elecciones municipales 1979

3 de abril de 1979: la democracia llega a los ayuntamientos

Este miércoles se cumplen 40 años de las primeras elecciones municipales, una cita histórica que renovó las antiguas corporaciones franquistas.

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El más tarde alcalde de Zaragoza, Ramón Sainz de Varanda, deposita su voto
Archivo Heraldo

A principios de 1979, las mujeres españolas no sabían lo que era votar a su alcalde. Los ayuntamientos eran un páramo sin apenas recursos propios en los que el franquismo daba sus últimos coletazos. “El Congreso se ocupaba de hacer la Constitución, pero no bajaba al detalle, al día a día del ciudadano”, apunta el periodista Luis Granell. Todo eso cambió un 3 de abril: hoy hace cuarenta años, España celebró sus primeras elecciones municipales desde la restauración de la democracia.

"Ha sido como una bocanada de aire limpio sobre España. Ahora ya somos plenamente demócratas. Es como si en un día hubiéramos dado un salto de medio siglo", escribía al día siguiente Abel Hernández en HERALDO. El pueblo español "ha elegido la desaparición definitiva del franquismo pedáneo", proclamaba a su lado Francisco Umbral.

Había que remontarse casi medio siglo para encontrar el primer antecedente, y con matices: en las municipales de 1931 no podían votar ni las mujeres ni el clero, y la edad mínima para ejercer el sufragio era de 25 años.

La impaciencia ante la esperada renovación de los ayuntamientos se vio además acrecentada por los continuos retrasos que aplicó Adolfo Suárez a la cita electoral. “El Gobierno de la UCD tenía la experiencia de la II República”, recuerda el historiador Carlos Forcadell. El 12 de abril del 31, con el sistema monárquico de Alfonso XIII vigente, el sorprendente avance de las opciones republicanas en las elecciones municipales desembocó en el cambio de régimen. “Como entonces, pensaban que la izquierda podía ganar y decidieron celebrar primero las legislativas y después las municipales. Lo cual quiere decir que la democracia no llegó a los ayuntamientos hasta cuatro años después de muerto Franco, en el corazón ya de la Transición”, continúa Forcadell.

Así, los españoles -en el antecedente más directo con la actual primavera- tuvieron que votar el 1 de marzo en las elecciones generales y un mes más tarde en las municipales.

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Carteles electorales de la UCD y el PAR publicados por HERALDO
Heraldo
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Carteles electorales de la ORT y el PSOE
Heraldo

El propio Forcadell apunta que el movimiento táctico de Suárez fue “el correcto”, de forma que la victoria de UCD en las generales ayudó a que el partido centrista aguantara el tirón el 3 de abril: venció tanto en votos como en concejales. A costa, eso sí, de perder ayuntamientos clave como los de Madrid, Barcelona o Zaragoza, gracias en parte al pacto del PSOE con el PCE.

En Aragón, el ambiente era de gran ilusión. “Estaba en la calle, lo percibías”, sintetiza Luis García Nieto, portavoz y teniente de alcalde en Zaragoza con Ramón Sainz de Varanda. “España era ya una democracia, pero fue con las elecciones municipales cuando se sumaron todas las capas sociales, desde un barrendero a un catedrático: ahí es cuando la ciudad empezó a percibir que las cosas habían cambiado”, continúa. Algo parecido expresa el historiador y economista Eloy Fernández Clemente, que llegó a ir en la lista del Partido Comunista al Ayuntamiento de la capital, pero que renunció a ser concejal cuando el PCE dejó de apostar por los independientes, como él o el propio Gonzalo Borrás. “Fue enormemente emocionante. Era una cuestión generacional. Habíamos estado muchos años chocando contra un frontón, viendo que nada era posible, incluso algunos pasamos por la cárcel. Teníamos una sensación de impotencia. Y de repente era probable soñar, planificar, pensar”, cuenta Fernández Clemente.

"Las primeras elecciones locales contribuyeron a difundir la cultura democrática ciudadana"

También hubo lugar para la tensión, tanto en las ciudades como en los pueblos. En Zaragoza, por ejemplo, la campaña se vio manchada por los disturbios registrados en el campus de la Universidad. El 14 de marzo, un grupo de jóvenes de ultraderecha irrumpieron en el recinto con bates, cadenas e incluso pistolas, según reflejó al día siguiente HERALDO, y causaron numerosos destrozos, aunque por fortuna nadie resultó herido. "Más de un centenar de estudiantes comenzaron a lanzar piedras contra el grupo de ultras, que retrocedió hasta la plaza San Francisco. Finalmente, los componentes del grupo en cuestión se reagruparon recogiendo sus armas en varios coches, en los que huyeron rápidamente", decía el diario.

En Utebo, donde ya existían fuertes intereses urbanísticos, la campaña estuvo marcada por los incidentes protagonizados por los hermanos del candidato a la alcaldía por UCD, el ya fallecido Arturo Beltrán, contra integrantes de la lista del PCE y simpatizantes de esta formación. El resultado electoral deparó un empate a seis ediles entre el PSOE y los ucedistas, mientras que la formación comunista se quedó en una. Según contó entonces ‘Andalán’, hasta tal punto llegó el partido centrista a tratar de captar a algún concejal socialista que todos estos acudieron a votar con el nombre del candidato del PSOE -Carlos del Río- anotado con una mayúscula intercalada entre minúsculas, para poder detectar al posible traidor. No falló ninguno.

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El candidato de la UCD, Miguel Merino, junto a su familia en la jornada de reflexión
Juan González Misis/Archivo Heraldo

En las zonas rurales la situación era incluso peor. “El miedo era enorme: la gente aún pensaba que la iban a encarcelar si acudía a un mitin”, resume Eloy Fernández Clemente, quien recuerda el temor que vio reflejadas en las caras de quienes le rodeaban cuando en un mitin sonó la Internacional.

Pese a esto, la nota dominante fue la normalidad. Los españoles votaron ese 3 de abril de 1979 sin apenas incidentes.

En Aragón, como a nivel nacional, la UCD ganó en votos -por poco- y en concejales. Su mayor impronta en los municipios más pequeños le aportó una gran distancia respecto al PSOE en ediles -29.000 frente a 12.000-, pero a cambio perdió la capital, donde el pacto entre el PSOE, el PCE y el Partido de los Trabajadores aupó a la alcaldía al socialista Ramón Sainz de Varanda. Los ayuntamientos de Huesca y Teruel sí tuvieron alcaldes centristas: José Antonio Llanas y Ricardo Eced, respectivamente.

Uno de los resultados más recordados se dio en Monzón, que designó como alcalde al militante comunista Joaquín Saludas. "Si la izquierda tenía que poner un alcalde, nadie más merecidamente que Joaquín Saludas", firmaba en HERALDO el 17 de abril del 79 Manuel Porquet Manzano. "Ha valido la pena, claro que ha valido la pena luchar tanto", declaró el nuevo primero edil tras su nombramiento. Su madre le rendía tributo: "Parece casi milagroso que no haya ni una sola palabra, ni un solo gesto de rencor en este viejo luchador, hijo de carabineros y nacido en Bielsa en 1919. ¡Pero si ha pasado toda la vida en la cárcel!", reflejó la revista ‘Andalán’. En efecto, Saludas pasó durante el franquismo 26 años entre prisiones y campos de trabajo.

La cuota femenina se limitó a siete alcaldesas: Ceferina Pérez (PAR) en Pomer; Ángeles Lacoma (UCD) en Barbuñales; Rosa Lanzarote (independiente) en Biel; Pilar Faustino (UCD) en Broto; Ángela Blanco (PCE) en Alcampel; Adelaida Sanchón (UCD) en Boltaña, y Conchita Fuentes (UCD) en Cella.

Al final, el balance fue muy positivo. En el libro ‘Ciudadanos y ayuntamientos. 25 años de democracia municipal’, editado por la DPZ en 2004, Carlos Forcadell proporciona su propia conclusión: “Aunque no se puede cambiar una ciudad en dos días, fue un tiempo de esperanzas e ilusiones; las primeras elecciones locales libres contribuyeron a difundir la cultura democrática ciudadana”.

Consulta aquí los especiales de las elecciones municipales de 1979.

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