La tarta del poder

Un momento del mitin de Pedro Sánchez en Zaragoza el pasado 7 de abril.
Un momento del mitin de Pedro Sánchez en Zaragoza el pasado 7 de abril.
José Miguel Marco

Pese al mitin del domingo, corre un rumor con toda la pinta de ser cierto. Dicen que el núcleo duro del PSOE aragonés sigue sin apoyar a Sánchez. Desean su derrota para humillarle. No terminan de aceptar que arrebatase la secretaría general a Susana Díez, ni comparten el modo de llevar el partido, ni la forma de gobernar España tras echar a Rajoy. Las diferencias son múltiples. El tema catalán es el más candente, pero no el único. Hay asuntos vertebrales del socialismo construido desde la Transición que perciben traicionados. A lo cual se suma la puntilla de la configuración final de las listas, tanto para las generales de abril como para las municipales de mayo. Esto ha puesto a hervir las estructuras profundas de poder local. Como siempre, no es un asunto de ideas, ni de modelo de sociedad -que debería ser-, es fundamentalmente un asunto de egos. Y, en segundo término, de fuerza en el aparato organizativo; pero también, de bolsillos y salario.

Han desaparecido los argumentos. Las palabras que se dicen en público y ante los medios son un simulacro de enunciados más o menos formulados. Se ha renunciado al intercambio de razones que mejoren la visión política. Se recurre a conceptos manidos y vacíos, que suenan todavía más huecos cuando se escuchan en la boca de Sánchez y su sanedrín. Hay mucha frustración flotando en el ambiente. No se percibe una apuesta por mejorar el sistema democrático. No se entienden los cambalaches con partidos claramente opuestos a los pilares constitucionales defendidos por el PSOE. Los trágalas con el entorno pro-etarra de Bildu, las cesiones al PNV, los enjuagues con los independentistas catalanes, los tejemanejes con Podemos, etc., llevan a más de uno a sentir que su PSOE no es el que era ni el que quieren que sea.

No obstante, votarán a Sánchez esperando que el triunfo en las generales sirva para poner paños calientes en las heridas. Saben por experiencia que cuando se consigue gobernar el reparto de prebendas, virreinatos, sillones y mancebías -que dirían en otros tiempos- es el mejor bálsamo para apaciguar tensiones internas. Cuando hay tarta para repartir, hasta los gorriones revolotean alegres. En cierta manera, esperan ansiosos que se produzca el ‘trickle-down effect’ -el efecto goteo-: cuanta más abundancia tiene la mesa de quienes mandan, más migajas caen al suelo. Si la mesa es de los amigos, más opciones para sentarse a disfrutar del festín. Basta con mirar el caso de Andalucía. La lista de paniaguados del PSOE era una muestra fractal del conjunto del partido. Son una organización con muchos años de historia, dotada de una estructura iterativa que mantiene su forma de ‘repartos’ y cotos de manera invariante.

Y ahí ha de situarse el presidente Lambán. Las encuestas dan por segura la victoria de Sánchez y su muy probable proclamación como presidente del Gobierno. Pese al ‘no es no’, pactará con quien sea necesario para no renunciar al colchón de la Moncloa, al Falcon para vuelos de urgencia, a las vacaciones en Lanzarote, en Doñana y a tantas cosas que pagamos entre todos. Pactará y volverá a gobernar. Por eso Lambán no puede arriesgar más. Como bien sabe, más vale ser cabeza de ratón que cola de león. El problema que tiene el presidente de nuestro país, de Aragón, es doble. Si Sánchez repite como presidente de esta España nuestra, primero puede pedir su cabeza, y segundo, organizar un ‘chandrío’ peor que el actual. El estropicio provocado en los pocos meses de gobierno de Sánchez está dejando pequeños los años de degradación política del Partido Popular.

Quienes entienden del tema sostienen que Lambán, como otras fuerzas vivas del PSOE, se debate entre la obligación moral de levantar la voz -oponiéndose a la deriva del partido- o esperar a ver si la cosa termina estrellando a Sánchez y cambia de inercia. No lo tiene fácil. Pero resistirá. Como decía Mazarino: «Asegúrate siempre de la solidez de tu situación antes de que ataques a alguien. No te abandones a la pasión de la venganza malogrando con ello la ocasión de hacer que progresen tus asuntos».

Chaime Marcuello Servós es profesor de la Universidad de Zaragoza

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