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Ángela Gutiérrez, directiva de Opel: el privilegio de marcarse su techo de cristal

Esta mujer autoexigente ha llegado muy alto en la firma automovilística. Su principal apoyo es el padre de sus dos hijas, que dejó su trabajo para dedicarse a la familia.

Ángela Gutiérrez (Tarazona, 1969) empieza cualquier día entre semana antes de las siete de la mañana con 25 minutos de meditación abierta, nada más levantarse, en un espacio de su habitación. Le ayuda a afrontar su jornada en la planta de Opel en Figueruelas como responsable de la mejora del coste total de los vehículos del Clúster Ibérico, un cargo que estrenó hace apenas un mes. Por delante tiene una agenda profesional que suele prolongarse nueve o diez horas.

Desde hace tres años este encuentro madrugador consigo misma es su rutina para lograr un "equilibrio". El mismo que, cuenta, es también la clave de la relación con su pareja y padre de sus dos hijas, Francisco Javier Marco, Kiko. Él dejó a un lado la competición internacional en triatlones de verano y su negocio de quiromasajes para seguirla mundo a través y cuidar de las niñas, Claudia de 14 años y Daniela de 10, mientras ella desarrollaba su carrera profesional durante 22 años en el gigante del automóvil. "Yo soy una privilegiada y le agradezco a mi marido lo que ha hecho y hace. No sé si muchos estarían dispuestos. Sin su apoyo no hubiera llegado donde estoy. Por eso creo que hay otras mujeres en puestos directivos que tienen mucho más mérito que yo. Si tengo algún mérito, es compartido", subraya.

Antes de salir de casa para llegar a la planta sobre las 7.45, aprovecha para despertar a sus hijas con un beso. Si estas se han levantado temprano a dar el último repaso a alguna asignatura charlan los cuatro. Cuando ella ya está en el despacho, Kiko se encarga de los desayunos, de llevar al colegio a la más pequeña y de las tareas domésticas.

"Soy una privilegiada. Le agradezco a mi marido lo que ha hecho y hace. Sin su apoyo no hubiera llegado donde estoy"

Mujer de "carácter fuerte" y "autoexigente", como ella se define, ha llegado donde quería. Su madre se quedó viuda con cinco hijos y 32 años cuando ella, la mayor, tenía 10. Una circunstancia que ha marcado su impronta de "tirar siempre hacia adelante". Tras vivir en Madrid y Pamplona estudió COU en California y de regreso a Zaragoza tenía claro que lo suyo era la ingeniería industrial, en la rama de mecánica, máquinas y motores. En un curso de cien estudiantes estaban cinco chicas. "Mis tiendas preferidas de pequeña eran las ferreterías. A mí me hubiera gustado ser mecánica de coches. Me encantaba arreglar el cortacésped, colgar y reparar todo en casa. Mi padre también era ingeniero, pero en una empresa familiar". Tras acabar la carrera estuvo en el departamento de Mecánica de Fluidos de la Universidad de Zaragoza durante un año y medio, pero le parecía "demasiado técnico y limitante" y optó por el sector privado.

Lo cuenta ya sentada en su oficina. Antes se toma un café con su "proveedor" habitual, un compañero de promoción de la facultad con el que llegó a la empresa al mismo tiempo en 1996. "Empecé como ingeniero de calidad, cuando en Opel se estaba reforzando el tema de calidad y entramos ocho de la misma promoción. Hemos hecho siempre un buen equipo".

La posibilidad de ir a trabajar a la planta de la marca en Rumanía le llegó cuando su hija Claudia no tenía ni dos años. Fue cuando su pareja dio el paso. "Vimos que podía ser una oportunidad interesante y Kiko, sin ningún problema, lo dejó todo y me siguió. Para nosotros fue una decisión natural". A seis meses en Rumanía le siguieron entre 2004 y 2010 Alemania, México, ya con las dos pequeñas, y de nuevo el país germano. Tras cinco años en Zaragoza, en 2015, con las chicas más mayores, volvieron a Alemania para regresar a casa en 2017.

Ángela se ha podido marcar su propio techo de cristal. "He estado muy alta en la organización y he podido ascender más pero he dicho que no. Me hubiera supuesto viajar a París continuamente. Hay prioridades y ahora para mí lo más importante es ser feliz y mi familia. Hemos estado ocho años por ahí y ahora necesito estabilidad y dedicar más tiempo a los míos y a mí misma", reconoce.

Hoy toca visitar la nave de carrocerías donde se está implantando la automatización del suministro de las piezas. Un vehículo guiado automático o ‘AGV’ navega por láser transportando portones laterales del C3 Aircross y el Crossland X . Cita obligada a las 10.30 es la reunión del equipo multidisciplinar con los responsables de compras, mejora continua, cadena de suministro, ingeniería interna y servicios. Con media hora es suficiente.

Ángela llama la atención sobre la presencia alrededor de la mesa de trabajo de cuatro mujeres y un hombre. Quiere romper con el tópico de un sector automovilístico que en el imaginario popular parece ser un coto exclusivo de varones. El porcentaje de mujeres en plantilla, por ejemplo, se ha doblado en la factoría zaragozana de 2009 a 2018, pasando de 6,38% a 14,96% (820 mujeres). De vuelta a su despacho, muestra un reloj de arena de un minuto que se propone utilizar cinco veces al día. "Es una forma de tomar consciencia y no ir todo el día en automático. Te das cuenta de que un minuto dura una eternidad y de que el tiempo no te falta".

A las 12.30, horario europeo, comparte el almuerzo con varios compañeros en el luminoso comedor de la fábrica. Por la tarde, el reloj marca las 18.30 cuando termina, tras varias reuniones más y la preparación del proyecto que presenta al día siguiente. En esos momentos Kiko dirige un entrenamiento en El Olivar, un trabajo al que ahora puede dedicar unas tres horas diarias.

"He podido ascender más pero he dicho que no. Hay prioridades y ahora para mí lo más importante es ser feliz y mi familia"

El deporte también une a esta familia. Los lunes y jueves Ángela va directa al gimnasio Pilates Avenue. Con el buen tiempo, los miércoles saldrá en bicicleta. Prefiere no pasar por casa para no rendirse a su rincón favorito del sofá. Claudia está en el equipo de tecnificación de triatlón de verano y Daniela no se queda atrás.

Pasan de las 20.00 cuando se reúnen los cuatro. Hablan, cenan pronto y después queda tiempo para jugar a las cartas o simplemente comentar el día. "Han llegado las camisetas de rítmica", cuenta Daniela. Los viernes es la noche de las tres P: pizza, palomitas y película. El sábado se madruga para la piscina.

Ambos coinciden en que la igualdad parece haber dado «un paso atrás» entre los más jóvenes. Les preocupan los mensajes machistas en las canciones de reguetón que pueden escuchar sus hijas y la influencia de las redes sociales. Como padres desafían con naturalidad los roles tradicionales. Kiko apunta que no son los únicos: "En nuestra última estancia en Alemania me encontré con más hombres en mi situación. Es un buen síntoma".

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