Alexa se sienta en la mesa

El auricular LIVE 500BT de Harman tiene una batería con 30 horas de autonomía.
El auricular LIVE 500BT de Harman tiene una batería con 30 horas de autonomía.
Efe

Cuando hace cinco años, Theodore (Joaquín Phoenix) se enamoraba de su nuevo sistema operativo en ‘Her’, salías del cine con la inquietud de pensar si esa máquina programada para satisfacer las necesidades del usuario iba a llegar pronto a nuestras vidas o era una historia más de ciencia ficción que tardaríamos en ver.

Sí, ha ido rápido. Siri ya nos atiende en el teléfono y tanto nos pone música como nos indica el trayecto a un destino o traduce una frase. Cortana también tiene respuestas para los que usan Microsoft. Pero en las últimas semanas, con la Navidad como cumbre, el asistente tomaba cuerpo. El día de Reyes, Amazon anunciaba que ha vendido más de cien millones de Alexa, cien millones de unidades físicas del asistente digital por voz que comercializa. Junto a esa cifra, encadenaba otras igual de apabullantes: casi 30.000 dispositivos, hechos por 4.500 fabricantes diferentes, pueden trabajar con él. O sea, para los que no han leído ni visto nada al respecto todavía, a través de Alexa se pueden dar instrucciones por voz a los aparatos de casa para subir el volumen o la temperatura, accionar la televisión o que suenen tus canciones favoritas. O responder a preguntas de actualidad, de cocina, del estado de las carreteras o del tiempo que hace. Por supuesto, a lo ‘Her’: suavemente, sin rechistar.

Con esas posibilidades (algunas informaciones dicen que posee ya más de 15.000 habilidades) se ha sentado en las mesas de Nochebuena causando no poco asombro. Así, a las conversaciones de cuñados, lotería y fútbol, se han sumado las perturbaciones que trae la tecnología. Varias veces nos hemos pedido unos a otros olvidarnos de los móviles para intentar evitar que aparecieran junto a la cuchara sopera, como si se tratara de un amenazante Colt 45 en una mesa de las viejas películas del Oeste. Mi miniencuesta de testeo entre amigos sobre cómo han pasado las fiestas me ha regalado perlas como la de una familia que ha puesto los móviles entre las figuras del Belén, si los ponían en terapia, o colgados en el árbol, si les aplicaban penitencia.

Y casi todos hemos coincidido en que la tecnología nos está cambiando por dentro. Si echamos mano de la moviola, la abuela del VAR, y nos vemos en las cenas familiares de años atrás, el ambiente es distinto. La dependencia del móvil, con la hiperactividad que conlleva y el aislamiento al que confina, nos hace más impacientes, más intolerantes, más desabridos.

‘Her’, con la sugestiva voz de Scarlett Johansson, era perfecta. Todas sus respuestas estaban preparadas para reafirmar a Theodore, decirle lo que deseaba escuchar, al momento de pedirlo y sin contrariarle. Muy lejos de la vida verdadera. Esa es la esencia de la inteligencia artificial: desarrollar su propia conciencia de acuerdo con nuestros gustos y con los mínimos trámites.

Porque con Alexa y sus primos han llegado a nuestras vidas distintas versiones de una ‘Her’ aún en edad infantil, pero en realidad un ramillete de auténticos intrusos capaces de conocernos tanto que nos asfixien o con los que, según certifican algunos estudios, lleguemos a desarrollar una relación de enamoramiento, más que de adicción.

Es un hecho que la invasión de la tecnología es directamente proporcional a la escasez de niños y al aumento de personas solas hablando con máquinas. Obtenido en la misma miniencuesta: "No sabes cómo oigo a mi vecino pedirle cosas a Alexa a grito pelado...".

El filósofo Byung-Chul Han explica que, en vez de relaciones, se impone un mundo de conexiones, en las que se vive fuera de lo real, y en un estado de angustia permanente por no hacer todo aquello que se puede hacer.

Recomienda recuperar el tiempo de no hacer nada, porque sin tiempos vacíos no se genera conciencia. Es el hombre el que debe construir el algoritmo y no al revés. Sin conciencia propia, prima la inercia. De lo que marcan los demás… o las máquinas.