Zaragoza: haz turismo en tu ciudad

La capital aragonesa es una ciudad cargada de historia, y testigo de ello son sus calles,  monumentos, tradiciones y costumbres.

Vista de la Basílica del Pilar, el puente de Piedra y el de Hierro
Vista de la Basílica del Pilar, el puente de Piedra y el de Hierro
HERALDO

Este 2018 estamos celebrando el año europeo del patrimonio cultural, pero ¿qué es eso del patrimonio? Pues para decirlo en pocas palabras, nuestro patrimonio es nuestra herencia, lo que recibimos de nuestros padres, y estos de los suyos, y estos a su vez de nuestros bisabuelos, tatarabuelos… Y no me refiero solo a lo que todos entendemos como herencia (unos pendientes de la abuela, un reloj del abuelo, un apartamento en la playa, una carta de amor que nuestros padres se mandaron de jóvenes o cualquier otra cosa que los nuestros nos puedan dejar al morir), sino a algo más que nos van transmitiendo poco a poco, casi sin enterarnos, desde el momento en que nacemos: nuestras costumbres y nuestras tradiciones, lo que comemos y por qué lo comemos en una época del año y no en otra (guirlache en Navidad, torrijas en Semana Santa, buñuelos para Todos los Santos…), lo que nos gusta cantar cuando estamos juntos celebrando cualquier cosa, las historias que nos cuentan de pequeños y que nosotros transmitiremos a los que vengan después, salir a la ofrenda el día del Pilar o correr delante de los cabezudos… Todo eso y mucho más (los edificios, las calles, las tiendas históricas, los restos arqueológicos, los museos) forma parte de nuestra herencia común, la que compartimos todos, esa creación extraordinaria que conocemos como “Zaragoza” y que es el resultado de un proceso de creación y destrucción (que de todo ha habido) de más de 2.000 años, nada más y nada menos.

Cada época de la historia de Zaragoza, cada uno de los que han pasado por aquí, nos ha dejado algo: tenemos restos, y algunos muy importantes, de la Salduie ibérica (aún pocos y no demasiado bien conocidos, es verdad), de la Caesaraugusta romana, de la Cesaracosta visigoda, la Saraqusta árabe, la Çaragoça que fue capital del reino de Aragón y de Zaragoza, el nombre que nuestra ciudad tiene desde hace ya mucho tiempo. Y eso a pesar de que desde la Guerra de la Independencia comenzó un proceso de destrucción que lamentablemente aún continúa.

Primero fueron los franceses, que en los Sitios de 1808 y 1809 destruyeron una gran cantidad de edificios importantísimos (se perdió entonces, por ejemplo, la Diputación del Reino de Aragón, con el archivo del Reino; quedó bastante destruido el monasterio de Santa Engracia, el Hospital de Gracia, muchos monasterios, una enorme cantidad de casas y palacios); luego vinieron años duros y la ciudad no se pudo plantear recuperar los que no habían quedado tan mal, con lo que se acabó derribándolos; con la Desamortización de Mendizábal, en 1835, muchos bienes de la Iglesia fueron expropiados por el Estado y se vendieron a particulares, perdiéndose entonces otra parte importantísima de nuestra historia (muchos se acabaron tirando también, y gran parte del patrimonio mueble que había en su interior se perdió o fue malvendido)… y desde entonces la desidia de muchos de los ayuntamientos o la especulación urbanística han acabado por destruir mucho más (no todo es culpa de los ejércitos de Napoleón, como podéis ver).

Pero no todo es negativo, ni mucho menos, pues en estos dos últimos siglos también ha habido momentos en los que se ha construido mucho y bueno, como los años finales del siglo XIX y la primera década del siglo XX, en la que tuvo lugar la Exposición Hispano-Francesa de 1908 (en aquellos años se hicieron, por ejemplo, edificios tan estupendos como el Matadero, la facultad de Medicina y Ciencias, a la que todo el mundo conoce hoy como el Paraninfo, o el fantástico Mercado Central, modernísimo para su época), los años 80 y 90 (con el Auditorio, el Museo Pablo Gargallo y el Pablo Serrano, el Museo del Foro) o la primera década del XXI, en la que la ciudad vivió una transformación que dejó una huella muy positiva (el resto de los museos romanos que forman la ruta de Caesaraugusta, el Centro de Historia, todo lo relacionado con la Expo 2008).

Una ciudad es como una persona, y en su larguísima vida hay de todo, bueno, malo y regular, y la vida de Zaragoza es tan larga y tan intensa que a pesar de todo sigue conservando un patrimonio extraordinario, y es responsabilidad de todos los zaragozanos, también de cada uno de los que leéis esto, protegerlo, conservarlo y transmitirlo a los que vendrán después, además de mejorarlo y añadir nuestra propia contribución. Pero para poder hacer eso hay que conocerlo, porque es la única forma de disfrutar de él y llegar a quererlo. Como todo lo que merece la pena supone un esfuerzo, pero compensa. ¿Os animáis a descubrirlo?

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