Tramacastiel: un viaje de vuelta tras el gran éxodo a Barcelona

Muchos dejaron Tramacastiel para trabajar en la Exposición Internacional de 1929 en la Ciudad Condal. El regreso de Marta, descendiente de aquellos emigrantes, permite que siga abierto el hostal.

Marta Monterde en el hostal 'La Barbacana', que regenta desde hace unos meses y del que dice que registra una buena demanda.
Marta Monterde en el hostal 'La Barbacana', que regenta desde hace unos meses y del que dice que registra una buena demanda.
Jorge Escudero

Fue de repente. Un día, Marta Monterde y su esposo, José Vicente Plana, decidieron que era el momento de volver a sus raíces y a partir de ahí no dieron ni un paso atrás. Dejaron su Barcelona natal y se plantaron en Calanda –de donde él desciende– con sus dos hijos pequeños, Gael y Kilian. Doce años después, José Vicente trabaja en una empresa de arcillas de esta localidad bajoaragonesa, pero Marta todavía ha hecho una pirueta más en el salto sin red por encontrarse con sus orígenes.

Varios días a la semana Marta se desplaza a Tramacastiel, a 160 kilómetros de Calanda, para regentar el único bar y hostal que hay en el pueblo del que su padre partió hacia Cataluña en los años 60 del siglo pasado y en el que ella pasó todos los veranos de su infancia y juventud.

"Parezco una transportista. Hay días que, entre ida y vuelta, hago 320 kilómetros, pero me he aclimatado; conducir es mi momento relax", explica esta mujer que dice no haber tenido miedo nunca a dar un giro radical a su vida. "No es que tenga siempre un plan B por si las cosas salen mal, tengo planes de la A a la Z", asegura con humor.

Tramacastiel: un viaje de vuelta tras el gran éxodo a Barcelona

Marta y José Vicente han hecho el camino de vuelta de un viaje que muchos vecinos de Tramacastiel iniciaron a la Ciudad Condal el siglo pasado, sin retorno para la mayoría de ellos. Sentados en torno a un almuerzo en una mesa de la Hostería La Barbacana, como ha sido bautizado el establecimiento –de titularidad municipal– del que se ha hecho cargo Marta, el alcalde de Tramacastiel, Sebastián Alegre, y el teniente de alcalde, Anselmo Pérez, rememoran aquel éxodo.

"Fue cuando se celebró la Exposición Internacional de 1929. Allí había trabajo para todo el mundo y muchos vecinos de Tramacastiel se fueron", relata el alcalde. Aunque durante la Guerra Civil algunos volvieron "porque aquí, al menos, se comía", dice el teniente de alcalde, en 1960 se produjo otra salida masiva de habitantes hacia Barcelona animados y arropados por los familiares y amigos que ya se encontraban allí, o lo que es lo mismo, por el "efecto llamada", recuerda Anselmo Pérez.

La unión que surgió entre todos aquellos turolenses, no solo de Tramacastiel sino de muchos otros puntos de la provincia emigrados a Cataluña, hizo posible que Marta y José Vicente se conocieran. Los padres de ella gestionaban el Centro Aragonés de Badalona, al que cada fin de semana acudían cuadrillas de amigos –entre ellos José Vicente– a reencontrarse con sus tradiciones bailando y cantando jotas, un arte que Marta domina y que ha heredado su hijo pequeño, Kilian, campeón de Aragón en su categoría en el último certamen de las fiestas del Pilar de Zaragoza.

No se arrepiente de haber dejado Barcelona. Marta está muy contenta con su negocio del que dice que "funciona muy bien". "Muchos vienen a descansar, otros, a dormir tras haber esquiado en las pistas de Javalambre y otros quieren hacer senderismo", explica. Confiesa que algunos creen haberse perdido cuando dejan la N-330 a la altura de Libros y toman el desvío hacia Tramacastiel. Pero no, hay mucho más a un lado de esta carretera Nacional plagada de curvas que sigue el curso del río Turia.

Lo primero que destaca en esta población de apenas 70 vecinos es su entorno natural, formado por altas montañas rocosas y zonas de pinares que tras una lluviosa primavera lucen un verde intenso. Piedra, arcilla, almendros y aromáticos romeros y tomillos integran el paisaje del intrincado camino de tierra que conduce hasta los manantiales Nublica y Los Botijos, en otros momentos secos y este año muy caudalosos debido a las abundantes precipitaciones. "Ahora hay agua para regar toda la huerta" explica Anselmo Pérez, convertido en improvisado cicerone por los montes de Tramacastiel.

En lo alto de uno de ellos se levanta la ermita dedicada a Santa María, con su techumbre de madera –cuentan que esta materia prima se obtuvo de los pinares del pueblo– a dos aguas y su bóveda de crucería, y a la que los vecinos suben en romería durante la Semana Santa. No se queda atrás en encanto la iglesia parroquial, con un interior muy barroco lleno de decoración floral que sorprende por su profusión a quien traspasa la gruesa puerta de entrada principal.

LOS IMPRESCINDIBLES

Desde lo alto

El paisaje montañoso que rodea el núcleo urbano es uno de los grandes atractivos de Tramacastiel. Cada peña tiene su nombre: El Águila, La Pedrera, Cabeza Rueda, El Morrito del Tío Andrés o La Horca, son algunos de ellos.

Maravillosos huertos

El Tramacastiel ha convertido sus riberas en un vergel. Además, los vecinos de esta localidad cuidan sus huertos con delicadeza, cultivando exquisitas verduras y frutas, como una tradición que se hereda de generación en generación.

A mil metros de altitud

El pueblo se encuentra a 960 metros de altitud, pero algunos campos de cultivos alcanzan los 1.100 metros sobre el nivel del mar. Las bajas temperaturas que propicia la montaña se suavizan en parte por la cercanía al Mediterráneo.

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