Clarés de Ribota y el impulso vecinal a su historia

La Asociación Cultural Fuenchica, fundada hace siete años, tiene por objetivo recuperar tradiciones e información histórica de la localidad, para plasmarlo todo en libros y exposiciones.

En Clarés de Ribota radican varias asociaciones. La de amas de casa prepara talleres de manualidades y organiza las sesiones de gimnasia, la de cazadores gestiona la actividad cinegética del pueblo, la de jubilados mantiene entretenidos a los más mayores y la encargada de la Comisión de Fiestas siempre está de preparativos para los festejos. Además, también hay otras entidades creadas por las diferentes peñas del pueblo para gestionar sus locales. De entre todas ellas hay una, la Asociación Cultural Fuenchica, que se propuso hace tiempo recuperar y conservar la historia y patrimonio de la localidad.

Hace siete años, aunque ya con anterioridad habían hecho cosas, un grupo de hijos del pueblo residentes en Zaragoza decidieron fundar esta entidad. En la actualidad cuentan con unos 60 socios. "Queremos enganchar a más gente e ir haciendo más cosas", explica Kike Cisneros, miembro de la asociación, ingeniero de 36 años que trabaja y reside en la capital aragonesa; como muchos integrantes de la Fuenchica, acude al pueblo de forma asidua, incluso entre semana.

"Buscamos recuperar tradiciones y recopilar información histórica de nuestro pueblo para que no se pierda nada", subraya Cisneros. Hasta la fecha han organizado jornadas y exposiciones temáticas que abordaron desde la indumentaria tradicional aragonesa, hasta el cierre de la línea de tren Santander–Mediterráneo, o incluso sobre edificios que definen la etnología del pueblo, como el antiguo molino o los colmenares. Con todo ello, también llaman a que "la gente nos cuente cosas y recuerdos, porque cuesta, pero con cosas así conseguimos que la gente se anime".

Uno de los proyectos en el que los miembros de la Fuenchica andan afanados es la edición de un par de libros sobre la historia de Clarés. "En principio iba a ser uno, pero seguramente sean dos, porque hay tanto material…", asume Kike. Ya han consultado más de 100 libros, otras tantas páginas web o han acudido al Archivo Histórico Provincial de Zaragoza o el Centro de Estudios Bilbilitanos. "Todo ello se complementará con unas 500 fotos que nos ha ido enviando la gente", indica.

Sin embargo, hace un llamamiento. "Necesitamos fotos de más gente, queremos que nos envíen más para tener mayor variedad". En este sentido, reconoce Kike, que "la gente es muy agradecida cuando ve el resultado, y ahora tienen la oportunidad de colaborar".

Como testigo de esa historia está Cesáreo Brun, pastor jubilado, agricultor para entrenamiento propio y alcalde de la localidad, que cumplirá dos legislaturas en el cargo. Recuerda muchos de los episodios que ha vivido el pueblo; coincidiendo con Kike en el bar del pueblo, que desde hace un par de años gestiona Ana Piea, el regidor reconoce que "los pueblos han llegado muy a menos". Por ello alaba las actividades de las diferentes asociaciones, pero aclara que "habría hecho falta un refuerzo a Calatayud, para que hubiera más empresas y la gente pudiera bajar y subir".

La uva, el recurso que el pueblo lleva por escudo, vivió su época dorada hace ya mucho tiempo

El paisaje y el paisanaje de Clarés ha cambiado a lo largo de los años. Mucho. Se escucha alguna de esas frases que tanto duele a los nostálgicos de cualquier pueblo aragonés, y que suelen evocar tiempos mejores para la vida en el entorno rural. "Todo aquello que se ve allí antes eran viñas", señala desde una de las calles Elías Felipe Barbero, natural del pueblo, hoy asentado en Clarés y que vivió 30 años en México. "Más de la mitad del término municipal eran viñedos; ahora la mayoría es cereal, y también hay algo de almendra y cereza entre la poca viña que queda", concreta Cesáreo Brun. Según detalla Kike Cisneros "en un documento de 1788 consta que la cosecha de vino era la mayor del pueblo".

Como vestigio de todo aquello, solo quedan las bodegas privadas de los vecinos y un patrimonio poco conocido: los enormes tinos. Se trata de tres construcciones excavadas en el paraje de La Caseta, con paredes que parecen alicatadas y con una profundidad aproximada de casi cuatro metros. Son unas infraestructuras más que centenarias, según apunta Brun; en la actualidad, a pesar de conservar su forma, se encuentran semiderruidas. Aun así, está mejor que las bodegas que los rodean y el inmueble en el que se cobijaban, del que solo quedan unas pocas piedras levantadas.

El escudo de Clarés porta un racimo de uvas como símbolo más destacado; está tallado y hojado de dos, y zarcillado de otros dos. El escudo es cuadrilongo de base redondeada, con jefe de azur y Corona Real abierta al timbre. Las uvas están sobre campo de plata.

Los imprescindibles

La fuente

No deja de manar en todo el año. Además de su balsa circular, cuenta con pilón, lavadero y abrevadero. También servía para regar la vega del pueblo con un sistema de ajarbes, conjunto de huertas en las que se regaba un día a la semana.

Estación abandonada

El término municipal contaba con una parada de la línea ferroviaria Santander–Mediterráneo, trazado que se clausuró por orden del Gobierno central el 1 de enero de 1985. Solo queda el edificio de la estación, tomado por las zarzas.

La Virgen del Castillo

Iglesia del románico tardío, modificada con influencias renacentistas y barrocas y construida sobre los restos de un castillo. En 2003, tras una reforma, se hallaron unos frescos románicos en el ábside circular.

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