Director de HERALDO DE ARAGÓN

No es lo mismo

Los españoles acuden a las urnas a votar en las Elecciones Generales
Cabinas de votación
Agencias

No hay tiempo suficiente como para interrumpir la tendencia. El discurrir nacional ya ha contagiado la decisión del voto y, salvo sorpresa mayúscula, el reparto será parecido. Conviene, en cualquier caso, atender con detalle a la realidad registrada el pasado domingo y darse cuenta de que el bloque de la derecha, pese a un menor número de escaños, supera a la izquierda en el total de votos. Aceptando esta evidencia, los resultados del 26 de mayo serán el producto de la resolución de cuatro incógnitas: el nivel de movilización de los votantes de izquierda (responsables directos de la alta participación), el tirón personal de los cabeza de cartel locales (la victoria socialista en Aragón, por ejemplo, es tres puntos superior a la media nacional), el efecto del veloz intento del Partido Popular por la recuperación del centro y, por último, las consecuencias de la presencia de PAR y CHA en los comicios tras su ausencia en la cita nacional.

La ruleta vuelve a girar para todos, aunque son los populares los que saben que tras el batacazo en las generales otro hundimiento en las autonómicas y municipales sería dramático para su futuro como formación. Con Pablo Casado en situación de máxima fragilidad, el sorpaso sufrido en Aragón por parte de Ciudadanos no solo les ha convertido en tercera fuerza política sino que amenaza con hurtarles los papeles que tradicionalmente les había atribuido el bipartidismo.

Por contradictorio que resulte, un PP débil es un problema para el PSOE. Cercanos a un acuerdo con Ciudadanos, siempre que el partido de Albert Rivera sea la tercera fuerza política en el conjunto de Aragón o en el Consistorio zaragozano, los socialistas saben que deberán reconstruir toda su estrategia si los populares se hunden y terminan brindando su respaldo a los naranjas. La posibilidad de que Ciudadanos se convierta en segunda fuerza puede abrir las puertas del Pignatelli y del Ayuntamiento a los candidatos Daniel Pérez y Sara Fernández y permitir, igualmente, una negociación con los populares Luis María Beamonte y Jorge Azcón.

Todos los escenarios están sobre la mesa y socialistas y populares saben que la división de las fuerzas de izquierda por un lado (PSOE, CHA, Podemos e IU) y la fragmentación de la derecha por otro (Ciudadanos, PP, PAR y Vox) va a suponer que por responsabilidad directa de la ley D’Hondt muchos votos terminen sin lograr un diputado en las Cortes regionales. Precisamente por ello, la campaña volverá a caracterizarse por la reclamación del voto útil, con un discurso por parte de los mayoritarios tendente a frenar la dispersión de los sufragios, aunque en Aragón no solo se atenderá a la división entre la izquierda y la derecha, ya que el factor que incorpora el aragonesismo puede ser determinante.

La implantación territorial (las diferentes candidaturas que han armado los partidos en los municipios) será también clave para el resultado electoral. Así, las formaciones con menor presencia en los pueblos, como es el caso de Vox, sufrirán un claro recorte en su intención de voto en comparación con las generales. Es precisamente desde el territorio desde donde trabajará el PSOE para mejorar su actual número de escaños. No cabe duda de que lo que ocurra en la ciudad de Zaragoza, con el tirón que logre la socialista Pilar Alegría, será definitivo para el PSOE, pero conviene no ignorar que Javier Lambán -pensando a futuro- necesita un resultado compensado.

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