CONCLUSIONES

La cultura aragonesa reivindica financiación, libertad y... cariño

También menos papeleo y mayor coordinación entre la iniciativa pública y la privada

ARAGON. ESPECIAL 23 ABRIL. A CANFRANC EN EL CANFRANERO / 29-02-2019 / FOTO: GUILLERMO MESTRE [[[FOTOGRAFOS]]]
Julio José Ordovás, Cristina Yáñez y Alberto Fantova, camino de Canfranc
Guillermo Mestre

"Los aragoneses creemos que todo pasa en Madrid o Barcelona y no es así. Hay cosas que ocurren en Zaragoza, y son importantes». Lo dice Julio José Ordovás, escritor que durante décadas ha afilado su mirada disfrutando de la cultura hecha por y para aragoneses». «No se nos valora porque no nos valoramos, y no lo hacemos porque nos han educado en la modestia, la humildad y la perseverancia –tercia en la conversación cultural la escaladora Cecilia Buil– No sabemos vendernos bien». Y en esto coinciden todos los agentes culturales reunidos en el canfranero. El problema no es falta de creatividad o de imaginación sino, en la mayoría de las ocasiones, de promoción. «Vascos y catalanes se protegen entre ellos mucho más que nosotros –subraya la documentalista Isabel Soria–. Nos sobra humildad pero, también, a veces nos falta generosidad con lo que hacen los demás a nuestro alrededor».

Desde el entusiasmo que da estar en la punta de lanza de un sector en efervescencia, el de la gastronomía, Carmelo Bosque sentencia: «A la cultura aragonesa no le sobra talento pero tampoco le falta. Pero sí tiene una asignatura pendiente: recuperar el que se ha ido, el que ha emigrado».

¿Cómo conseguirlo? Con políticas culturales serias y comprometidas. Políticas que miren a largo plazo y que piensen también en el medio rural. «Hay que apostar por la creatividad, por la innovación, eso está claro. Pero también hay soluciones que están ahí, al alcance de la mano –señala Isabel Soria–. En Aragón tenemos numerosísimos ejemplos de cómo la apuesta por el patrimonio histórico da resultado: Alquézar, Albarracín, Teruel, Uncastillo, Loarre... han sabido generar riqueza».

Iniciativa pública y privada deben ir de la mano. Todos coinciden en que la cultura, en sus más variadas manifestaciones, es una de las mejores formas de ordenar el territorio. «En el terreno que yo conozco mejor, el de la gastronomía, hay ejemplos claros de cómo el impulso privado, cuando se encuentra algo de apoyo público, logra grandes cosas. Aínsa, Binéfar, Formigal o Jaca están cambiando para bien, y en parte se debe a sus restaurantes, que tienen un grandísimo nivel. Huesca, en ese sentido, es una provincia que nos va a dar muchas sorpresas en el futuro porque los cocineros allí están muy preparados». Un factor positivo que encuentran en el terreno gastronómico, y no en otras facetas culturales, es el de la comunicación. Lo que se hace llega, se difunde, tiene sus canales. «En otros campos no ocurre –se lamenta Ordovás–. Y habría que conseguirlo. En narrativa, por ejemplo, en los últimos años no ha habido un autor español como Javier Tomeo, y no se ha logrado para él la consideración que merece. En lo literario, Aragón no se vende. Ahora ya hay novelas ambientadas aquí, pero hace ya mucho tiempo que Madrid o Barcelona tienen sus sagas literarias».

Para el teatro, Cristina Yáñez pide «un Centro Internacional de Producción que traiga dramaturgos de fuera y que tenga una financiación pública y privada». Cree que sería bueno que las empresas aragonesas invirtieran más en patrocinios culturales. Para el sector audiovisual, Isabel Soria apuesta «por una mayor complicidad con la televisión autonómica. Sigue habiendo problemas de producción». En lo que todos están de acuerdo es en pedir mayor agilidad a las administraciones. «Independientemente de que las ayudas sean o no suficientes, es necesario cambiar su gestión», dice Isabel Soria.

«Hay que agilizarla porque la hiperburocratización es tremenda –concluye Cristina Yáñez–. Si quieres hacer algo y contar con ayuda pública, te agotas haciendo papeles».

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