Heraldo del Campo

¡Qué viene el lobo!

La presencia del lobo en tierras aragonesas ha complicado la vida de los ganaderos de ovino. No solo por las pérdidas económicas, sino porque el manejo de los animales les ha devuelto a prácticas de hace un siglo.

La presencia del lobo en Aragón, en especial en la comarca de Monegros, la confirman los ataques y los expertos del Departamento de Desarrollo Rural.
La presencia del lobo en Aragón, en especial en la comarca de Monegros, la confirman los ataques y los expertos del Departamento de Desarrollo Rural.
Arnd Wiegmann/reuters

En junio de 2017 los expertos del Departamento de Desarrollo Rural del Gobierno de Aragón confirmaban la presencia de un lobo en la comarca de los Monegros. No sorprendió, y eso que hace más de un siglo que no se conocía la existencia de una animal de esta especie por tierras aragonesas, porque los agricultores llevaban semanas denunciando su existencia. Prueba de ello, decían los ganaderos, era el reguero de ataques (y ovejas muertas) que el cánido estaba dejando en las explotaciones de ovino de esta comarca.

En apenas unos meses, el sector de ganadería extensiva cifraba en 21 los ataques que estaban soportando especialmente la cabaña de los Monegros -en Sangarrén, Monegrillo, Leciñena, Farlete, Pina de Ebro, San Mateo de Gállego y Zuera-, en los que habían resultado muertos 348 animales, con unos daños directos que alcanzaban los 170.000 euros y a los que hay que añadir los costes indirectos que ha supuesto a los productores la adopción de medidas para incrementar la seguridad y vigilancia del ganado.

Por supuesto que las pérdidas económicas que supone la muerte de los animales atacados es la principal preocupación de los ganaderos. Pero no la única. La presencia del lobo en tierras aragonesas ha hecho retroceder al sector más de un siglo, porque los ganaderos de extensivo, especialmente de ovino, han tenido que recuperar las casi olvidadas costumbres y el manejo de animales de hace décadas y que convertían a esta profesión en una de las más esclavas, si no la más, de la actividad agraria.

Todo el avance que en mejora de calidad de vida habían conseguido los ganaderos con herramientas como los pastores eléctricos -un sistema de fácil instalación que se coloca en las zonas de pastos y que permite dejar el rebaño controlado mientras se alimenta- ha dado un (gran) paso atrás. Al lobo no le ha importado la existencia de vallado electrificado, ni siquiera que elevaran la altitud del mismo. De hecho, sus ataques se han producido en rebaños protegidos con este tipo de cercado, que permiten el control de los animales mediante una descarga eléctrica de alto voltaje y corta duración, pero inofensivos tanto para los animales como para las personas.

Ahora los productores temen dejar su ganado sin vigilancia humana toda la noche y están volviendo a hacer guardia (como antaño era lo habitual) junto a los cercados en los que pastan tranquilamente los animales.

Encerrarlos en una nave es una opción, pero a los ganaderos también le preocupa porque el día que el lobo asome sus orejas en las instalaciones «ya nos hemos quedado sin rebaño», dicen.

Manuel Montesa es, junto con su padre, Pedro Jesús Montesa, el propietario de una explotación de 2.400 ovejas en la comarca de los Monegros. Desde abril del pasado año su rebaño ha sufrido varios ataques de lobo, que han dejado 58 ovejas muertas y el temor en el cuerpo a la cifra siga engordándose ante la falta de medidas eficaces para evitar los destrozos de un animal con el que están convencidos de que la ganadería extensiva no puede coexistir.

Su inquietud y su malestar, como sucede al total de los productores de ovino aragoneses, no solo aumenta al ritmo que crecen sus pérdidas económicas. Los ganaderos lamentan que su oficio ha retrocedido un siglo y el pastor vuelve a perder calidad de vida al tener que convertirse día y noche en guardián de su rebaño. «La presencia del lobo nos está cambiando la forma de trabajar», explica Manuel Contesa, que, aunque no se arrepiente de haber elegido un sector tan complicado, asegura que se quedó en la explotación familiar con 22 años -ahora tiene 35- «porque las cosas habían cambiado y sabía que no tendría que estar 12 horas con el rebaño todos los días». Y es que hace ya décadas que los ganaderos, «para no ser tan esclavos del trabajo», manejan sus animales con pastores eléctricos, que no son otra cosa que vallados eléctricos que provoca una descarga de pequeño voltaje cuando el animal se acerca al cercado, impidiendo así que salga del mismo y garantizando su seguridad.

De fácil colocación, se instalan en una zona de pasto lo suficientemente amplia como para que todo el ganado pueda alimentarse y moverse con comodidad. Ahí se quedan los animales durante la noche, porque, como detalla Montesa, «es cuando les gusta comer». «También están ahí la mañana rumiando tranquilamente el alimento, detalla. Así están controlados y los productores tienen más libertad.

«Eso ya no lo podemos hacer», señala este ganadero, al que la presencia de un lobo de origen italiano en la Comunidad, y especialmente en su comarca, le ha obligado a trabajar a la vieja usanza, como hacía su bisabuelo, también pastor.

«Las noches son difíciles» dice Montesa, que desde el mes de abril del pasado año no sabe lo que es dormir de un tirón con su familia. «Hasta me compré una furgoneta cómoda para poder estar con el ganado».

Ataques nocturnos

Y es que el cánido ataca de noche. Entre las 10 y la 1.00, según ha comprobado este ganadero, que produce Ternasco de Aragón y esta asociado a la cooperativa de ovino Casa de Ganaderos. «Le da igual la valla electrificada. La salta y entra», señala el productor, que explica que al problema que supone la muerte de ovejas se suma que los animales se asustan, se aprietan, tiran el pastor eléctrico y salen despavoridos. «Eso es un peligro porque suponen un riesgo para los agricultores cercanos ya que si entran, por ejemplo, en una explotación de cereal próxima sin cosechar la pueden dejar arrasada», detalla.

Los ganaderos afectados han probado de todo. Por ejemplo, la instalación de un segundo pastor, dentro del primero, cuyas vallas pueden alcanzar hasta 2,10 metros de altura -los estándar tienen unos 70 centímetros-. Ni así. «También nos ha entrado, dos veces, porque el lobo escarba y pasa por debajo», afirma Montesa.

Lo corrobora Enrique Fantova, director técnico de UPRA Grupo Pastores, que explica que «existe una gran preocupación» entre los ganaderos de esta cooperativa, principal productora de Ternasco de Aragón, que «han tenido que volver a vigilar el rebaño en pastoreo como antaño. O aún peor, porque entonces no había lobo, destaca, los rebaños eran más pequeños y había dos o tres pastores realizando el trabajo.

Fantova reconoce que el manejo de los animales ha retrocedido décadas, ya que el ganado no está seguro ni con el pastor eléctrico, «la mejor herramienta con la que se había conseguido mejorar la calidad de vida de los productores», señala.

Y no solo es un problema de seguridad. También supone un incremento de los costes. De hecho, el representante de Pastores explica que el pasado verano en las zonas más alejadas de las comarcas en más ataques han sufrido se desaprovecharon más de 500 hectáreas de pasto, «con el desembolso que eso representa en alimentación adicional».

Otra opción es encerrarlas por la noche. «Como se hacía antes», vuelven a insistir tanto Montesa como Fantova. Pero las parideras «están obsoletas», dice el director técnico de UPRA Pastores, que destaca que en estas instalaciones no caben tantas ovejas como las que ahora componen un rebaño medio.

Además, esta opción ha vuelto a hacer más esclavo el trabajo. «Nosotros íbamos por la mañana y dábamos una vuelta, comprobábamos que el pastor eléctrico estaba bien, que había comida y agua y nos íbamos. Era una forma de arreglar de una manera fácil un rebaño de 1.000 ovejas», relata Montesa, que ahora tiene que encerrar los animales por la noche y volver a ir por la mañana para sacarlos al pasto.

Y uno y otro coincide en asegurar que «no es una solución y entraña un gran riesgo». «El día que el lobo entre en la nave vamos a perder todo el rebaño, porque se asustan, se aprietan unas contra otras y se asfixian», dicen.

Entre las ‘soluciones’ propuestas, incluso desde el Departamento de Desarrollo Rural, figura la utilización de perros mastines. El lobo se cuida de entrar en aquellos lugares que protegen estos canes de poderosa constitución, impactante mandíbula, extremadamente fornidos, valerosos y muy leales. Pero los ganaderos aragoneses creen que tampoco es una solución. Primero, porque no hay tradición en Aragón. Segundo, porque supone un gasto añadido. Y tercero, y quizás más importante, no es un perro pastor, es un perro guardián, defensivo, que podría atacar a una persona «y eso supone una gran responsabilidad», advierte Fantova.

¿Se pueden prevenir los ataques del lobo a través del móvil?

No es una novedad la utilización de las más modernas tecnologías para conseguir más eficiencia en las explotaciones agrícolas. Lo que es novedoso es que se recurra a ellas para dar respuesta a una preocupación que los ganaderos pensaban haber superado hace ya un siglo: el lobo y sus ataques.

Es lo que hará Gelob (Gestión de la ganadería extensiva en hábitat con lobos), un proyecto impulsado por un grupo operativo liderado por la organización agraria UPA, en el que participan la Universidad Politécnica de Madrid, las empresas Digitanim Digitanimal, RBZ y Consultores en Biología de la Conservación y la Fundación FIEB (Fundación para la Investigación en Etología y Biodiversidad). Cuenta además con fondos de la Unión Europea.

Para ello, explican desde UPA, se colocará un dispositivo en los cuellos de los animales, a través de los que se analizará su comportamiento, y en su caso, detectar y prevenir la acción del lobo. «Los ataques de estos animales causan daños por valor de más de 4 millones de euros al año a la ganadería española (datos 2016)», advierten desde la organización agraria, que matiza que esta cifra solo recoge el número de animales muertos y no tiene en cuenta «las grandes dificultades de manejo que causa la fauna salvaje depredadora a los ganaderos».

Por eso, la organización agraria y ganaderos asociados a ella que han sufrido ataques de lobos van a colaborar con expertos en tecnología, en fauna salvaje y en gestión de ganado para analizar alternativas tecnológicas innovadoras y comprobar su viabilidad en la prevención de ataques, mediante alertas enviadas al móvil del ganadero.

Más información en el Suplemento Heraldo del Campo

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