Heraldo del Campo

Trabajo y tesón para conseguir el dulce sueño de no salir del pueblo

Carmen y Luisa Pablo están al frente de mermeladas La Vicora, un proyecto que permite asentar población en Sediles, un municipio de apenas cien vecinos.

Carmen y su hermana Luisa son las responsables de este proyecto agroalimentario.
Carmen y su hermana Luisa son las responsables de este proyecto agroalimentario.
La Vicora

En los años cincuenta y sesenta, muchos pueblos aragoneses vieron como sus vecinos se marchaban a la gran ciudad en busca de mejores oportunidades laborales y personales. Fue el caso de Aurelio, padre de Carmen y Luisa Pablo, responsables de la empresa de mermeladas La Vicora, quien se desplazó desde la pequeña localidad zaragozana de Sediles hasta Gerona en busca de un porvenir para él y su familia. A partir de ese momento, el pueblo se convirtió para todos ellos en el lugar de sus anhelos y cuando se jubiló tuvo claro que ese era su destino final.

Sus hijos habían pasado en este rincón de la comarca Comunidad de Calatayud todas las vacaciones, puentes y días festivos y sus mejores recuerdos de la infancia tenían como escenario sus calles y plazas. Por eso a nadie le extrañó que Luisa se quisiera instalar aquí, movida por el amor y también por el deseo de emprender una vida más tranquila, fuera del estrés de la gran ciudad. Fue en el año 1998 y poco después, en el 2000, su hermana Carmen siguió el ejemplo de toda la familia.

«Nuestro empeño era poder vivir en el pueblo y no tener que ir a buscar trabajo a la ciudad y de esa idea surgió la posibilidad de abrir una casa de turismo rural, Sierra Vicor. Poco a poco, con el consejo de mi madre y algunas vecinas del pueblo me animé a hacer las mermeladas que consumían nuestros clientes y que luego me preguntaban dónde podrían comprarlas», apunta Carmen.

Una cosa llevó a la otra y hoy en día, Luisa y Carmen producen cada temporada una media de 10.000 botes de mermelada artesana, elaborada a base de frutas del pueblo o zonas colindantes, hortalizas y frutos silvestres que ellas mismas recolectan. Producción que venden principalmente en tiendas aragonesas, aunque también tienen en otros rincones, como Bilbao o Gerona. «Es un trabajo muy manual, que exige mucha paciencia y dedicación, pero a nosotras nos encanta hacerlo y a la gente le gusta el resultado final. Además, lo más importante de todo es que este proyecto es el medio que nos permite vivir en el pueblo, donde nuestros hijos disfrutan de una calidad de vida que no podrían tener en una gran ciudad. Estamos encantadas, porque tenemos toda la libertad del mundo y estamos cerca de Zaragoza y Calatayud, de manera que podemos disfrutar de todos los servicios sin salir de nuestro entorno», matiza Carmen.

Ambas, han conseguido, con sus proyectos de agroalimentación y turismo rural, asentar población en una zona donde ver correr a los niños por las calles parece cada día más difícil. Ellas aportan su granito de arena con dos niños, Jesús y Eloy, hijos de Carmen, y con dos niñas, Lidia y Marta, herederas de Luisa, que no saben todavía si continuarán con este dulce negocio familiar que les permite vivir donde más les gusta.

Más información en el Suplemento Heraldo del Campo

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