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Matronas, la esencia de la vida

Este año el Día de la Madre coincide con el de la Matrona, dos figuras siempre unidas. Las profesionales reivindican su calor en una sanidad tecnificada.

Charo Osta, matrona de paritorio, posa en una de las camas del Hospital Clínico de Zaragoza.
Charo Osta, matrona de paritorio, posa en una de las camas del Hospital Clínico de Zaragoza.
Oliver Duch

“Bienvenido al mundo". Con esta frase, la matrona zaragozana Concha Barrio ha recibido a miles de niños que han nacido en el Hospital Miguel Servet de Zaragoza desde 1971 y hasta 2016, cuando se jubiló. "Seguramente te recogí a ti también", sonríe al periodista. Y la idea de haber sido recibido por unas manos tan cálidas despierta un sentimiento de pertenencia. De complicidad con una profesión que es (y esta vez, de verdad) el oficio más antiguo del mundo. Porque siempre que ha habido madres, han existido matronas.

Hoy es el Día de la Madre. Y, curiosamente, coincide con el Día de la Matrona, una profesión tan imprescindible como invisible, que ha sabido reconvertirse en pocas décadas, cuyas profesionales ya no van en bicicleta de pueblo en pueblo cargadas con velas y dispuestas a enfrentarse a todo tipo de complicaciones médicas, que ahora forman parte del personal de Enfermería y cuentan con los servicios del hospital. "Pero el trabajo sigue siendo el mismo, atender a la madre, recoger al niño. En mi carrera profesional asistí a esa primera psicoprofilaxis (preparación al parto y control de la respiración), y llegaron la planificación familiar, la monitorización del feto, la reproducción asistida, la epidural... Se dejó después entrar al padre, algo que humanizó todavía más al parto, pero la matrona continúa allí, a pie de cama. Porque una mujer no solo tiene que parir, también necesita amor y cariño durante todo el proceso".

La matrona salva vidas

Según destaca María José Ramón, desde la Asociación Científica de Matronas de Aragón (ACMA), "la matrona sigue siendo crucial para reducir la morbilidad y mortalidad materna y neonatal. Más de 340.000 mujeres y más de tres millones de niños mueren al año en todo el mundo por complicaciones en el parto que son prevenibles. La mayoría de estas muertes se evitaría si hubiera suficientes matronas". Y Concha Barrio es prueba de ello. No solo ha atendido a madres en el hospital, a veces ha tenido que salir a toda prisa, bolsa en mano, para salvar una vida. "La primera vez fue a principios de los 80, una madrugada de mucho frío, cuando entró un celador gritando que una mujer se había puesto de parto en la Gran Vía. Cogí mi bolsa, salí corriendo y me metí en un coche que me esperaba abajo. Solo cuando arrancamos me di cuenta de que era un coche de Policía".

En la esquina de la calle Gran Vía con Corona de Aragón había tenido lugar un complicado accidente de coche y la madre yacía en el suelo, junto a un charco de sangre. "El niño había salido, producto del impacto. En esos momentos, era crucial abrigar al niño, me lo puse en las rodillas, le limpié la boquita y lo abrigué como pude con las gasas. Después, continué con el alumbramiento, sacando la placenta y recogiéndola, para después explorar a la madre. Y, entonces, de vuelta a toda prisa al hospital, montados en el coche y con dos motos de Policía escoltándonos. Afortunadamente, todo salió bien. El niño y la madre vivieron".

Concha se pregunta si quizá el bebé, que ahora rondará la treintena, leerá este reportaje. "Me gustaría saber si está bien, si la vida le ha sonreído. No es habitual nacer en medio de la Gran Vía, aunque hay que tener claro que cuando un bebé tiene que salir, sale. Otras veces he tenido que atender partos a las puertas de la Romareda, en el coche de una madre que no tuvo tiempo de llegar al hospital...".

Un proceso emocional

Victoria Esteban es matrona de planta del Hospital Clínico de Zaragoza. No tiene hijos, "pero he traído al mundo a miles en los más de 38 años que llevo trabajando". En su opinión, "el parto es un proceso físico, pero tremendamente emocional. Y acompañar a la madre en ese proceso apela a tus propias emociones. No hay dos partos iguales ni te acostumbras a recoger niños. Es un momento precioso". Esteban aún recuerda el momento en que llegó la epidural, "porque también hay partos sin poesía en los que el dolor es horrible y la madre necesita ese alivio. En otros quizá no sería necesaria, pero es fundamental". Es una jornada muy ajetreada en el Clínico, donde acaban de tener lugar dos partos (uno de ellos de gemelos) y cuatro madres esperan su turno, una incluso aguarda en el pasillo. "No es lo habitual, pero a veces sucede", reconoce Charo Osta, matrona de paritorio con 35 años de experiencia.

Osta empezó en la Materninad que estuvo en los 80 situada en la calle Ruiseñores de Zaragoza. "Había entonces cuatro mujeres por habitación y, por supuesto, los padres no podían entrar. Ahora se ha humanizado más la situación, pero nuestra labor era parecida. La matrona de paritorio asiste al proceso de dilatación y expulsión, como desde hace siglos".

El título de Matrona se extendió por primera vez en 1857. "A comienzos del siglo XIX, en España se consieraba importante que las mujeres que ayudaran en los nacimientos tuvieran una formación adecuada –explica Ana Belén Subirón, matrona y profesora asociada de la Universidad de Zaragoza–. Pero en 1857 se situó la carrera de Matrona dentro del ámbito de las facultades de Medicina". En 1868 se creó la Escuela Libre de Matronas, en 1904 se establecieron nuevas exigencias para conseguir el título y en 1928 se regularon las licencias para construir más escuelas formativas. La primera promoción de Ayudantes Técnicos Sanitarios (ATS), donde se encontraban matronas, enfermeras y practicantes, salió en 1957.

Según Charo Barrio, "la matrona siempre ha trabajado de manera independiente. Durante siglos, parir era un trabajo de mujeres al que asistían otras mujeres. Cuando yo comencé en la profesión, al tocólogo solo se le llamaba si había necesidad. Estaba de guardia, pero no entraba en todos los partos".

Barrio se considera de la vieja escuela. Incluso ha mantenido a mano siempre un estetoscopio de plástico a pesar de contar con uno eléctrico para escuchar el latido del corazón del feto. "Con el aparato más moderno, puedes grabar perfectamente las pulsaciones, pero no sabes si son débiles o fuertes. Un latido regular pero débil significa un problema y otro irregular pero fuerte no tiene por qué ser una complicación". También defiende la necesidad de tocar a la madre, "porque puedes percibir muchas cosas solo poniendo las manos en la tripa. Ahí dentro hay un bebé y se puede saber tocando en qué posición está, a qué altura... Toda esa sabiduría, esa humanidad en el parto, corre riesgo de perderse con las nuevas tecnologías. Por eso las matronas veteranas tenemos la obligación de pasar a las principiantes esa sabiduría adquirida a lo largo de los años".

En casa y en el hospital

La profesión se ha encontrado en los últimos años con el problema del instrusismo laboral: las doulas, que sin formación técnica acompañan a las mujeres que desean tener un parto fuera del hospital. "Un parto en casa no tiene por qué ser un problema en sí. Yo nací en casa, por ejemplo –considera Victoria Esteban–. Después de tantos años viendo partos es evidente que muchos podrían haber tenido lugar en casa, sin ayuda de ningún médico. Pero también he visto otros que iban perfectamente y que en cuestión de segundos se complicaron, poniendo en riesgo la vida de la madre o del bebé. Si alguien va a parir y está pensando hacerlo en casa, mi recomendación es que lo haga en un sitio donde haya un quirófano, un banco de sangre y personal cualificado".

Las tres matronas coinciden en que el objetivo es que los partos sean "lo más naturales y espontáneos posible", pero los controles son fundamentales. "Hemos conseguido reducir la tasa de mortalidad a niveles mínimos, una de las más bajas del mundo. Y eso ha sido gracias a que los partos ya no tienen lugar en casa sino que se hacen en el entorno de un hospital y con profesionales", dice Esteban. "En realidad las doulas son un apoyo psicológico, pero no está regulada esa profesión. Una doula no es una matrona", afirma Osta. "Y ese apoyo emocional te lo puede dar la pareja, no es necesario que haya nadie más".

Necesidad y derecho

En el Día Internacional de la Matrona, las profesionales han querido resaltar con un manifiesto la importancia de la matrona en defensa de los derechos de las mujeres. "No solo somos fundamentales para reducir la morbimortalidad materna y neonatal, también para mejorar los resultados en salud sexual, reproductiva, materna y neonatal. Si todas las mujeres tuvieran acceso a la atención de una matrona, el 56% de las muertes de recién nacidos y de las madres podría evitarse", dicen en su texto reivindicativo. Las profesionales atienden a la mujer más allá del parto; en los centros de salud, la matrona acompaña a la madre en el proceso. En el hospital, las hay de paritorio y de planta. Y, tras nacer el bebé, las profesionales llevan los controles de lactancia. Desde 1988, además, se han introducido en los paritorios aragoneses medidas para la humanización de los nacimientos. No es que antes no hubiese compañía y atención, pero se corría el riesgo de que la hospitalización convirtiera el proceso en puro proceso mecánico. "En esa humanización se destaca el piel a piel, que significa favorecer el contacto físico del recién nacido con la madre en lugar de envolverlo y llevarlo ya fuera de la habitación. También el contacto ocular, cuando el bebé nace se sitúa de frente a la madre, para que la vea y se comunique con ella. Y la humanización incluye la lactancia precoz que, si es posible, comenzaría ya en el paritorio", enumera Barrio. En ese 1988 se valoró ya en Aragón si se permitía la entrada a los hombres en el proceso, "aunque no era fácil, porque significaba tener que atender a una persona más, que a veces podía incluso interferir. Pero es un gran logro, porque la matrona no puede sustituir a la pareja. Recuerdo veces en las que la mujer me agarraba de la mano y me llamaba “cariño”, totalmente confundida. El mensaje no iba dirigido a mí, sino a una pareja que estaba en otro sitio".

La veterana matrona ha tenido, a lo largo de su carrera, muchos reencuentros con niños que ha recogido en su nacimiento. "Recuerdo un día en que me saludó una pediatra residente. Me dijo que yo había asistido a su madre en el parto, la había traído al mundo. “¿Cómo te llamas?”, le pregunté. Y se llama Ruth, como mi hija, que entonces tenía meses. “Es que mi madre me puso Ruth porque te preguntó cómo se llamaba tu bebé”. Fue un momento muy emocionante". ¿Y alguna vez han puesto a un bebé el nombre de Concha? "Claro. Antes de jubilarme, llegó una mujer al paritorio y me dijo que se llamaba Conchita. “Mi madre me puso ese nombre por la matrona que la atendió”. No había entonces niguna otra Concha, excepto yo. Y cuando se lo dije, se llevó una gran alegría. “No puedo imaginarme nadie mejor para que traiga al mundo a mi hijo”".

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