Santa Cilia: volar como un águila por encima de la Jacetania

El Fly-Pyr Aeroclub Nimbus ha dado nueva vida a las instalaciones del aeródromo de Santa Cilia; la terminación de las obras de la A-21 supone un nuevo dibujo en el panorama turístico local.

Lusi Ferreira sobrevuela Santa Cilia a los mandos de un avión Robin DR400.
Lusi Ferreira sobrevuela Santa Cilia a los mandos de un avión Robin DR400.
Laura Uranga

Entre el casco urbano de Santa Cilia y el aeródromo hay apenas kilómetro y medio. Para acceder a los hangares y las pistas hay que atravesar las obras de la A-21, la famosa autovía del Pirineo; el tramo entre Jaca Oeste y Santa Cilia y el que une a esta localidad con Puente la Reina deberían haberse acabado hace muchos años, pero la crisis económica paralizó las obras en 2010 y se han retomado recientemente; ahora se promete la puesta en funcionamiento de ambos tramos para la primavera de 2019. El pueblo está a la vez hastiado y esperanzado, expectante por ver cómo quedará todo cuando finalmente se vayan las máquinas. Mientras tanto, la casa local de los aviones disfruta de nuevos aires gracias al aterrizaje del club Nimbus (que comenzó a funcionar en 1975 en Castejón de Sos) desde Monflorite.

El actual Fly-Pyr Aeroclub Nimbus recogió el espíritu pionero de hace un siglo en las laderas cercanas a Huesca con el vuelo a vela (sin motor) y en esta última década se ha trasladado a la Jacetania por las dificultades para continuar sus actividades en las inmediaciones de la capital provincial, dada la reducción del espacio hábil para esta práctica.

Santa Cilia: desde el aire todo es más pequeño y grandioso

El resultado en Santa Cilia no puede ser más ‘win/win’ (todos ganan: la americanada suena bien) para club y municipio. Nimbus ha aumentado muchísimo su masa social, y sus actividades generan 8.000 pernoctaciones en la zona cada año. En Nimbus hay unos siete socios de la provincia; el grueso de los afiliados viene de Navarra y el País Vasco, también hay madrileños y catalanes y un buen número de miembros procedentes de Francia e Inglaterra, que pasan largas temporadas en la zona. También existe la posibilidad de hacerse socio temporal; actualmente hay unos 130 socios, el doble de los que había en Monflorite hace un lustro.

La finalización de las obras de la autovía también traerá nuevas posibilidades de negocio al aeródromo; por ejemplo, los vuelos ejecutivos desde diferentes puntos de Europa. Este pasado invierno se dio una muestra de lo que puede ocurrir en el futuro cercano: el 13 de enero aterrizó en Santa Cilia el jugador navarro del Bayern Munich Javi Martínez, en un avión Socata TBM850 monoturbina que llegó en vuelo directo desde Colonia. Al futbolista lo recogieron unos familiares para llevarlo a Estella (Navarra), localidad donde el internacional español tiene sus raíces, y que dista hora y media de Santa Cilia.

Cursos y oportunidades

Fly-Pyr Aeroclub Nimbus va un paso por delante de otros clubes nacionales especializados en el vuelo a vela. Dispone de cinco aeronaves biplaza y otras tres monoplaza en sus hangares. Luis Ferreira, uno de sus pilotos más avezados, destaca que el club dispone del modelo de planeados ASK21 está adaptado para personas con discapacidad física, algo único en España y que pocos clubes europeos pueden ofrecer. Además, la experiencia para discapacitados no se limita a la posibilidad del disfrute como tripulantes: también tienen abierta la opción de prepararse para obtener una licencia de pilotaje, con cursos diseñados específicamente para este fin.

En Fly-Pyr trabajan del mismo modo la motivación y la seguridad. Así, el proceso para aprender a volar en Santa Cilia pasa por hacerse socio del club. El jefe de escuela asigna al nuevo socio un instructor; el número necesario para la obtención de la licencia depende de la frecuencia de las clases y, naturalmente, de la condición de salud y capacidades de cada aspirante. Tras los vuelos con instructor, de número variable (aproximadamente entre 30 y 40), llega el día del primer vuelo en solitario; para optar al examen hay que realizar un mínimo de 20 salidas individuales.

¡A volar!

Para experimentar puntualmente en carne propia la indescriptible sensación de volar, Fly-Pyr Nimbus (reservas en el 974 37 76 10) ofrece tres alternativas. La primera es el bautismo de vuelo: dura media hora y se ofrecen vistas espectaculares de los valles próximos por un precio de 92 euros. En la opción Amazing Pyrénées, que dura una hora, se realiza un remolque largo hasta una altura de unos 2.000 metros y se hacen aproximaciones a cumbres cercanas por 180 euros. La opción estelar es el Advanced Pyrénées, vuelo de varias horas en momentos de actividad térmica suficiente, que cuesta 380 euros. Si el día lo permite, se pueden sobrevolar las más importantes cumbres pirenaicas llegando a alcanzar en ocasiones el Aneto.

Un paseo por la alturas

Salir de pasajero con un avión de tamaño medio o pequeño también es una experiencia sensacional. En Santa Cilia hay un Robin DR400 utilizado a tal efecto. Con Luis Ferreira a los mandos, la cosa funciona más o menos así: baterías cargadas, cinturones abrochados, cascos y micro activados... y arriba.

La Ciudadela de Jaca se avista en apenas tres minutos. Es impresionante descubrir desde arriba su figura pentagonal (sí, recuerda a las pelis americanas y la célebre instalación militar) y pasar por encima del Rapitán para avistar a acto seguido el valle de la Garcipollera y, de pronto, toparse con la Estación Internacional de Canfranc y las nieves eternas del Aspe, que casi parece al alcance de la mano. La majestuosidad de los Pirineos, que impacta desde abajo por el tamaño de sus cumbres, es aún mayor al divisar el paisaje desde arriba. Para las dimensiones del pequeño avión, y aunque el día que le ha tocado a los arriba firmantes no es idóneo en cuanto a meteorología (o que impide salir con los veleros) el vuelo es sorprendentemente estable. Regresar a Santa Cilia después de haber visto tantas maravillas y llevarse bajo el brazo una hogaza de la panadería Bartolomé suena a plan perfecto.

Panadería Bartolomé, tres generaciones de sabiduría

Además de los que vienen a volar por los cielos o recorrer los senderos, Santa Cilia también recibe visitantes atraídos por un horno, el de la panadería Bartolomé, toda una institución en la localidad que lleva tres cuartos de siglo gestando su bien ganada fama de producto artesano de calidad. Este negocio familiar comenzó su andadura en 1945, aunque la raíz viene de los años veinte, cuando la madre de Florentino Bartolomé empezó a hacer pan en el horno comunal del pueblo. Joaquina puso así la base del que sería el sustento y arte de los suyos en las generaciones posteriores. Su hijo Florentino se dio tan buena maña en el oficio que los militares contrataron sus servicios como panadero. Ahora es el hijo del fundador, que también se llama Florentino, el que lleva las riendas de esta panadería situada en el número 17 de la calle Mayor de Santa Cilia, muy cerca del ayuntamiento. Allí trabaja desde hace años Fernando Jarné, quien explica orgulloso que vienen de muchos sitios a buscar el pan de Bartolomé, que también viaja desde Santa Cilia a diferentes clientes hosteleros de la zona, desde el Cobarcho de Jaca al hotel Canfranc. No se trata de una producción madrugadora, los tiempos son distintos a lo habitual en otros hornos, debido a que el grueso de los consumidores finales son hosteleros. El pan se vende de medio kilo y kilo, ya sea en hogaza o francesilla, y es de doble fermentación, con levadura de remolacha en la masa madre empleada. Una maravilla.

LOS IMPRESCINDIBLES

Somanes

Este bonito pueblo de apenas diez habitantes es pedanía de Santa Cilia desde 1969, y cuenta con una parroquia del siglo XVIII dedicada al patrón de la localidad, San Ramón; es de estilo barroco. Sus fiestas son el 11 de agosto.

Iglesia del Salvador

La actual parroquia se levantó en sillarejo en el siglo XVIII sobre otro edificio del siglo XIV, que estuvo dedicado al Salvador. El edificio aprovecha algunos de los elementos del primigenio, como la torre campanario.

Alojamientos

El albergue de peregrinos está situado en un coqueto edificio en la calle del Sol. También hay dos casas rurales: Casa Vicente y El Lagar. Además, el gigantesco Centro Vacacional Pirineos ofrece más de 160 parcelas a los turistas.

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