ejercer un control sobre el proceso. En cuanto a los parados, su elección en exclusiva podría considerarse discriminatoria desde el punto de vista constitucional. 

Por tanto, el hecho de que cada miembro de la mesa electoral sea elegido de manera aleatoria garantiza la máxima transparencia, neutralidad y representatividad en el ejercicio de una obligación para todos los ciudadanos y que, por tanto, debe recaer en todos ellos independientemente de sus características o circunstancias particulares. No obstante, existen una serie de excusas e impedimentos justificados para situaciones especiales que permiten eludir este deber.

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