calentamiento global

El verano en Aragón dura 50 días más que en los años 80 por el cambio climático

Un informe de la Aemet y el Ministerio para la Transición Ecológica revela que la extensión de superficie con clima semiárido ha aumentado en el valle del Ebro por las altas temperaturas y la escasez de lluvia.

Ola de calor en Zaragoza
Imagen de archivo de una ola de calor en Zaragoza.
Aránzazu Navarro

El cambio climático es una realidad, lo constatan los datos. Las temperaturas mínimas y máximas son cada vez más altas durante todo el año y los veranos duran entre 40 y 50 días más que a principios de los 80 en varios puntos de la geografía española, también en Aragón. Así lo revela el primer informe sobre el proyecto ‘Open Data Climático’, presentado esta semana por la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) y el Ministerio para la Transición Ecológica. En él se detallan los principales impactos del calentamiento global en España en los últimos 40 años, un fenómeno que ya afecta a 32 millones de personas en nuestro país.

Para llegar a estas conclusiones, la Aemet ha recurrido a los registros de su Banco Nacional de Datos Climatológicos, con información procedente de un total de 58 observatorios, 52 de ellos ubicados en capitales provinciales y en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, y otros seis añadidos por la especial relevancia histórica de sus series de datos, “una muestra -indica el propio informe- suficiente para garantizar la adecuada y veraz representación del territorio estudiado”.

De estos datos se extrae que las temperaturas medias de todas las estaciones del año son cada vez más elevadas desde 1971, aunque el ascenso es más significativo en primavera y, especialmente, en verano. La temporada estival es la más afectada por el cambio climático, pues es cada vez más larga y más cálida, en concreto, 9 días más de media por década, lo que equivale a un verano casi 5 semanas más extenso que a comienzos de los años 80.

Las cifras de Aragón son todavía más alarmantes. En Zaragoza capital el verano se adelanta 9 días por década y termina casi 2 días más tarde, es decir, que cada 10 años, el verano dura 11 días más en la capital aragonesa. Desde los años 80, por tanto, el estío zaragozano dura 44 días más (considerando las 4 décadas completas), casi un mes y medio de diferencia.

En Teruel los datos son muy parecidos: el verano llega 9 días antes y acaba 4 días después, por lo que, cada década, se alarga 13 días, dando lugar a 52 días más de temporada estival que a principios de los 80. Por su parte, en Huesca el estío se adelanta 8 días y se retrasa unos 3, lo que equivale a 11 días más por década, 44 más que en los 80.

Otra de las conclusiones del informe de la Aemet apunta a una alta concentración de años cálidos en la última década. “De los 58 observatorios analizados, 37 registraron al menos 5 años desde 2011 con temperaturas medias anuales situadas dentro del 20% de las más cálidas del periodo de referencia”, señala el documento. En Aragón estas anomalías vuelven a ser aún más significativas. Tanto en Zaragoza como en Teruel, 7 de los últimos 8 años (del 2011 al 2018) se han situado entre ese 20% de los más cálidos. Huesca se mantiene dentro de la media nacional, con 5 años en la última década entre los más extremos.

“Imagínate que tienes una serie de datos de 100 años y la ordenas de mayor a menor. El 20% son los más cálidos, entonces, si lo calculas en probabilidades, lo normal es que tengas un año de ese tipo cada 5 años. Pero resulta que lo que en promedio tendría que ser una vez cada cinco años, tanto en Teruel como en Zaragoza, han sido 7 años de 8. Se han concentrado esos años muy cálidos en la última década”, explica Rubén del Campo, investigador de la Aemet.

El valle del Ebro, clima semiárido

Ese aumento exponencial de las temperaturas en las últimas décadas también ha provocado cambios en el tipo de clima en parte de la geografía española. Concretamente, la extensión de superficie con climas semiáridos ha crecido hasta los 30.000 km2 -en torno al 6% de la superficie de España- en 50 años.

Una de las zonas más afectadas es el valle del Ebro. En territorio aragonés el clima semiárido se ha incrementado en especial en la provincia de Zaragoza, el sur de Huesca y el norte de Teruel, “sobre todo en las zonas que limitan con Cataluña, las comarcas del bajo Ebro”, especifica Del Campo.

Ese paso de un clima “mediterráneo típico, de carácter templado” a un clima semiárido se debe, por un lado, a la escasez de lluvia, y por otro, a ese incesante aumento de las temperaturas. “En la zona de los Monegros y alrededores siempre llueve bastante poco, pero el clima se ha ido convirtiendo en semiárido más por efecto de la subida de la temperatura que por que esté lloviendo menos. A igual lluvia pero más temperatura, lo que tenemos es menor disponibilidad de agua, porque hay más evaporación y las plantas no pueden aprovecharla igual”.

Hace unos años, cuando la temperatura era más baja, en invierno había más disponibilidad de agua, en cambio, ahora que el clima es cada vez más cálido, es escasa todo el año, tal y como afirma el investigador de la Aemet: “Ha pasado de ser un clima de carácter mediterráneo pero con una parte del año con más disponibilidad de agua, a ser un clima en el que todo el año hay esa escasez de precipitaciones”.

Esta situación que afecta al valle del Ebro la sufren, además, otros puntos del territorio español, sobre todo Castilla-La Mancha y el sureste peninsular, donde también ha aumentado la extensión de climas semiáridos.

Más olas de calor y menos de frío

Como consecuencia del cambio climático, en las últimas décadas en España hay una mayor incidencia de olas de calor, que son cada vez más intensas y duraderas, mientras que los episodios fríos se reducen. El hecho de que los veranos sean más largos y con temperaturas más altas se traduce en más olas de calor extremo y, por tanto, más riesgos para la salud de los ciudadanos.

“Las temperaturas máximas diurnas, una vez que se supera un determinado umbral, aumentan la morbilidad, los ingresos hospitalarios e incluso la mortalidad de personas que son especialmente sensibles a estas temperaturas. Está claro que pueden aumentar los problemas de salud pública en ese sentido”, alerta Rubén del Campo.

A ello se suma el incremento de la temperatura superficial del Mediterráneo, que sube 0,34ºC por década desde los años 80. “Este aporte de calor provoca una expansión termal que contribuye al incremento del nivel del mar Mediterráneo. Desde 1993 el nivel del mar ha aumentado en 3,4 milímetros por año”, recoge el informe. Este hecho provoca un mayor número de noches tropicales, aquellas que superan o igualan los 20 grados, un fenómeno que afecta a las regiones costeras, pero también a las interiores por el fenómeno ‘isla de calor’: “la anomalía térmica positiva en el centro de las ciudades en relación con la periferia”.

Por el momento, ya son más de 32 millones de españoles los que se están viendo afectados por el cambio climático en nuestro país, “con una acumulación de años muy cálidos en la última década, el alargamiento de los veranos y el aumento de frecuencia de noches tropicales”, concluye el informe.

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