vandalismo en aragón

Limpiar las pintadas en los trenes aragoneses cuesta 180.000 euros al año 

Los grafiteros pintarrajean 85 veces al año los convoyes que circulan por la Comunidad.

Menos visión. Los grafitis se extienden por las ventanas y restan visión del paisaje al viajero. En la imagen superior, el tren utilizado ayer entre Teruel y Zaragoza. Abajo, el convoy Zaragoza-Teruel del pasado 5 de mayo.
Un 'tamagotchi' vandalizado y utilizado en un trayecto entre Teruel y Zaragoza..
Heraldo

La última edición de ARCO, la feria de arte vanguardista más relevante -y, muchas veces, polémica- del país, dejó una brillante campaña publicitaria auspiciada por Renfe. Bajo el nombre 'La obra más cara', los asistentes a la muestra madrileña pudieron observar de primera mano una puerta de tren desvencijada, arrancada de su convoy matriz y sin un centímetro cuadrado libre de pintura de spray. "Esta puerta vale 15 millones de euros. Y la hemos pagado entre todos", denunciaba un letrero.

El ente público atacaba de esta forma a aquellos autodenominados artistas urbanos que se dedican a ensuciar con sus firmas personales el material rodante que circula por el entramado ferroviario español y cuyo desempeño cuesta anualmente un buen pellizco al erario, que se encarga de la limpieza posterior. La campaña tuvo un gran impacto, alcanzó un notable eco en multitud de medios de comunicación y logró su objetivo: generar debate y poner el foco en el coste del vandalismo.

Aragón no es ajeno al fenómeno grafitero. Lo puede constatar cualquier usuario habitual del servicio de Cercanías o quienes viajan entre Teruel y Zaragoza y entre la capital aragonesa y Canfranc. No es extraño encontrarse con alguno de los 85 pintarrajos, según los datos facilitados por Renfe, que cada año se realizan sobre los convoyes que circulan a lo lago y ancho de la Comunidad.

Estas más de ocho decenas de grafitis ocupan una superficie total de 1.587 metros cuadrados. Es decir, que se trata de 'intervenciones artísticas' de unos 18 metros cuadrados de media, un tamaño nada desdeñable. La limpieza y vuelta al estado original de los vagones aragoneses tiene un coste medio anual de 180.000 euros, como así confirman las estadísticas de la empresa pública.

Ensuciar los trenes es un delito que no sale barato. Hace menos de un año, un joven que acostumbraba a firmar con el apodo 'Sams' fue condenado a tres años y medio de cárcel tras ser pillado pintando varios vehículos en Canfranc y golpear posteriormente al jefe de estación con un palo. La agresión, obviamente, centra el grueso de la condena. Pero el hecho de haber vandalizado un bien común le supuso 2.520 euros de multa.

'Sams' fue pillado in situ. En otros casos, el grafitero dejó una evidencia más que clara de que la rúbrica sobre los trenes se corresponde con su DNI. En marzo de 2016, la Guardia Civil detuvo a un joven zaragozano por pintar el vagón de un Cercanías que estaba estacionado en Casetas, causando unos daños valorados en mil euros. La clave para localizar al autor fue que se olvidó su cartera, manchada de pintura y con todos sus documentos en el interior, en el lugar de los hechos.

Dificultan la visión

Una de las quejas que motivan las pintadas entre los pasajeros es que en la mayoría de los casos afectan a las ventanillas, por lo que dificulta la visión del paisaje. La afección estética es también notoria.

Renfe afronta anualmente un gasto de 25 millones de euros para tratar de evitar y limpiar grafitis en su parque de trenes. De este importe, unos 15,7 millones corresponden a lo que cuesta a la empresa limpiar las pintadas que se realizan en los trenes, mientras que los 10 millones restantes se destinan a medidas de vigilancia y seguridad para evitar que se realicen estos actos vandálicos.

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