Lituénigo transforma sus calles para enseñar los oficios perdidos

La localidad celebró por todo lo alto el reconocimiento de esta feria como Fiesta de Interés Turístico.

Los asistentes pudieron conocer antiguos oficios en más de cuarenta puestos.
Los asistentes pudieron conocer antiguos oficios en más de cuarenta puestos.
Nora Bermejo

El pasear este sábado por las calles de Lituénigo era hacerlo por un pueblo del siglo pasado. La Feria de Oficios Perdidos hizo su magia para transformar cada rincón de la localidad y conseguir trasladar a todos los visitantes a la forma de vida de esa época.

Era la decimoséptima edición de esta cita, la primera como Fiesta de Interés Turístico en Aragón, un impulso que dejó huella. "Todos los años estamos a tope, pero en algo se tiene que notar, y parece que hay más gente", señaló el alcalde de Lituénigo, Alberto Negredo, quien valoró este nombramiento como un "reconocimiento a todos los vecinos del pueblo que siguen apostando año tras año y trabajan bastante duro para que esta feria se mantenga y sea un éxito total".

Con el calor que hacía este sábado, donde mejor se estaba era en el interior de la bodega, uno de los puestos imprescindibles en el recorrido de esta feria. Se trata de un espacio muy antiguo, excavado justo debajo de la calle Mayor del pueblo, donde la temperatura se mantiene constante todo el año. "Aquí se pisaba el vino, aunque ahora ya solo se utiliza de recreo", explicó Gerardo Jiménez, el bodeguero desde la primera edición del certamen.

Otro de los vecinos implicados desde el inicio es Juan Manuel Pellicer, el encargado de las adobas. "Preparamos la masa con arcilla, tierra y paja, y así hacemos los ladrillos, con los que antiguamente se hacían las casas. Era el mejor aislante porque no pasa ni el frío ni el calor", contó Pellicer quien no necesitó aprender "porque de pequeño ya me tocó hacerlos con mi padre".

Una de las novedades de esta edición fue el puesto de elaboración de cañizos, que se empleaban sobre todo en los tejados aunque no era su única utilidad. "También se usaban para secar uvas o higos, para sombrear, para proteger las verduras de las heladas, como cortavientos en las huertas y para decoración en paredes", aseguró Carlos García, el cañicero llegado desde la localidad navarra de Murchante, quien estaba encantado con su primera experiencia en la feria.

Son sólo algunos ejemplos, porque la lista de oficios es larga, más de cuarenta puestos de artesanos, casi todos con vecinos de Lituénigo. "Es una feria educativa porque se muestra a los niños lo que hacían sus abuelos, y ellos recuerdan su vida cotidiana cuando eran jóvenes. Todos disfrutan un montón", concluyó el alcalde.

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