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Cinco puertas grandes en el festival de Ricla

Se cortaron hasta diez orejas y un rabo pese al escaso juego de los novillos de Rocío de la Cámara

Hubo puerta grande para los cinco diestros participantes en el festival.
Hubo puerta grande para los cinco diestros participantes en el festival.
Javier Macipe

Llegaba el ya tradicional festival de Ricla para mitigar la sed de toros de la afición zaragozana y, lo cierto, es que no defraudó. Con tres cuartos largos de entrada, ni el flojo encierro de Rocío de la Cámara pudo con la tarde. Los tendidos se llenaron de amabilidad y concedieron hasta diez orejas y un rabo a cinco coletas que abandonaron a hombros el coso de Gitanillo. 

El granadino Fandi, acostumbrado ya a estos saraos, no se salió del guión habitual. Su recital con el manejo de la capa y unas eléctricas banderillas chocaron con un plomizo último tercio en el que sólo de rodillas consiguió levantar al respetable. 

Cayetano por su parte, se lo dejó todo en un sincero brindis. Pese a las escasas opciones que le dio su oponente, anduvo sin ideas. Sin apreturas, hizo lo mejor mientras toreaba sobre la mano izquierda. Poca historia. Ni toro, ni torero.

El tercero, que a la postre resultó el mejor de la tarde, le cayó en suerte a un desdibujado López Simón que atropelló a la razón y desaprovechó las largas y nobles embestidas del animal. Mansurrón, pero con movilidad y recorrido, se desplazó con buen aire en la franela del de Barajas. Sobre el pitón derecho, lo que pudo ser de lío, se convirtió en un empacho de vulgaridad. Pases y más pases. Mecánico, lo llevó por donde quiso antes de despedirlo con una estocada arriba.

López Simón, con el tercero de la tarde.
López Simón, con el tercero de la tarde.
Javier Macipe

Por el contrario, apareció en escena el sevillano Pablo Aguado que, con menos suerte que sus compañeros, dejó claro que esta temporada ha venido para quedarse. Aseado de capa y templadísimo con la muleta, hizo gala del buen corte de torero que tiene. Buscó siempre la colocación y con suma suavidad se llevó al novillo detrás de la cadera una y otra vez. Armonía y compás. Sensacional. Además, ejecutó a la perfección la suerte suprema.

Tras varias temporadas sin entrar en los carteles, no eran pocos los que este sábado se desplazaron hasta Ricla para ver a su paisano hacer el paseíllo. Amigos, muchos. Aficionados, también. Pese a bailar con la más fea, quiso llamar a la puerta de La Misericordia e hizo ver que el banquillo curte y aposenta a los toreros. Con la disposición por bandera, llevó al flojo quinto a media altura y sin obligarlo para dibujar dos sensacionales series sobre la mano derecha. El animal se vino abajo demasiado pronto y dejó al diestro local sin opciones.

Al romper el paseíllo se guardó un minuto de silencio por el fallecimiento de Benjamín Bentura.

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