Azlor: el pueblo que surgió de la piedra arenisca

Azlor cuenta con servicios de primera necesidad para ofrecer buena calidad de vida a sus vecinos. El Ayuntamiento está rehabilitando la histórica Casa Barón para ofertar pisos de alquiler.

Los aljibes llamados 'baños moros', muy apreciados en el municipio y en la zona.
Los aljibes llamados 'baños moros', muy apreciados en el municipio y en la zona.
José Luis Pano

A la sombra de una gran roca inclinada de arenisca creció la localidad de Azlor, enclavada la carretera A–1231 que lleva a la sierra de Guara desde la N–240, cuyo nombre (al igual que el de sus vecinos Azara o Abiego) evoca orígenes árabes. En su iglesia parroquial del siglo XVI, de estilo gótico aragonés con portada renacentista, luce desde hace unos años cúpula nueva; durante decenios, los vecinos de esta localidad tuvieron que acostumbrarse a las vistas de una "torre capada", como cuenta la alcaldesa Maribel de Pablo. Fue una obra muy celebrada, y conseguida en los tiempos en los que De Pablo fue diputada en las Cortes con el anterior gobierno socialista. Ahora, la torre es una invitación más para descubrir este pequeño pueblo agrícola del Somontano de 153 habitantes, lleno de pasado y futuro como demuestran los niños que corretean en los días de verano por la plaza de la fuente o por las piscinas.

Sorprende la fisonomía de Azlor, cuyos primeros pobladores fueron ganando terreno a la gran mole arenisca sobre la que se asienta. Así, la villa medieval brinda coquetos rincones con escalones de piedra de roca, convertidos en auténticos patios cordobeses por su ornamentación floral.

"La situación actual no puede ser más positiva, y una vez que cambiemos la báscula y la ubiquemos más próxima a la carretera, habremos terminado toda la faena de este mandato", cuenta su alcaldesa, que lleva quince años al frente del Consistorio. De estas cuatro legislaturas destaca la gran intervención que supuso llevar el agua de boca del canal de Peraltilla aguas arriba del barranco hasta la localidad, y que requirió una inversión de 1.100.000 euros. Esta actuación supuso no depender de los pantanos que se nutrían de las aguas manantiales, que otrora convirtieron esta localidad en un vergel, aunque había que tratarlas antes de su consumo. "Fueron años buenos y tuvimos suerte, porque cambiamos las redes de saneamiento. Hoy sería impensable hacerlo en ese plazo de tiempo y por ese dinero", cuenta.

Solucionado el abastecimiento de agua, se fueron cementando calles y creando nuevas infraestructuras, como la piscina o un consultorio médico a pie de calle en las dependencias del antiguo y afamado horno de pan de Azlor.

Aun así, la cuestión demográfica preocupa, como en tantos otros pueblos del entorno, y el principal reto es conseguir suelo para ofrecer viviendas a nuevos pobladores. En este sentido, las antiguas escuelas se han transformado en vivienda de alquiler y se van a destinar varias plantas de la histórica Casa Barón –una de las ocho casas solariegas de la localidad– para alquilar a nuevos vecinos tras la finalización del taller de empleo de la Comarca, que la está reacondicionando. En los bajos de Casa Barón hay además un espacioso salón social; también se está creando una aula para la escuela de adultos y una sala para proyecciones.

"No hay suelo alrededor del pueblo para hacer vivienda, así que tendremos que habilitar edificios como el de la Casa Barón; esperamos ir a un piso por año con los planes de nuevos pobladores de la Diputación Provincial de Huesca", explica la edil. Por lo demás, De Pablo vende la calidad de pueblo que ofrecen Azlor. "Hay transporte escolar y bus a Barbastro cada día, vienen a vender cada semana, hay actividades para mayores… de todo".

Muretes de arte

Una de los nuevas pobladoras que ha recalado en Azlor es la artista francesa Sandrine Reynaud, conocida en la zona y en la sierra de Guara por su proyecto ‘Muretes de arte’, que pretende recuperar los antiguos muros de piedra que jalonaban los caminos de los pueblos.

Enamorada de la vida en los pueblos, ha optado por establecerse con su hija en Azlor en una vivienda de alquiler, con un huerto que le sirve como taller para esculpir la piedra. Aprendió de manera autodidacta, y ha convertido esta pasión en su modo de vida.

"De Azlor me gusta que la gente es muy abierta; siempre te saludan y preguntan por tu trabajo", dice Sandrine. Lo que más le seduce de vivir en el medio rural y en el Somontano es "pertenecer a una red de personas y asociaciones que vivimos en estos pueblos; hemos creado un vínculo para las personas que llegamos de fuera y no tenemos familia. Hay gente que trabaja por el cuidado de la naturaleza, que cultiva de forma ecológica… personas con un sentido de evolución".

En este final de verano, Sandrine viaja a Colombia; ha ganado un concurso del Museo Nacional de Bogotá. Trabaja en el citado proyecto europeo que recupera muros en caminos tanto en Francia como en Huesca, para convertirlos en espacios de creación artística e itinerarios turísticos. El proyecto se desarrolló en Rodellar y Bierge y se iniciará en Apiés, en La Hoya de Huesca. Ya se han puesto en valor 90 kilómetros de muros de piedra seca.

LOS IMPRESCINDIBLES

El ‘castillo’

Un imponente caserío rural del siglo XV sito entre Azara y Azlor sobre una loma visible desde la carretera. En estado ruinoso, apenas quedan cuatro muros del edificio principal y varios arcos de la iglesia aneja y un oratorio a San Gil.

La torre Farnagüelo

Similar a de la vecina Azara, la torre de vigilancia (catalogada como BIC) formó parte de un castillo medieval del siglo XII, fortificado tras la reconquista. Se levanta sobre una plataforma de piedra arenisca, donde se excavó un aljibe.

Lavaderos moros

Un camino lleva a los populares ‘lavaderos moros’, una red de canales y aljibes excavados en roca para aprovechar el agua de un manantial, y donde antaño las mujeres hacían la colada. Hoy es una zona de esparcimiento.

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