"Mi abuelo se salvó, pero a su padre lo gasearon en Mauthausen"

Judith Miralles es una zaragozana que ha hallado  documentos inéditos en archivos de Alemania, Austria y Francia sobre sus ancestros en el campo de concentración.

Judith Miralles muestra una foto de su abuelo en la escalera de paracaidistas de Mauthausen.
Judith Miralles muestra una foto de su abuelo en la escalera de paracaidistas de Mauthausen.
toni galán

Cuando escribe a los archivos de Alemania, Francia y Austria para saber del paso de su bisabuelo José Egea García y su abuelo José Egea Pujante por el campo de concentración de Mauthausen, Judith Miralles, una licenciada de Derecho y estudiante de judicatura, sabe que Hitler ordenó en 1943 que se destruyeran las pruebas que quedaron sobre el genocidio. A veces tiene suerte y otras no. "Mi abuelo se salvó, pero a su padre lo gasearon en Mauthausen", cuenta la investigadora zaragozana. Solo tras viajar a Austria y visitar el campo de concentración y el cercano castillo de Harteim, un lugar donde se gaseó a 400 españoles que pasaron por Mauthausen, pudo comprobar que su bisabuelo había fallecido allí el 15 de agosto de 1941. Su nombre quedó registrado en un archivo que consultó, gracias a su responsable, Peter Heidelberger, y unas listas de víctimas expuestas en unos cristales como símbolo.

"Hasta entonces, solo tenía su certificado de defunción del Archivo de la Recuperación de Memoria Histórica y una carta que mandó a su mujer con una foto en la que están padre e hijo en un campo de trabajo en los Alpes", apunta Judith Miralles, mostrando la fotografía. Ahora sabe que los presos españoles dejaron papeles escondidos en las paredes de Harteim con mensajes de alerta porque los nazis intentaron ocultar que usaron ese lugar para el genocidio y lo limpiaron.   

"Mi abuelo me contó que cuando entraron a Mauthausen su padre le dijo: ‘José, este es el  último viaje que hacemos. De aquí no salimos’. El bisabuelo murió en 1941 a los 44 años y gaseado por los nazis en el sitio donde Hitler aplicó el programa de genocidio T4 para disminuidos y luego llevó a los presos de Mauthausen y Gusen", explica.

Judith quiere escribir una biografía de su abuelo, con quien convivió sus mejores años, para hacerle un homenaje y necesita recoger pruebas documentales de su llegada y paso por el campo de Mauthausen. Ha enviado escritos a los archivos de Caen (Francia) y Arolsen (Alemania), pero de momento solo le han dado por recibido y sin respuesta. Pero recientemente, el Bundesarchive de Berlín le ha respondido con un documento inédito (foto a la derecha) para familias de los 7.532 españoles de Mauthausen (1.015 de ellos, aragoneses).

Ficha de ingreso sin nombre

"Es la ficha del ingreso en el campo donde ya no está el nombre de mi abuelo porque entonces ya solo era un número, el 5894", señala su nieta. Aparece que fue detenido por la Gestapo, entró el 27 de enero de 1941 (el día de su 20 cumpleaños), era un rojo español, nacido el 27 de enero de 1921, es hombre, soltero, de nacionalidad española, de oficio zapatero y podía dedicarles a albañil. "Al enseñarlo a los historiadores españoles como Víctor Peñalver o Manuel Torres me han dicho que es el primero que ven y creen que es muy valioso", concluye.

De los campos de trabajo franceses al centro de exterminio austriaco

La historia del abuelo y bisabuelos de Judith Miralles es la de miles de españoles que se exiliaron en la guerra civil, pasaron por el centro de Argeles, desde donde los trasladaron a campos de trabajo junto al Ejército francés y acabaron reunidos en el campo de concentración austriaco de Mauthasen. Allí murieron 4.816, un 64% de los encerrados, y de ellos 649 eran aragoneses. Sobre todo fallecieron en Gusen, un subcampo donde fueron a parar 5.266, de los que 3.959 fueron asesinados.

"Mi abuelo y mi bisabuelo pasaron por varios campos desde la línea Maginot hasta el suroeste, en Belfort, y allí fueron detenidos por la Gestapo. Estaban a punto de llegar a la frontera suiza porque se había escapado mi abuelo del campo con dos amigos de mi abuelo (Antonio Sospedra y Mariano Año), pero los cogieron y los trasladaron al campo Stalag 11 B, en Fallingbostel (Alemania), desde donde los llevaron a Mauthausen", recuerda.

Su abuelo solo nombraba a sus amigos Antonio y Mariano, pero no recordaba sus apellidos hasta que su nieta lo logró con la ayuda del periodista Carlos Hernández de Miguel, autor de ‘Los últimos españoles de Mauthausen’ (Ediciones B), quien le dejó la lista 34, con "los presos de guerra franceses". "Mi abuelo era de Murcia, aunque acabó viviendo en Villamayor (Zaragoza), y sus amigos eran de Alcalá de Xivert (Castellón), que los localicé en archivos y entrevistas", señala.

A José Egea Pujante, quien falleció en 2010 con 89 años tras ser homenajeado por el Gobierno de Aragón, lo llevaron en abril de 1945 desde Mauthausen al subcampo de Gusen, lo que era el preludio de acabar en el crematorio. Estaba en un túnel fabricando armas y los nazis querían volarlo. Los presos se negaron y el 5 de mayo fueron liberados por las tropas de Estados Unidos.

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