Más Aragón, más España

.El hartazgo de la mayoría de los españoles con los desatinos del independentismo catalán ha provocado un resurgir de las ideas centralistas. Las elecciones autonómicas de 2019 mostrarán si estamos ante un cambio de tendencia de largo alcance.

Más Aragón, para construir una España mejor.
Más Aragón, para construir una España mejor.
HERALDO

Termina 2018 y la cuestión catalana se ha convertido en un problema cronificado de la política española. Además, también es un problema estructural. Llevamos demasiado tiempo con los vecinos insistiendo en su independencia, sin salir de su bucle. Esto es resultado de un proceso, sí -como les gusta decir-, pero de degradación; porque como ya hemos recordado en más de una ocasión, mal que no mejora empeora. Su cansina ambición de una república independiente ha escindido la sociedad catalana. Ha cruzado límites que no debería y como efecto secundario nos ha cansado al resto de los españoles. Ahora no pretendo volver sobre ese ‘nudo gordiano’ que ya revisamos hace meses. El propósito de esta tribuna es reflexionar sobre una consecuencia directa de este proceso: el incremento del discurso centralizador. Algo que, por otra parte, resulta lógico, ‘natural’.

Si se permite la analogía, en toda comunidad humana se cumple la versión sociopolítica de la Tercera Ley de Newton o también llamada ‘principio de acción y reacción’, donde, si un grupo ejerce una fuerza A sobre otro grupo B, este devuelve sobre los primeros una acción igual en sentido contrario. Dicho de manera sencilla, donde las dan, las toman o, si se prefiere, cada pie encuentra la horma de su zapato. Unas veces depende del tiempo, otras del tema y casi siempre de la paciencia. Cuando se satura la de quienes se encuentran presionados por una fuerza constante se genera el correspondiente vector inverso. Otra explicación plausible es la metáfora del péndulo hasta convertirla en ley. Y con la ley del péndulo lo que se manifiesta es un enfoque generacional: el horizonte de los hijos dista del que desean sus padres. Es decir, cuando un sistema social se mueve en una dirección llega a un punto de inflexión donde se invierte la tendencia y, en cierta medida, vuelve sobre sus pasos. Este movimiento puede ser consciente o, simplemente, automático. Dos opciones muy distintas.

Por eso mismo, porque el panorama político español vive un cambio de inercia del marco dominante, es necesario pensar. Las elecciones autonómicas de mayo de 2019 serán el momento crucial donde podremos comprobar fehacientemente si el péndulo cambia. El resultado de las elecciones andaluzas ha dado pistas de ello. Antes las banderas españolas en miles de balcones catalanes y de todas las provincias mostraron el hartazgo. Mostraron la reacción de la gente cansada con el independentismo catalán. En mayo con las elecciones, comprobaremos hasta qué punto el patriotismo español se ha refundido y refundado. Sabremos si volvemos a un tiempo de inercia centrípeta.

En su momento, los padres de la Constitución de 1978 encajaron como bien pudieron las fuerzas centrífugas que querían resarcirse de aquella España una y grande. Tenía sentido. Aunque fueron las oligarquías vasca y catalana, principalmente, las que supieron sacar mejor tajada de su posición privilegiada durante los años del franquismo. No obstante, luego llegó el ‘café para todos’ que consiguió vencer al nacionalismo supremacista disgregador. La solución del ‘Estado de las autonomías’ nos ha traído hasta donde estamos. En la práctica tenemos un estado cuasi-federal con más competencias transferidas y autogobierno, que los ‘Länder’ alemanes. Pero son muchas las cosas que mejorar, porque nos hemos olvidado de tejer una idea de España fuerte que apueste por su ciudadanía. Y ahí es donde tenemos que pensar antes de votar.

Nuestro país, Aragón, se enfrenta a la misma encrucijada centralista que el resto de esta España nuestra. El enrarecimiento de la atmósfera política general no nos puede hacer olvidar que como país necesitamos de un aragonesismo político que actúe en lo local, en nuestros pueblos, ciudades y comarcas con coherencia, desde nuestra identidad, fortaleciendo nuestras raíces, siendo capaces de pensar en los demás para hacer una mejor España. Justo lo contrario de los partidos independentistas. Para ello necesitamos propuestas políticas de aquí, pensadas desde la igualdad, la solidaridad y la subsidiariedad, pero que no sean una franquicia que lo pinta todo del mismo color. Ojalá nuestros políticos sean capaces de articular propuestas con fundamento y desde Aragón, las necesitamos.

Chaime Marcuello Servós es profesor de la Universidad de Zaragoza