Belmonte de San José, el pueblo que te deja de piedra

La belleza de sus calles, el majestuoso edificio consistorial, la iglesia y su órgano barroco, los arcos, las flores y la nevera restaurada hacen de esta localidad un disfrute para los sentidos.

Alberto Bayod, en la nevera de Belmonte.
Alberto Bayod, en la nevera de Belmonte.
Laura Uranga

El casco urbano de Belmonte de San José es un bello e intrincado conglomerado de calles con la piedra como protagonista que, como por arte de magia, aparece adornado por flores durante todo el año, incluso en los meses más insólitos para tal fenómeno. Así lo afirma Alberto Bayod, historiador y ensayista belmontino, para quien el mayor atractivo de su pueblo –a pesar de los numerosos referentes de patrimonio histórico que atesora– reside en una acción. "Lo más bonito de Belmonte es callejear, darse una vuelta y admirar la piedra en sus mil formas, creo que es nuestro gran tesoro. Yendo a cosas concretas, la Casa Consistorial está ya en el final del proceso de catalogación como Bien de Interés; además, tiene a nivel calle una cárcel de la ruta del Bajo Aragón y el Matarraña. Se aspira a que la iglesia del Salvador, con su fantástico órgano y una torre altísima, también lo sea. No nos podemos olvidar de la nevera, de los diferentes portales que cerraban el pueblo en el XIX con el de Soldevila como vestigio original, las casonas del XVI y XVII, las escaleras de piedra de la calle La Vicaría, jalonada de flores... muchas cosas".

La ruta de las bóvedas del frío del Bajo Aragón surgió de Belmonte de San José. Alberto lo detalla. "En una charla con Omezyma, el grupo de desarrollo rural de la zona con ámbito de influencia en el Bajo Aragón y el Matarraña, se planteó que la rehabilitación de la nevera de Belmonte podía extenderse a un proyecto más ambicioso. Era 1993 cuando conseguimos culminar la obra; fue la primera que se restauró en Aragón, junto a la Culroya de Fuendetodos… quisimos darle contenido al continente y contar bien esa actividad preindustrial que había desaparecido. En varios puntos de la zona se plantearon rehabilitar las suyas, y así fue caminando todo, combinando la información en cada una para que se hiciese una ruta que no resultara repetitiva".

Valdealgorfa, La Mata de los Olmos, Calanda, Cañada de Verich y La Ginebrosa (que tiene dos) son las otras paradas de la ruta. "Por si fuera poco –recuerda Alberto– bajo la oficina de Turismo de Alcañiz existía un almacén de hielo, una nevería comercial, que recogía producto de las tres neveras de la localidad. Al ir a vender el proyecto había una sensibilización natural".

Una belleza para la vista

La nevera de Belmonte está hecha de piedra seca en las paredes y tosca (calcárea, sin mucho peso) en la bóveda, una elección del alarife que Alberto califica de muy hábil. Presenta dos nervios de sostén en piedra de sillería y una abertura ladeada. Todo es original, menos la entrada; se sabe que en 1636 ya existía, certeza que viene de un hecho luctuoso; la muerte accidental de un trabajador en ella. Había 300 toneladas de basura antes de la recuperación; hubo que abrir la nevera en canal, cavar una zanja y sacar el material con una ‘bobcat’ hasta habilitar el desagüe, pozo ciego de 6 metros.

Actividad diversa

El pueblo sigue dependiendo del sector primario, muy concentrado en pocas personas a nivel profesional, aunque hay bastantes tierras de complemento a la actividad principal de los vecinos. En ganadería hay una cabaña de ovino y tres granjas porcinas.

En materia de turismo se cuenta con el bar-restaurante El Bello Rincón, la antigua casa de la cofradía; hay una tienda de multiservicio que lleva una persona del pueblo, servicios semanales de alimentación que llegan de Alcañiz y otros puntos y una opción de turismo rural, La Casa de Belmonte. "Hay gente que trabaja desde casa y puede vivir aquí sin problema, como una chica belga, Nele; su pareja es de Belmonte, Paco, y tienen un hijo  Hay mucha gente a caballo de Belmonte y Alcañiz por trabajo.

El órgano de la iglesia es otra joya. "Es del XVIII –explica Alberto– y fue construido por los hermanos Turull. Resistió a la guerra civil: hubo parte de la población que se negó a que se quemase, como pretendían las tropas que ocuparon el templo; se pensó que podía usarse en fiestas o lo que fuera. Gracias a eso conservamos uno de los mejores órganos barrocos de Aragón. Entre nuestros vecinos tenemos además a un profesor de órgano, Jaime Antonio; está jubilado y vive en Barcelona, pero viene mucho y lo toca habitualmente. Y muy bien".

El regeneracionista Juan Pío Membrado dejó huella en media España sin marcharse de casa

La familia Membrado es una de las ilustres de Belmonte; de eso no cabe la menor duda, y no se debe únicamente a sus posesiones materiales, sino al calado de uno de sus miembros. Juan Pío Membrado y Ejerique, fundador del Fomento del Bajo Aragón, fue un escritor y periodista del regeneracionismo nacido en el pueblo en 1851, y último miembro de esta rama de su familia, ya que murió soltero en Belmonte en 1923.  licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza, vivió la mayor parte de su vida en el pueblo, dedicado a las labores del campo y la hacienda agrícola familiar, lo que no fue óbice para que colaborase con medios de comunicación de toda España y diese numerosas conferencias, sobre todo en Zaragoza, Su biblioteca personal, su despacho y su alcoba están muy bien conservados, casi como si fuera un museo. En el despacho se conserva además la biblioteca de Mariano Membrado Soro ‘el cura Membrado’ (1808-1865) y un buen número de fotografías. Hay una reja muy bonita en la casa principal de los Membrado a la que se llama ‘la reja parlante’, porque un antepasado suyo puso en ella la frase ‘soy de Matías Membrado’, junto al año en el que se grabó tal manifiesto, 1743. Actualmente, esa reja es una de las fotografías más buscadas por los visitantes del pueblo.

En la mayoría de las obras de Membrado se puede apreciar su amor por la naturaleza y el afán de mejora que exhibía a la hora de analizar el entorno rural. Libros como ‘El porvenir de mi pueblo. Batalla a la centralización’ (1907) son especialmente significativos en este sentido.

Los imprescindibles

Calle La Vicaría

Es una de las más bonitas de Belmonte: la escalinata de piedra sube hacia el ayuntamiento, con la vista de la torre del Salvador al fondo. Nunca faltan plantas y flores en sus aproximadamente cincuenta metros de largura

Portal del Soldevila

De los cinco accesos fortificadas de la villa, el del Soldevila (en la parte baja, foto) es el que mantiene más elementos originales. También es notable el llamado Mirador del Palio en la zona alta, donde se va a vigilar las tormentas.

Las ermitas

A Belmonte se le llama popularmente el pueblo de las siete ermitas; las más conocidas son la de Santa Bárbara, San José y el Calvario, pero también destacan la del Pilar y la de los Santos Cosme y Damián.

- Ir al especial Aragón, pueblo a pueblo.


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