Alfonsina, Cristina y Elsa, la historia de tres mujeres que salieron de la prostitución

Médicos del Mundo ha organizado una exposición fotográfica sobre la vida de tres mujeres exprostitutas en Zaragoza.

Alfonsina, en su casa con su hija.
Alfonsina, en su casa con su hija.
Estefanía Abad

A Alfonsina le gusta cocinar y estar con sus hijos. Elsa también se desvive por sus hijas, y sueña con viajar y encontrar su lugar en el mundo. A Cristina le gusta pasear con su perro. Las tres han trabajado de prostitutas en Zaragoza y son protagonistas de la exposición fotográfica 'Alfonsina, Cristina y Elsa. La historia que somos', un proyecto de Médicos del Mundo.

"El proyecto surgió hace dos años. Queríamos alejarnos de los clichés de la prostitución y contar la historia de tres mujeres. La sociedad estigmatiza a las mujeres que ejercen o han ejercido la prostitución. Nosotros queríamos visibilizarlas como personas", explica Erika Chueca, portavoz de Médicos del Mundo en Aragón e impulsora de esta iniciativa. La entidad puso en contacto a tres fotógrafos del barrio de San Pablo (Estefanía Abad, Pedro Anguila y Lorena Cosba) con tres mujeres que habían sido prostitutas (Alfonsina, Elsa y Cristina). Durante un año, los fotógrafos acompañaron y retrataron a las mujeres en su vida cotidiana. La exposición es un resumen de sus vidas y una invitación a reflexionar sobre los prejuicios.

Alfonsina

Alfonsina, de 35 años, llegó hace seis a Zaragoza desde su país, Guinea Ecuatorial. "Vine porque aquí vivía mi madre y pensé que podría ser una buena oportunidad para mis hijos. Pero la realidad fue que sin papeles no encontraba trabajo. No tenía dinero ni para comprar comida. Algún día llevaba a mi hijo al colegio sin desayunar. Un día una conocida me dijo que ella trabajaba en esto y que si quería probar. Me costó mucho, pero lo hice por mis hijos", recuerda su entrada en la prostitución.

"Cuando te ven trabajando en la calle, la gente cree que lo haces por gusto. Y no saben cómo es tu vida. Lo hacemos por necesidad", subraya. Alfonsina ejerció la prostitución durante casi un año por las noches en la calle, por las Delicias. Dejaba a los niños acostados y salía a la calle. Volvía de madrugada, los llevaba al colegio y se echaba a dormir un rato. Ganaba lo justo para pagar el alquiler y la comida. Sufrió palizas y humillaciones. Hasta que entró en contacto con la asociación Fogaral (de Cáritas) y con Médicos del Mundo. "Me ayudaron a salir, a apuntarme a cursos, a ver otras alternativas", apunta.

Ha hecho distintos cursos de formación y ahora está sacándose el título de la ESO. Ha tenido varios trabajos temporales (en una tienda, en limpieza). Tiene permiso de residencia y trabajo, y está esperando que le concedan la nacionalidad española. "Me gusta ir a las reuniones del colegio y que me hablen muy bien de mis hijos. El chico tiene una hucha de cerdito y dice que está ahorrando para ir a la universidad. Quiere ser médico o arquitecto. La niña quiere ser peluquera, bailarina, cocinera y youtuber", cuenta con una sonrisa enorme.

"Pasé mucho tiempo con Alfonsina. Iba a su casa y hablábamos de todo, de la prostitución apenas. Hablábamos de nuestros hijos, del trabajo, de cocina, como dos amigas, porque nos hemos hecho amigas. Con mis fotos quería reflejar cómo es ella, alegre y generosa, creyente, que siente un amor absoluto por sus hijos. Quería mostrar que ella es como cualquier otra mujer, que cualquiera podríamos ser ella", reflexiona la fotógrafa Estefanía Abad.

Elsa

Elsa, argentina de 50 años y madre de dos hijas (de 23 y 22), llegó a Zaragoza hace dos años. En Buenos Aires era trabajadora social, y vino a Europa con intención de viajar unos meses y luego buscar trabajo. Pero aquí se encontró con que no le homologaban los títulos, no tenía papeles y no encontraba nada. "Me presenté en un club y dije: 'Quiero trabajar'".

Elsa vivió casi un año en un club en la carretera de Logroño. Pagaba 55 euros al día al dueño por la habitación y 5 euros por cada servicio. Trabajaba todos los días desde las cuatro y media de la tarde hasta las tres o cuatro de la mañana. Casi todo lo que ganaba se lo mandaba a sus hijas, que estaban en Argentina. Se me hacía muy duro, tenía miedo a que me pillara la policía sin papeles. Una noche hubo una redada y me escondí debajo de la cama rezando y llorando. Ahí me di cuenta de que ese no era mi lugar. Se consigue dinero, pero te juegas muchas cosas: la salud, el bienestar, la tranquilidad, la dignidad...", reflexiona.

Empezó a acudir a charlas y terapias de Médicos del Mundo. Su hija mayor, que conoce toda la historia, ha venido a vivir con ella. Elsa trabaja ahora de vez en cuando cuidando ancianos o niños, mientras reflexiona sobre el futuro. "No me gusta retroceder en la vida, quiero mirar hacia adelante. No voy a volver a vivir a Argentina. Me gusta España, quiero viajar, conocer otros países, acompañar a mis hijas", cuenta.

Cuando el fotógrafo Pedro Anguila conoció a Elsa, ella aún trabajaba en el club. "El mundo de la prostitución nos era muy ajeno a los tres fotógrafos. Yo venía de una fotografía amable y cómoda, de bodas, retratos, gente de la cultura. Conocer a Elsa me ha marcado mucho. Al principio solo quedábamos a hablar y a conocernos. Enseguida vi que no le gusta que le hagan fotos. Hemos creado una relación de confianza y le he fotografiado en su vida cotidiana: de paseo, de compras, en el Pilar (es muy religiosa)", señala.

Cristina

A Cristina sí le gustaba que le hicieran fotos y era la más dispuesta de las tres a contar y mostrar su vida. Cristina es española, tiene 59 años y ejerció la prostitución durante más de 15. Ella llegó a la prostitución por la heroína. Tenía un buen trabajo en una gran empresa y se movía en un mundo de fiestas en los años 80. Se enganchó a la heroína y eso fue su perdición.

"Me inicié en la prostitución para pagar la heroína. Mi adicción era tan grande que me metía 6 o 7 gramos diarios. Necesitaba dinero. Me pregunté: ¿qué puedo hacer? Dedicarme a la prostitución, traficar o robar. Me metí en la prostitución porque no hacía daño a nadie, era mi vida. Fue súper duro. Nunca me he arrepentido de lo que he hecho, porque no le he hecho daño a nadie, solo a mí", cuenta en un audio en la exposición.

A mitad de proyecto, cuando Cristina y la fotógrafa Lorena Cosba ya habían pasado muchas horas juntas, le surgió un trabajo. Llevaba un  tiempo en el paro y era una buena oportunidad. "Yo quería dar la cara en este proyecto, sé quién soy y lo que soy. Pero tengo miedo a que me juzguen y pierda mi trabajo", explica.

Lorena guardó las fotos de Cristina y siguió el proyecto fotografiando carteles y anuncios de prostitución. "Ella se tiene que esconder, pero hay clubes y anuncios visibles por todas partes. La prostitución está muy aceptada socialmente, pero se culpabiliza a las mujeres que la ejercen. Es una hipocresía tremenda", subraya Lorena. "Personalmente, participar en este proyecto me ha cambiado la visión que tenía del tema", reflexiona.

Exposición itinerante

La exposición se podrá visitar hasta este lunes en la Casa de la Mujer y después se trasladará a la Casa de las Culturas. El 12 de febrero, a las 19.00, se inaugurará en el nuevo espacio con una charla sobre el fenómeno de la prostitución. Se estima que en Zaragoza 1.400 mujeres ejercen la prostitución, recuerda Médicos del Mundo. Después está previsto que las historias de Alfonsina, Cristina y Elsa sigan viajando por distintos espacios en España.

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