Conclusiones

Tomar medidas contra la despoblación

El combate contra la despoblación no puede esperar. Banda ancha y un parque de viviendas para el alquiler son requisitos indispensables según los representantes del mundo rural, ante un Aragón que pierde habitantes.

El ferrocarril, también un elemento fundamental para lograr la vertebración del territorio
El ferrocarril, también un elemento fundamental para lograr la vertebración del territorio.
Guillermo Mestre

El declive demográfico amenaza gran parte del territorio aragonés, pero Raquel Esteban, Manuel Gimeno, Marisancho Menjón, Víctor López, Modesto Pascau y Roberto Ciria se niegan a hablar de despoblación. No rehuyen el tema, lo que quieren es que «dejemos de hablar en negativo del mundo rural; estoy segura de que hay mucha gente que quiere vivir en la provincia de Teruel, en el Pirineo... y aún no lo sabe», dice Esteban. «Pero se encuentran con un problema importante: la falta de casas. Hay que crear un mercado de viviendas de alquiler a un precio razonable y en condiciones en todos los pueblos», señala Pascau. «Si no, solo sobrevivirán algunas cabeceras de comarca. Cada vez que Barbastro, Calamocha… hace viviendas sociales está vaciando los pueblos de alrededor porque allí no tienen posibilidad de vivir en un piso normal por 300 euros», advierte. Víctor López, exalcalde de Canfranc, apunta que «la gente que tiene aquí una segunda residencia empieza a ver la rentabilidad que puede obtener como alquiler vacacional, y es muy peligroso porque suben los precios. El Gobierno debería intervenir y limitarlo legalmente».

La banda ancha es otro requisito indispensable. «Hacer carreteras es carísimo, pero esto no lo es», apunta Menjón. «Con la conexión por satélite se podría solucionar. La DGA ha llevado el 4G al medio rural pero lo ha dejado en la puerta de los pueblos. Si te quieres enganchar tienes que pagar 5.000 euros», denuncia Pascau. Se habla del teletrabajo, el comercio ‘online’... y Esteban apunta que «también el ocio que suministra internet haría más atractivo el campo para la gente».

Como historiadora, Menjón señala que «en la Edad Media, los reyes aragoneses repoblaron mediante cartas pueblas que otorgaban privilegios, tierras… Ahora igualmente se deberían ofrecer beneficios fiscales para que la gente vuelva campo»; pero lo que sucede es lo contrario: «Los pueblos pagan los mismos impuestos que la capital y no tienen los mismos servicios, no hay médicos, no hay nada», denuncia. Ciria aporta su experiencia personal: «Fui con mi familia a vivir a Fontellas, que es muy pequeño, porque Ayerbe está al lado y sí tiene servicios».

«Centralizar todo en Zaragoza es un desastre, en el Servet, 20 otorrinos, y en Teruel, tres», critica Gimeno, que señala que «un médico en un hospital pequeño o en un pueblo no tiene vacaciones, no puede publicar ni formarse... los incentivos económicos no compensan». Para López no es admisible que haya pueblos sin médico: «Su sistema funcionarial debería ser como el de los maestros: que no se puedan negar a acudir a la plaza que les toque», afirma.

Menjón pide a los políticos «que se dejen de congresos y tomen medidas ya, aunque sea una, pero que empiecen». Todos coinciden en que se permita a la población rural ser protagonista: «Para los proyectos de repoblación no se cuenta con la gente de los pueblos, y uno no tiene nada que ver con otro», dice Gimeno. Esteban ve bueno «fijar unos objetivos básicos comunes» y solicita a los partidos «que no frenen un proyecto solo porque es del rival».

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