Del Aneto y otras obsesiones

El afán expansionista del secesionismo catalán tiene fijación con el techo de los Pirineos.

La cruz del Aneto vandalizada por los secesionistas.
La cruz del Aneto vandalizada por los secesionistas.
HERALDO TV

La obsesión del independentismo catalán por el Aneto no es nueva. El Club Excursionista de Cataluña colocó en su cima, en la primera mitad del siglo pasado, la gran cruz que apareció vandálicamente pintada de amarillo el pasado lunes. El Club se arrogaba, graciosamente, la posesión de la cumbre del Aneto. Y los montañeros aragoneses, para reafirmar que el Aneto es aragonés y, claro, español, entronizaron en la cima la imagen de la Virgen del Pilar que desde 1956 dibuja el perfil inconfundible del techo de los Pirineos. Claro que el afán expansionista y la apropiación de lo ajeno -sean montañas, acontecimientos históricos o retablos románicos- no cesó. En agosto de 1999, Jordi Pujol, que todavía iba de muy honorable, convocó las elecciones autonómicas de Cataluña desde el Aneto. Eran gestos inquietantes, que presagiaban lo que estaba por venir.

El triste desprecio de la legalidad y la violencia que estos días se han adueñado de las calles de Barcelona describen lo que pasa cuando se pisotean las normas de convivencia. Un año después del discurso que pronunció Felipe VI en defensa de la Constitución y de la legalidad democrática, sus palabras siguen absolutamente vigentes. No hay que tocar una coma de una intervención que devolvió el ánimo a una ciudadanía desalentada ante el intento de fractura de España. Y toca a los políticos reflexionar sobre un mensaje tan atinado.