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El rey de las pistas de bolos

El empresario aragonés José Alastuey lleva más de cuatro décadas fabricando desde Zaragoza boleras que instala por todo el mundo.

José Alastuey, en el Bowling Center Zaragoza.
José Alastuey, en el Bowling Center Zaragoza.
P. Z.

José Alastuey, a sus 77 años, sigue al frente de ALF (Alastuey Fabricación), un negocio de fabricación de boleras –con patentes propias- que comenzó en 1971 y que opera en toda España, Europa y Latinoamérica.

Tras más de 40 años de esfuerzo y dedicación a esta actividad puede decirse que la vida de Alastuey está marcada por las pistas de bolos… y las de aterrizaje, Cuando José tenía 14 años y trabajaba como aprendiz de electricista en la empresa Imesa le enviaron a la Base Aérea de Zaragoza para realizar montajes eléctricos en la instalación militar, donde en aquellos años se ultimaba la construcción del sector americano.

Estuve allí cerca de cinco años y conocía todo como la palma de la mano. Me gustaba el oficio y un amigo, Antonio, que era un cerebro de las matemáticas me animó: ‘Pepín, con tus conocimientos tienes que estudiar y sacar el peritaje. Lo hice, y cuando estaba en primer curso me llamaron para ir al servicio militar. Para no perder curso me presenté voluntario en Aviación e hice la mili en la base, destinado a mantenimiento”, recuerda.

A los 23 años, una vez concluido el servicio militar y finalizados los estudios de perito eléctrico, Alastuey vio el anuncio de un puesto de trabajo en el que precisaban ingenieros eléctricos para una de las empresas americanas que operaban en la base zaragozana. “No tenía ni idea de inglés, que era uno de los requisitos principales, y los entrevistadores no hablaban español. En ese momento se paró la conversación porque vino un señor que alertó de un problema con el mantenimiento de descarga de combustible de los cazas F102. Yo eso lo había visto hacer cientos de veces y, aunque hablaban en inglés, les entendí. Llamaron a un traductor y me dijeron que si podía preparar un operativo para solucionarlo”, relata.

Así lo hizo y después de aquella primera intervención quedó al cargo de las subestaciones y los generadores que autoabastecían de electricidad al complejo militar. A partir de entonces y durante unos cuatro años, comenzaron a preparar varias instalaciones: viviendas, restaurantes, el golf o el ‘bowling’, a raíz de la llegada de nuevos efectivos norteamericanos a la base a mediados de los 60.

Me dijeron que si podía ocuparme del montaje de la bolera y contesté que si me traían los planos así lo haríamos. Llegaron un montón de máquinas y pistas y con los planteamientos y documentación que enviaron conseguimos ponerla en marcha sin ningún problema. Los americanos trabajaban muy bien y detallaban hasta el último tornillo, las medidas… todo”, rememora.

Cuando se abrió la bolera, Alastuey observó que a ella acudían muchas familias y que aquello podía tener aceptación fuera de la base. Antes de la llegada de los americanos, en Zaragoza ya existían varias boleras. Entre las más populares figuraban Strike, en la calle de San Miguel, 16; Bolera Club, en Independencia, 19 y “una que había debajo del cine Gran Vía, de dos o tres pistas con los bolos plantados a mano y que habían montado para los americanos. Era muy peligrosa porque se lanzaban bolas de hasta 16 libras -8 kilos- que cogían una velocidad tremenda y los bolos salían despedidos. Había más de un accidente”, cuenta.

Anuncio de la Bolera Club, publicado en HERALDO el 21 de febrero de 1953
Anuncio de la Bolera Club, publicado en HERALDO el 21 de febrero de 1953
Heraldo

En 1971, Alastuey decidió construir una instalación de este tipo a partir de sus propias patentes. “Me fijaba en las que había hasta entonces, miraba las máquinas por detrás y me preguntaba: ¿Pero yo esto cómo lo fabrico? En España entonces no existían muchos de aquellos componentes y era muy difícil, se requerían cientos y cientos de piezas. Finalmente, conseguí adaptar aquella tecnología al modelo de fabricación español y diseñar una máquina que funcionase. Los sistemas estadounidenses llevaban el bolo suelto y yo lo sujetaba con un hilo”, explica.

El 28 de noviembre de 1972 se inauguró en la calle de San Juan de la Cruz, 13 el Bowling Club, un local que disponía de 16 pistas, mini golf, salón deportivo juvenil y cafetería. Alastuey abrió esta bolera junto a dos socios y, aunque el negocio funcionó bien, decidió emprender nuevos caminos: “No era mi ambiente y decidí seguir fabricando, registré las patentes mejorando la tecnología y comencé a montar boleras también fuera de Aragón. La primera fue en un pueblo de Valencia y a partir de entonces empecé a recibir cada vez más peticiones.

Bowling Club
Bowling Club
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Desde entonces, no ha parado de trabajar y construir instalaciones para el juego de bolos por toda España. En Aragón, la de Caspe, Jaca o el Bowling Center Zaragoza, en Cuarte de Huerva, son obras suyas. “La apertura de este tipo de locales supone un importante inversión ya que en una bolera, diseñada y construida a medida, el precio por cada pista ronda los 36.000 euros. Hemos instalado hasta en Rusia, -comenta-. Nos ocupamos del diseño a medida y el montaje completo, excepto la albañilería y la decoración”.

El Bowling Center de Cuarte de Huerva cumple un triple propósito: funciona como establecimiento hostelero, bolera y sirve de escaparate para mostrar a los clientes de ALF la efectividad de sus instalaciones. Mantiene el logotipo original –diseñado por Alastuey- de la primera bolera que el empresario abrió en Zaragoza, en San Juan de la Cruz. En esa misma calle causaría furor a finales de los 70 la discoteca Astorga’s. cuya pista de baile estuvo frecuentada por americanos de la base que bailaban allí al ritmo del funky.

En la actualidad, la firma ALF ha diversificado su negocio y es un grupo compuesto por varias empresas que operan en ámbitos tan diversos como el inmobiliario o el de asesoría lingüística para traducciones juradas, entre otros.

Aunque la rama que concierne a la construcción de boleras funciona, y tiene clientes por todo el mundo, el fundador de ALF confiesa que la empresa está cerca de hacer su último ‘strike’ y que “posiblemente cerrará a finales de año, solo como fábrica de boleras. El resto sigue –afirma-. Cuento con un equipo excepcional que trabaja conmigo desde hace muchos año pero no tengo a nadie que me releve al frente de la fabricación”.

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