Director de HERALDO DE ARAGÓN

La campaña perenne

Foto de archivo de una mujer depositando su voto en una urna
Una mujer depositando su voto en una urna
Efe

Este tiempo despreocupado por los matices, acomodado en el ‘totum revolutum’, tenía muy difícil no colarse en las dos campañas electorales. Inmersos en un mitin perenne, los mensajes crecen y se ofrecen entremezclados, al igual que la multiplicada e indiferenciada presencia de los candidatos nacionales, autonómicos o municipales. Todo parece lo mismo, pero asistimos a una campaña muy táctica, plagada de cautelas y giros que llevan a Pedro Sánchez a participar en un debate a cinco candidatos, incluyendo a Vox, solo para mostrar en televisión la unidad del bloque de la derecha.

Esta corriente electoral actúa bajo el común denominador de las urgencias internas de todos los partidos. No hay candidato que se atreva a orillarse consciente de que la batalla se libra a doble vuelta –28 de abril y 26 de mayo– y que, tras la primera cita, buena parte de los resultados autonómicos y municipales se construirán por contagio. Lo uno conforma lo otro, y viceversa. Y más que dos grandes fechas, esta larga campaña se concibe en tres actos, pese a que el último se representará una vez se conozca qué partidos liderarán los bloques de la izquierda y la derecha. Conscientes, a tenor de las encuestas, de que las victorias electorales no compondrán mayorías suficientes, lo que está en juego es el día después: el protagonismo de una interlocución que garantice el pacto entre formaciones y la supervivencia de los perdedores frente al ‘fuego amigo’ procedente del partido. El máximo exponente de este empeño se descubrirá en el Ayuntamiento de Zaragoza. Sin acuerdo entre Zaragoza en Común (ZEC) y Podemos, está previsto que concurran a las municipales hasta cuatro formaciones de izquierda con posibilidades de superar el corte del 5 por ciento de los votos. La división perjudica a la izquierda (en la derecha ocurre lo mismo) y un incremento de las opciones, con un mayor reparto de votos, nunca es sinónimo de más concejales. Queda por descubrir cómo reaccionará el votante ante esta pérdida de unidad entre ZEC y Podemos producto, entre otras razones, de una pelea por los puestos de salida. El análisis más inmediato invita a pensar que esta fractura mejora las posibilidades del candidato del PP, Jorge Azcón, aunque tampoco debería descartarse una migración en forma de voto útil hacia la socialista Pilar Alegría.

"Este tiempo despreocupado por los matices, acomodado en el ‘totum revoluntum’, tenía muy difícil no colarse en las dos campañas"

Tal y como se suele asegurar, vencer no significa convencer, al igual que ganar no es necesariamente sinónimo de acceso al gobierno. La victoria que conceden los votos está directamente vinculada a la solidez que proyecta al votante la estructura del partido, a su arquitectura interna y a la capacidad para soportar las diferentes batallas sin ofrecer la imagen de descomposición que tanto irrita al ciudadano.

La nueva política, que ha incurrido en los mismos errores que criticó en el pasado, ha acelerado la caducidad de los políticos, introduciendo como demérito la repetida insistencia en el asalto al poder. Resulta complejo depositar la proyección del reparto de escaños cuando los indecisos aún se definen en porcentajes muy elevados, pero esta campaña señala la existencia de dos bloques ideológicos bien marcados, algo que implica un incomprensible abandono voluntario del centro (lugar desde el que se ganaban los comicios) y una marcada preocupación por eludir el ataque entre los posibles aliados.

Pedro Sánchez ha gobernado pensando desde el primer día en las elecciones, una evidencia preelectoral que ha contagiado a la oposición en su conjunto y ha abocado al país a una clara situación de inestabilidad. La incertidumbre política, cifrada por el BBVA en hasta 5.000 millones de euros, exige recordar que el objetivo de unas elecciones es ganar para gobernar, aceptando que la cesión y el acuerdo entre los partidos que respaldan la Constitución también forma parte del vocabulario político. Vivir en una campaña permanente, saltando de elección en elección, no debería beneficiar a nadie.

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