Zaragoza hace gala de su autoestima

El recuerdo de la Expo de 2008 inundó el Palacio de Congresos, que reunió a alrededor de 1.000 invitados. Los impulsores del proyecto lanzan un mensaje de unidad a la Comunidad por el "éxito" logrado.

"Les informamos de que en estos momentos, Expo Zaragoza abre sus puertas. Esperamos que disfruten de su visita". El sonido que recibió a los visitantes en Ranillas los 93 días de la muestra internacional de 2008 abrió este jueves también la gala en la que Zaragoza tiró de nostalgia diez años después. El Palacio de Congresos, uno de los equipamientos más aprovechados que legó el evento, acogió a un millar de invitados, entre los que se encontraban buena parte de los protagonistas de aquel intenso verano en la capital aragonesa.

Sin la brillantez ni la emoción de entonces, una década después se trató de llevar hasta la orilla del Ebro un pedazo de aquella Expo, con retazos del pasacalles del Circo del Sol, con los pingüinos del espectáculo Iceberg, con ‘la tormenta’ de Amaral, con Fluvi… Fue una gala de casi dos horas de duración a la que acudieron –lógicamente con diez años más que hace diez años– las principales autoridades de entonces y las de ahora, además de representantes del mundo empresarial, cultural, político –salvo de Podemos–, colectivos sociales y voluntarios de Zaragoza, entre otros. Llamó la atención que, en la decena larga de personas que hablaron al público, la DGA –organizadora del acto– no hiciera un hueco al actual alcalde de la ciudad, Pedro Santisteve.

Pasacalles en la celebración del décimo aniversario de la Expo

"Parece que fue este jueves", decían los conductores de la gala –David Marqueta y Susana Luquin–, quienes avisaron de que la noche iba a ser "un viaje en el tiempo". Se recordó la idea original de la Expo –con el cuño de Carlos Miret–, y también a los fallecidos José Atarés y José María Rodríguez. Se revivió la emoción de aquella noche parisina en la que Zaragoza se impuso a Trieste y a Tesalónica, y a aquel río Ebro que "se nos puso un poco bravo" antes de la inauguración, como dijo el expresidente de Aragón Marcelino Iglesias.

Recibió intensos aplausos Roque Gistau, el que fuera presidente de Expoagua, quien destacó la capacidad que hubo entonces de ponerle "rasmia" al proyecto y "dejar atrás el pesimismo" para involucrarse en "un proyecto común". Los que fueron la imagen exterior y protocolaria de la muestra internacional, Emilio Fernández Castaño y Eduardo López Busquets, señalaron que "los verdaderos embajadores de la Expo fueron los zaragozanos", en referencia a la falta de incidentes reseñables durante la fiesta del agua.

Fueron muchos los mensajes que desde el escenario se lanzaron para intentar mejorar "la autoestima" de los aragoneses y de los zaragozanos, recordando un proyecto que era complicado y que, coincidieron, acabó siendo "un éxito colectivo". "Somos gente capaz de hacer cosas tan maravillosas como esta Expo", dijo Francisco Pellicer, director de Operaciones de Expoagua.

El broche final de Berna

La gala, diseñada por el cineasta Gaizka Urresti y musicada por Joaquín Pardinilla Sexteto, dejó sorpresas como la presencia de La Mari de Chambao –uno de los 5.000 grupos que se dejaron caer por Ranillas– y de Gabriel Sopeña. Hasta hubo una especie de ‘revival’ del vaso Fluvi, en versión transparente, que recibió a los invitados lleno de palomitas blancas y azules. Muchos se lo llevaron a casa, para hacer compañía a los recipientes azules que aún sobreviven en muchos hogares.

El presidente del Gobierno de Aragón, Javier Lambán lanzó la mirada al futuro, con los nuevos proyectos para el Pabellón Puente y el corredor del Ebro. La mayoría de los protagonistas, en cambio, prefirieron echarla al pasado, a aquellos días en los que los voluntarios tomaban por asalto la pasarela de Manterola para convertirla en la del Voluntariado, como recordó la que fuera jefa de este colectivo, Marta Colomer.

La jota de Miguel Ángel Berna, esa que llenaba de aragonesismo a todo aquel que la veía al pasar por el pabellón de Aragón, cerró el acto y se llevó, probablemente, el aplauso de la noche.

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