Lanaja: Apuesta histórica y danzantes con ganas de innovar

Lanaja es famoso por la recuperación de la carrera entre un caballo y atletas a pie o bici; además, el dance local rompió moldes en la igualdad de relevancia entre hombres y mujeres.

Carlos Ferrer y su hijo, Daniel, junto al alcalde de Lanaja, Gerardo Castillo, y sus dos caballos, Mayoral y Pincel
Carlos Ferrer y su hijo, Daniel, junto al alcalde de Lanaja, Gerardo Castillo, y sus dos caballos, Mayoral y Pincel
Patricia Puértolas

Lanaja es un pueblo de tradiciones vivas. El adjetivo no es accesorio; aquí sus promotores se toman muy en serio la necesidad de "innovar y sorprender", ya que, según explican, "es la única forma de mantener la vitalidad de nuestros actos más singulares". Así lo asegura uno de los grandes conocedores de la historia de este municipio, Macario Andreu, integrante del grupo local de dance y, en su día, promotor de la recuperación de un acto único: el popular desafío hombre contra caballo.

Ambas actividades tienen lugar en las fiestas patronales de San Mateo, que empiezan este jueves y durarán hasta el próximo lunes, y son un ejemplo de ese ánimo de renovación y mejora. El desafío entre corredor y equino tiene su origen en una legendaria apuesta; en 1950, el entonces alcalde de Lanaja, Jesús Abad, apostó con el médico local Serafín Gazol a que el vencedor de la carrera pedestre sería capaz de batir a un caballo. El hombre de aquella primera edición fue Alberto Murillo, de Leciñena, y el equino fue montado por Jenaro Cazcarro. La carrera constó de 25 vueltas y ganó el caballo.

Tras un largo parón, los vecinos decidieron recuperar esta actividad en el año 1995 y desde entonces, han apostado por la innovación, cambiando las reglas del juego, siempre con el fin de "favorecer el espectáculo y sorprender al público", indica Macario. Así, como ejemplo, el caballo ha llegado a enfrentarse con experimentados ciclistas o con un equipo mixto de relevistas, del que formaron parte hombres y mujeres. También hubo una edición totalmente femenina. Además de ello, los organizadores incluyen alguna dificultad añadida para el caballo, con el ánimo de equilibrar las fuerzas. A pesar de estas modificaciones, la balanza está a favor del equino, que ha ganado gran parte de los desafíos.

La prueba ha contado con atletas de alto nivel como el olímpico Eliseo Martín, de Monzón, que participó en el equipo de relevistas de la edición del año 1996; frente a los corredores estuvo una yegua, Alteza, y su jinete, Ignacio Borraz, quien junto a su esposa Elisa Martín se encarga de  promover la actividad año tras año. A un paso de formar parte de esta singular actividad se ha quedado este año Carlos Ferrer, de Lanaja, y su caballo, Mayoral, tras sufrir una caída cuando se preparaban para participar en el desafío. A pesar del revés, brazo en cabestrillo, el jinete local ya sueña con tener una nueva oportunidad.

Lanaja: Apuesta histórica y danzantes con ganas de innovar

Mujeres pioneras

Otro ejemplo del dinamismo de las tradiciones locales está en el propio dance. Aunque preserva su esencia, la formación intenta innovar con la introducción de versos e instrumentos añadidos; además, está abierta a los cambios, algo que ya demostró durante la década de los años 70, siendo la primera formación de este tipo "en aceptar y, además, sin ningún reparo" la incorporación de mujeres, según explica Macario, que ejerce de gaitero en la formación.

A su lado, está el mayoral del grupo, Ángel Condón, igual de orgulloso de la igualdad entre hombres y mujeres. A su juicio, lo único que falta "es una mayor implicación de los jóvenes, que se saltan algún que otro ensayo", señala. A pesar de ello, cuentan con una amplia cantera, lo que asegura la continuidad de esta tradición, cuyo origen se pierde en el tiempo. El dance se interpreta el día de San Mateo. Además de la colocación de las cintas, la actuación incluye la pastorada entre el mayoral y el rabadán, a la que sigue la interpretación de varias mudanzas. La parte más dinámica son los dichos, que repasan en tono jocoso las vivencias vecinales y la actualidad del pueblo. Para sus integrantes, se trata de una jornada "especial y emocionante, ya que es algo que hemos vivido desde críos", señala el mayoral.

Una vocación

El alcalde del municipio, Gerardo Castillo, tomó el bastón de mando tras el fallecimiento de su antecesor en marzo de 2017, Armando Borraz, con el que compartía su pasión por Lanaja, así como una profunda vocación de servicio público; esto le llevó a ser durante varios años el presidente de la asociación local de mayores. "Aquí estamos para trabajar y sumar; todo lo hacemos por el bien de nuestro pueblo y nuestros vecinos", señala el edil.

Para asegurar el futuro de Lanaja, Castillo tiene claro que necesitan garantizar su bien más preciado, el agua, y tiene la mirada puesta en la futura concentración y modernización del sector agrario; esto permitirá el crecimiento de la producción y, en consecuencia, de la propia cooperativa local, que acaba de celebrar su 25 aniversario. También apuesta por algún proyecto de transformación ligado al sector porcino. Todo se encamina a poner freno a la despoblación. El municipio está formado por tres poblaciones: la principal, Lanaja,  y dos pedanías, los pueblos de colonización de Cantalobos y Orillena.

Una bodega que tiene como meta embotellar el paisaje de Los Monegros

Hace varias décadas, los caldos de este municipio monegrino eran muy populares, especialmente al ajustarse a los gustos de la época, ya que poseían una alta graduación. Antes de que la llegada del regadío cambiara gran parte del paisaje, la mayoría de las familias tenían viñas. El alcalde del municipio, Gerardo Castillo, recuerda que su abuelo contaba con 25.000 cepas, prácticamente el doble de las que suma la bodega de Fernando Mir, de Lanaja, principal impulsor de la recuperación de la tradición vinícola de este municipio. Con producción artesanal, este emprendedor ha conseguido guardar la esencia de aquellos vinos, reflejo de la propia dureza y singularidad de Los Monegros. De hecho, su objetivo es «embotellar el paisaje de nuestra tierra», señala. El nombre de la bodega, que se denomina ‘El Vino del Desierto’, es toda una declaración de intenciones. En la actualidad, cuenta con una producción de 9.000 botellas, 6.000 de tinto (Duna) y 3.000 de blanco (Sed). La demanda supera la oferta y por ello, tiene prevista una ampliación, que permitirá mayor difusión a un vino único.

Monolitos para recordar la lucha de las canalistas y el trabajo de Don Félix

Lanaja tiene muy presente su historia más próxima y además, es agradecida con sus protagonistas. Dentro de ellos y con un sitial muy elevado está el sacerdote don Félix Rufas (1931-2004), que fue nombrado hijo adoptivo de la villa y dejó una profunda huella entre sus habitantes. Según detallan los vecinos, don Félix fue un ejemplo de sencillez, trabajo y compromiso; impulsó un grupo sindical, una cooperativa de jóvenes tejedoras y una academia parroquial. También llevó a cabo estudios sobre el patrimonio monegrino y favoreció la vida social y cultural de Lanaja. Hay un monolito en su memoria junto a la iglesia.

En 2015, coincidiendo con su centenario, la asociación local de mujeres también creó un monumento en recuerdo de las denominadas ‘canalistas’, que formaron parte de una histórica reivindicación llevada a cabo en 1915; la fecha confiere aún más valor a la iniciativa. En total fueron unas veinte mujeres las que marcharon andando o en carro hasta la ciudad de Huesca donde, junto a otros grupos femeninos, reclamaron el fin de las anunciadas obras de regadío, hartas de la falta de trabajo y en consecuencia, del hambre que asolaba al medio rural.

Los imprescindibles

El pozo de hielo

De forma cilíndrica y construido en sillarejo de caliza, es de grandes dimensiones, con más de 6 metros de diámetro y 20 de profundidad. Antiguamente se utilizaba para conservar el hielo que se recogía durante la época invernal.

Corral de la Nica

Mariano Gavín Suñén (1838-1875), apodado El Cucaracha, cayó muerto en el corral de La Nica de Lanaja, junto a varios de sus compinches, víctimas de una emboscada y tras ser envenados con un vino elaborado por el boticario local.

El búnker

Durante la Guerra Civil española integraba una línea defensiva contra las incursiones del ejército sublevado. Es de hormigón armado y cuenta con un ángulo de observación de 180 grados, lo que permite controlar un vasto territorio.

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