Deficitario pero con ilusión: así se mantiene el cine en los pequeños municipios

Aragón ha pasado de contar con 46 cines a solo 29 en poco más de 15 años. Las cabeceras comarcales y los pequeños pueblos han sido los grandes damnificados.

Proyección en el cine de Ainzón
Proyección en el cine de Ainzón
Heraldo.es

Hasta hace unos 35 años se podía ir al cine en Castelserás. Este municipio del Bajo Aragón de poco más de 800 habitantes cuenta en su plaza con un recuerdo viviente de cuando el cine era rentable hasta en los pueblos más pequeños. El edificio, que contaba con un cine privado, cerró en la década de los 80 y fue transferido para su mantenimiento a propiedad del Ayuntamiento, que este mes ha anunciado que usará una de sus plantas para construir un gimnasio municipal.

“Yo aún recuerdo ir al cine en el pueblo, era un negocio privado que funcionaba en su mejor época, pero lógicamente los años obligaron a cerrarlo”, cuenta el alcalde del municipio Javier García Calatrava, cuyo proyecto mantendrá la sala baja “con un suelo inclinado para ver proyecciones”, sin modificar por si en alguna ocasión se pudiera rehabilitar el cine.

La crisis del sector cinematográfico -primero la piratería y ahora los nuevos hábitos de consumo en casa con plataformas como Netflix- han hecho que cierren centenares de salas en toda España. En Aragón, según los datos de la SGAE, han pasado de haber 46 cines en el año 2000 a 36 una década más tarde, de los que ahora mismo solo siguen funcionando 29.

La mayoría de ellos están en las capitales de provincia, que tampoco se han librado. En Zaragoza echaron el cierre pantallas tan míticas como los cines Renoir o los Elíseos. En muchas capitales comarcales como Calatayud, Alcañiz o Borja se exhiben una media de dos películas por semana en auditorios y teatros habilitados para tal fin, todas apoyadas con financiación municipal. En ocasiones las ciudades más grandes pueden adquirir los derechos para proyectar películas de estreno ('Han Solo' se proyecta estos días en Calatayud o 'Deadpool 2' en la capital del Bajo Aragón), pero en otras, las películas que llegan son las que ya han pasado su ciclo principal de exhibición.

Pese a esto, hay pequeños municipios que mantienen sus espacios de cine y su vocación por traer al menos una película cada semana. El ayuntamiento de Ainzón es un ejemplo, que hace unos meses reinauguró su sala, la más antigua de la provincia, y también Fabara, otro núcleo de poco más de 1.000 habitantes que sigue proyectando películas con continuidad.

José Francisco Bruned es el concejal de cultura de este pequeño ayuntamiento. “Mantener el cine es una apuesta personal de este ayuntamiento, y no engañamos a nadie, todos los vecinos saben que es deficitario”, comenta el concejal. Por su cartelera pasan todo tipo de películas, “de las nominadas a los Óscar este año hemos tenido ya casi todas, y luego cada semana hacemos también una sesión infantil o para toda la familia”.

A sus sesiones suelen acudir entre 40 y 70 personas y se mantienen de forma semanal de octubre a junio; “en verano no proyectamos porque la gente suele preferir estar más en la calle”, cuenta Bruned. “Se trata de aportar un servicio al pueblo. Al final ir al cine es más un acto social que ir a ver en sí la película, pero hace también que haya un mayor interés por la cultura. También hemos traído música, alguna vez algo de ópera, que al principio era complicado que ningún grupo viniera al pueblo, pero poco a poco cada vez es más común en otros ayuntamientos”, señala.

La digitalización, la novedad que obligó a adaptarse o cerrar a decenas de cines rurales

Entre las últimas películas que se han visionado en Fabara está por ejemplo 'Lady Bird', nominada a mejor cinta en la pasada ceremonia de los Óscar. “Tratamos de traer películas que puedan estar bien, algo de cine de autor... Pero no podemos proyectar 'blockbusters', principalmente porque no hay disponibilidad. Las películas que más recaudan en taquilla hacen la mayoría de su facturación en las primeras semanas y no se abren a circuitos más pequeños o sus derechos son muy caros”, comenta Bruned.

De cómo se mueve el mercado de películas en los pueblos más pequeños sabe mucho Óscar Hernández, gestor de Servoeléctrico, una empresa de Zaragoza que se dedica a dotar de material audiovisual y de proyectores a estos municipios con más de 40 años de historia. Entre otros municipios, llevan las proyecciones de Ainzón, Fabara, Borja, Tauste, Zuera, Utebo, Fuentes o Calamocha. “Es un mercado muy pequeño pero muy bonito. Se negocia directamente con las distribuidoras la proyección de películas que llevan ya unas semanas en cartelera, se habla con los ayuntamientos sobre cuál les interesa más, y nosotros nos encargamos de todo el servicio, dotando desde proyectores hasta cartelería misma de las películas”, comenta.

Su sector, al igual que todo el cine, ha tenido vaivenes en los últimos años. “En los cines más pequeños hizo mucho daño la digitalización obligatoria que sucedió hace un lustro. Las películas dejaron de distribuirse en celuloide y solo se hacía ya en formato digital, por lo que muchos pequeños cines no se reconvirtieron”, cuenta. Fabara por ejemplo estuvo una campaña sin proyectar hasta que pudo renovar su equipo hacia uno digital.

“Ahora la película va en disco duro, no hace falta tanto personal, y en definitiva se ha perdido cierto encanto, aunque es más cómodo”, señala Hernández, que cuenta que fuera de las capitales de provincia de Aragón no hay cines privados, sino que todos funcionan con subvenciones o promovidos por los propios ayuntamientos. “Es una pena que cada vez haya menos municipios con posibilidad de emitir aunque sea una sesión a la semana, pero el cine es el eterno enfermo. No obstante, también es de valorar el esfuerzo que hacen los que aún siguen”.

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