Ocho aragoneses sufren un ictus cada día

En el día mundial, los pacientes solicitan la apertura de la unidad del Clínico, pendiente desde 2009.

Juan Carlos Millán con su logopeda Marta, que le ayuda en su rehabilitación.
Juan Carlos Millán con su logopeda Marta, que le ayuda en su rehabilitación.
Oliver Duch

Ocho aragoneses sufren un ictus cada día. Esto supone que alrededor de 3.000 padecerán al año esta enfermedad cerebrovascular, que se mantiene como la segunda causa de muerte y la primera de discapacidad adquirida en el adulto. En el día mundial de esta patología, los pacientes volvieron a alzar ayer la voz para concienciar a la sociedad de la importancia de prevenir esta patología y pedir más medios para mejorar su atención.

El ictus no es una enfermedad que afecta solo a mayores. En los últimos años han aumentado los casos en personas con edades comprendidas entre los 20 y 64 años. Los trabajos de prevención, detección precoz y atención rápida han conseguido reducir la mortalidad, aunque las enfermedades cerebrovasculares todavía son la causa del 8% de las defunciones, según la Sociedad Española de Neurología (SEN).

Por ello, desde las asociaciones de pacientes y profesionales sanitarios se insiste en recalcar que el ictus es una "urgencia médica" y se trabaja en dar a conocer los síntomas para que los pacientes sean capaces de reconocerlos cuanto antes.

Entre los más frecuentes, están la pérdida de fuerza repentina de la cara, brazo o pierna de un lado del cuerpo, el trastorno repentino de la sensibilidad, la sensación de acorchamiento u hormigueo, la pérdida súbita de visión parcial o total, la dificultad para expresarse... "Ante cualquier síntoma se debe acudir al médico. El tiempo es fundamental", explicó la adjunta a la dirección de la Asociación Ictus de Aragón (AIDA), Paloma Peña, que recordó, no obstante, que gracias a la implantación del código ictus en Aragón hace nueve años se ha mejorado la atención y se ha reducido la mortalidad.

Mejorar la atención

No obstante, Peña reconoció que todavía queda mucho por hacer. De hecho, la entidad leyó un manifiesto en la plaza de San Francisco de Zaragoza, en el que plasmaron algunas de sus reivindicaciones. Pidieron al Salud que volviera recordar a los médicos del medio rural el código ictus. Pero, además, reclamaron la apertura de una unidad específica para esta enfermedad en el hospital Clínico de Zaragoza, pendiente desde 2009, y dotar al resto de personal de enfermería.

Además, la portavoz de Aida hizo hincapié en la necesidad de homogeneizar el "acceso" a la rehabilitación en todos los sectores y en mejorar aquella destinada a la detección precoz de las secuelas cognitivas. "Se hace mucho hincapié en las físicas, pero estas también son importantes", señaló Paloma Peña.

La consejera de Sanidad, Pilar Ventura, visitó las carpas informativas que instaló la Asociación Aida en la plaza de San Francisco. Aseguró que "el tiempo es oro cuando hablamos de ictus" y destacó el compromiso del Departamento con el tratamiento de esta enfermedad. Desde Sanidad se recordó la incorporación en 2016 en la cartera de servicios del tratamiento endovascular del ictus (que consiste en la extracción mecánica del trombo permitiendo la recanalización del vaso) para todos los pacientes de la Comunidad.

Hoy, la asociación Aida ha organizado una jornada en la que cuatro profesionales sanitarios hablarán del ictus en el medio rural, la actuación del médico ante una urgencia de ictus, la prevención del riesgo vascular y las perspectivas terapéuticas en el ictus. Es a las 18.00 en el Patio de la Infanta de Ibercaja de Zaragoza.

"Noté que no podía mover una parte del cuerpo"

El ictus sorprendió a Juan Carlos Millán camino del trabajo el día de su cumpleaños. Aquel 19 de enero de 2017 sintió que algo fallaba en su cuerpo: su brazo y su pierna no le respondían. "Tampoco podía hablar ni entender lo que me decían. Me dio tiempo de volver a casa y que mi mujer llamara a una ambulancia, donde tuve una parada cardiaca", recuerda. Fueron cuatro meses duros en el hospital, donde hizo parte de su rehabilitación. La continuó en la Asociación Aida, donde su logopeda Marta Mañeru le ayuda a terminar de recuperarse.

"Me preocupa pensar qué me viene encima, qué es lo que voy a recuperar y cuánto. Poder expresarme, hablar bien y de forma espontánea. Me gustaría volver a hablar con emoción", admite. Juan Carlos asegura que una de las partes más duras del proceso es cómo ha afectado a su familia. "Ahora veo que es una continuación de mi vida y pienso en el día a día", concluye.

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