Antonio Embid: "En aquella época servir en la política era un honor para el que lo hacía"

El primer presidente de las Cortes de Aragón de la democracia considera que "mejorar la imagen de la clase política" es el reto que tienen todas las instituciones

Antonio Embid, en las Cortes de Aragón
Antonio Embid: "En aquella época servir en la política era un honor para el que lo hacía"
José Miguel Marco

¿Cómo recuerda el nacimiento del Parlamento aragonés?

No existía nada, ni sede, ni oficinas, ni personal... Fui elegido el 20 de mayo de 1983 y lo primero que hice el 20 de mayo, con el alcalde de Zaragoza, don Ramón Sainz de Varanda, fue ir a La Aljafería, que entonces era una ruina. Los dos estábamos de acuerdo en que era un lugar adecuado para la sede de las Cortes. Y lo segundo, ponerme en una máquina de escribir al día siguiente y redactar unas normas provisionales de funcionamiento de las Cortes de Aragón, que estuvieron en vigor muchísimo tiempo. La siguiente tarea fue organizar la sesión de investidura del presidente de la DGA, Santiago Marraco.

Y así echó a rodar la primera legislatura.

Entre el 20 de mayo de 1983, con la constitución de las Cortes, y el 6 de junio de 1983, con la investidura del presidente, empezó a funcionar la Comunidad.

Asumió esa responsabilidad cuando tenía 31 años.

Era muy congruente con la época. Era un cambio de ciclo, de generaciones que se incorporaban a la política, demócratas que no habían tenido posibilidades en el franquismo.

¿Cuál fue el espíritu del discurso con el que tomó posesión?

La idea era transmitir una herencia histórica. Las Cortes de Aragón son una institución medieval, pero era la primera vez que existían unas Cortes democráticas con representantes no de los estamentos sino del pueblo, y encarnando una idea de autonomía en una España constitucional.

¿Fue importante la manifestación del 23 de abril de 1978 para que los aragoneses reafirmaran su vocación autonomista?

Fue muy importante porque acababa de constituirse el ente preautonómico. La gente salió a la calle apoyando la idea de una autonomía también para Aragón. Todo estaba por hacer y había que definir qué tipo de Comunidad iba a ser. Empezó como una autonomía inicial por la vía lenta, lo que no quiere decir que con el paso del tiempo todas comunidades autónomas sean sustancialmente iguales.

¿Fue un desencanto no poder acceder a la vía rápida?

Para algunos, entre los que me encuentro, sí que lo fue; para otros fue el resultado de su actuación política, porque esto no lo impuso el sino de los tiempos; fueron decisiones. Para los que representábamos una idea de que Aragón tenía una personalidad jurídica asentada en el curso de la historia, y además con capacidad demostrada de autogobierno, sufrimos un desencanto temporal. Las Cortes de Aragón de la primera legislatura, que yo presidí, tuvieron el encargo implícito de demostrar que Aragón podía acceder a la máxima de las autonomías posibles. Unos años después, así fue.

Pero para ello fueron necesarias tres reformas del Estatuto...

Con las reformas de 1994 y 1996 llegaron las competencias de Educación y Sanidad y fueron reformas sustanciales para configurar una comunidad autónoma como las demás. La reforma del estatuto de 2007 no ha tenido la más mínima trascendencia. Ni una sola competencia ni un solo poder ha llegado a la Comunidad.

¿Siempre tuvo claro que La Aljafería debía acoger la sede de las Cortes de Aragón?

No tenía la más mínima duda. Estaba claro que era un edificio singular que, al margen de los valores artísticos, resumía lo que es la Comunidad. Las primeras piedras de la base de la torre del Trovador son del siglo IX y, desde ese momento hasta la actualidad (en aquel momento hacía unos pocos años que había dejado de ser cuartel del ejército), todo lo que había sucedido en Aragón había sucedido en torno a este edificio. Por lo tanto, el Aragón contemporáneo, que eran las Cortes, tenía que ‘nuclearse’ ahí.

¿Le costó mucho convencer a los agentes políticos y sociales?

Fue muy apoyado por los grupos políticos de las Cortes, los mayoritarios desde el primer momento, y los minoritarios después. En general, en la primera legislatura en todo lo que fueron cuestiones institucionales, las leyes de la sede, del presidente, de la administración, se demostró una unidad por encima de todo y se aprobaron por unanimidad. Hubo discrepancias en otro tipo de leyes, pero no en lo que eran los signos distintivos de la Comunidad.

Qué diferencia respecto a lo que sucede ahora...

La política de entonces y la de ahora no tienen nada que ver, en mi opinión para desgracia de la política. La primera legislatura fue la legislatura de la transición política, la de la creación de los signos de la Comunidad Autónoma, y tanto el grupo del Gobierno como los de la oposición tenían clarísimo que por encima de todo había que mirar por el correcto funcionamiento de las instituciones. No hubo un solo escándalo de corrupción, ni uno, ni se cuestionó un solo contrato.

¿Es más fácil avanzar con acuerdos que con tensión constante?

Con acuerdos se avanza y con tensiones se hace como si se avanza. Yo lo único que tengo son buenos recuerdos, muchas conversaciones, había que hablar con unos y con otros para conseguir acuerdos, pero se conseguían.

¿El clima enrarecido actual puede incidir en la mala valoración de los políticos que tienen los ciudadanos?

Eso no depende de lo que yo diga. Eso es evidente. En aquella época servir en la política era un honor para el que lo hacía y para sus conciudadanos, y hoy la palabra a utilizar desgraciadamente no es esa.

Su etapa política apenas duró una década. ¿La ha echado de menos?

Nunca interrumpí mi vida académica. A mí me encanta la docencia, mi profesión, y ni he echado en falta la política ni tengo nada que reprochar a los años que pasé en ella. Hice muchísimos amigos, fui muy feliz y creo que no cometí ningún gran error.

¿Qué reto tendría el Parlamento aragonés a corto plazo?

Creo que todo lo que contribuya a mejorar la imagen de la clase política es un reto de todas las instituciones porque contribuirá a asentar lo que significa la vida democrática. Todo lo que puedan hacer las Cortes de Aragón ejemplarmente, con funcionamientos correctos adoptando decisiones, facilitando la vida de los ciudadanos, es un reto. Y si eso desemboca en que dentro de unos años la imagen de la política sea mejor, pues fantástico.

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