Fombuena: el pueblo sanador

Fombuena pasó la década de los setenta sin luz eléctrica;volvió en 1982, el agua corriente arribó en 1984 y el pueblo posee una atmósfera única, que sus habitantes consideran sanadora.

Dice María José Melguizo, hija del pueblo de Fombuena, que la localidad tiene poderes de sanación. "Gente que se mueve muy poco en la ciudad campa a sus anchas aquí, con el aire puro que tenemos; mira mi padre, ¿te acuerdas de él?".

El aludido por la afirmación, que corrobora con una sonrisa en el rostro, es el alcalde Carlos Jaime Mainar; la que concluye la próxima primavera será su cuarta legislatura en el cargo, al que accedió en 2003. "Ya me estoy haciendo mayor, aunque de los que estamos hoy aquí igual soy el más joven a mis 70 años –bromea– pero en algunos momentos me canso; otros te dices que aún se pueden hacer cosas. Cuando llegué me creía que iba a cambiar todo, traía muchísimas energías. Poco a poco te vas calmando, llámale como quieras; se hace lo que se puede. Al llegar yo había 54 expedientes de ruina, 54 casas que se desescombraron hacia 2005, recuerdo hileras de camiones llevando los restos de los edificios ‘escachaos’, que ocupaban manzanas enteras; con todo limpio, la gente invirtió en construir y el pueblo se levantó".

Fombuena: el pueblo sanador

El primer edil tiene un reto pendiente de conclusión. "El último escollo es la iglesia, nuestra parroquia de la Asunción, la seña de identidad del pueblo; en esta última fase no se obtuvo la financiación que esperábamos y hemos hecho una parte, pero falta. Tengo 70 años y me dicen ‘espérate, espérate, que la iglesia de mi pueblo también está así’, pero el tiempo no sobra a esta edad. Mi madre, que murió en noviembre pasado, siempre me decía que no quería ver su iglesia caída".

Carlos Jaime se fue a Zaragoza a los 16 años, pero sus padres se quedaron; nunca dejaron Fombuena, incluyendo doce años de estancia sin luz eléctrica. "Fombuena fue siempre mi referencia, siempre seguí viniendo. Como alcalde tengo el orgullo de la ayuda que ha prestado mucha gente, manteniendo el lazo con Fombuena, que cuando llegué había 18 personas censadas y ahora somos el triple, aunque en invierno quedamos muy pocos, es la realidad. Seguro que os dicen cosas parecidas en muchas partes; aquí también hubo estampida en los sesenta, aquí fue cuando se acabó el carbón vegetal. Mi padre se quedó precisamente porque se fueron todos, y alguien tenía que trabajar la tierra y apacentar el ganado. Yo le hice una paridera, por cierto, cuando iba viniendo".

A oscuras

La despoblación en la década de los sesenta trajo aparejada una consecuencia letal; se fue la luz, literalmente. "El agua corriente –aclara Carlos Jaime– llegó en 1984, pero es que la luz eléctrica se puso otra vez en el 82, fueron doce años de espera. Había una línea de postes de madera que necesitaba reparaciones, y la compañía pensaba que el pueblo no era capaz de costearlas. Dijeron que venían a llevarse el transformador para repararlo, y nunca volvieron. Así que fueron cuatro años con un camping gas y ocho con un grupo electrógeno que encendían al caer el sol y hasta la hora de dormir, para apagarlo después".

No hay negocios en el pueblo, más allá de dos casas rurales. "Hubo casa rural con comedor desde antes de la Expo, bromeábamos porque teníamos un restaurante en el pueblo, pero esa ya no está activa; hay dos más, Los Serrano y Marta & José. Intentamos traer un herrero porque íbamos a restaurar una fragua: el artista José Azul, de Burbáguena. Le dimos vueltas al asunto porque él mostró interés, pero finalmente decidió quedarse en su pueblo; nuestro local era pequeño. También hemos trabajado muy a gusto con Jesús Sancho, que ha estado pintando la iglesia en verano, es un buen restaurador con una gran actitud".

En la reunión del centro social, llamado La Casa del Cura, se reúnen algunos de los que están todos años y otros que pasan los meses de verano en Fombuena. "La fiestas –comenta Pedro, uno de los congregados– son de Bartolomé, ese día se hace misa baturra en la iglesia; el resto del año es en una capilla externa. En invierno también celebramos por San Vicente, y tenemos nuestro turno de romería a la Virgen de Herrera, la última semana de mayo, con rancho incluido. También está la Fuente del Espino, que da nombre a la asociación cultural del pueblo; han recopilado hace poco otros sitios de interés, como las antiguas minas de cobre".

Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer estuvo brevemente como sacerdote en Fombuena, y los más veteranos lo recuerdan por recuerdos familiares, aunque no lo vivieran. "Fue el segundo pueblo al que lo mandaron, vino con una mula desde Mainar a sustituir unos días a mosén Leandro, que era el párroco y vivía en Badules, pero estaba enfermo en la Semana Santa de 1927".

La peña con su carrasca

La piedra del Tormo, un peñasco coronado por una carrasca a las afueras del pueblo, es una imagen típica de Fombuena y monumento natural local. "Solo hay tres peñascos con árbol arriba en Aragón; además, este lleva habitado unos años, tenemos uno o dos buitres que viven y crían ahí, es un gran bloque de cuarcita, y alrededor hay terreno volcánico. Antes también tenía una noguera arriba, pero la secó un rayo. Un amigo alemán, Peter, que era profesor universitario, traía cada año un autobús con los alumnos para verla y recorrer nuestras piedras más relevantes".

Los imprescindibles

Pregonero Lirrojo

El mago zaragozano Pepe Lirrojo, cofundador junto a Pepín Banzo de El Sótano Mágico, fue este año el pregonero de las patronales de San Bartolomé en Fombuena. Además, deleitó a los presentes con excelentes trucos.

Parroquia de la Asunción

Está construida con ladrillo y mampostería, y data de mediados del siglo XVII; consta de tres naves separadas por pilastras cuadradas y acanaladas. La mayoría de los retablos son de la misma época de la iglesia.

Fombuena de fuentes

El nombre del pueblo no es fruto de la casualidad semántica; de hecho, tradicionalmente se atribuye a la cantidad de manantiales que se encuentran en el término municipal, situado entre las sierras del Peco y de Herrera.

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