Torrelacárcel: ahuyentar las penas a ritmo de jota y rancheras

La conciencia de los vecinos de Torrelacárcel acerca de los problemas de su municipio no les impide mantener un espíritu indomable, que se traduce en una notable cantidad de centenarios.

Jorge García y Julián Hernández, en el interior del Molino de Torrelacárcel.
Jorge García y Julián Hernández, en el interior del Molino de Torrelacárcel.
Laura Uranga

La vida en el campo es dura, y sana. Son dos tópicos con un refrendo más o menos amplio, que en algunos casos deriva en situaciones realmente llamativas. El caso de Torrelacárcel es muy singular; azotado por los problemas que sufre buena parte de la provincia de Teruel, desde la despoblación a las desigualdades en la Política Agrícola Común (PAC), las carencias en el transporte público que imposibilitan los desplazamientos de los más veteranos o las limitaciones logísticas, que perpetúan las reticencias de la inversión privada. El trabajo duro, empero, tiene una compensación; en el pueblo ha habido y hay un buen número de centenarios.

"Te digo que es impresionante, son muchos –dice Jorge García, y otros tres vecinos presentes corroboran la afirmación– porque por ejemplo mi padre llegó a los 102 años, mi suegra a 103... una que se llamaba Carmen también murió con 103, otro vecino con 100, y la tía Emiliana Corella se fue el año pasado con 108, y hay otra que llegó a los 101. Eso que nos acordemos ahora, pero alguno más habrá. Dicen de los pueblos cercanos que se van a venir a vivir aquí, para durar más".

Manuela Fuertes y su marido viven aquí desde hace varias décadas. Manuela es hermana de Francisco, el pintor de Singra, fallecido prematuramente;su hermana se preocupó de conservar y dar a conocer su obra, que hoy está repartida entre colecciones privadas, familia y contados espacios públicos. El mentado Jorge, natural del pueblo, se fue con 23 años hace casi 50 (le acompañó su joven esposa) a buscarse la vida a Suiza en la construcción, y el destino le llevó a Winterthür, donde pasó seis años muy productivos. Al volver a España con dinero en el bolsillo, quiso invertir en el pueblo y ha sido pastor toda su vida; además, le gustaba cantar a sus ovejas. "Otros hubieran comprado dos pisos en la ciudad, pero yo lo tenía claro: mi sitio es éste". Luego, en el bar del pueblo, regalará a los presentes una sentida jota en el vermú; podía haber hecho carrera.

Los servicios y el talante

La dualidad que supone el choque entre la garra de los vecinos y la evidencia de las dificultades que sufren se manifiesta en varios detalles. El médico viene a requerimiento desde Santa Eulalia, donde tienen el centro médico de referencia, pero no está a diario. Y se suceden historias dantescas en los relatos de los vecinos, como operaciones retrasadas porque ese día no hay anestesista disponible en Teruel. La seguridad también les preocupa, sobre todo tras los sucesos de Albalate y Andorra de hace medio año.

"Seguimos a la cola de España en muchas cosas –apunta Sonia Escudero– y la verdad es que estamos hartos de humillaciones. Hay quienes nos hemos llegado a plantear si no sería mejor irnos de esta Comunidad en bloque y hacer nuestra propia Comunidad Autónoma, y ojalá que fuera uniprovincial, para que Madrid tuviera que concedernos cosas que nos tocan por derecho y que no llegan nunca. Es extremo, pero también se me ocurren cosas más posibles, como la igualdad de la representatividad en el gobierno autonómico entre las tres provincias aragonesas, pero ya sabes... nuestros votos cuentan menos".

Trabajo y Caballos

Julián Hernández, consagrado actualmente a domar y desbravar caballos, se ha pasado toda la vida trabajando en su pueblo. "Cuando nos dijeron que Europa nos iban a pagar por no trabajar, todos nos quedamos contentos... los primeros años, pero enseguida nos dimos cuenta de que ‘robaron’ el trabajo a cambio de limosna. Cuando cerró la azucarera de Santa Eulalia fue un golpe muy fuerte. Los viejos salimos adelante, pero el joven se quedó sin futuro".

Con los caballos, Julián ha encontrado una vía de escape para el ánimo. "En las marchas voy de coche escoba, y luego me sumo a las exhibiciones que vamos haciendo, el otro día en la plaza de toros de Teruel, otras veces por los pueblos. Vamos de romería, y me arranco a cantarle a la virgen un poco de todo, canciones que yo mismo me invento, desde coplas a rancheras".

Julián está también orgulloso de haber dado trabajo en el pueblo a gente de muchos municipios. "Venían cuadrillas desde Báguena a Argente, Pozondón e incluso Zaragoza, a trabajar con nosotros la remolacha. Los regadíos los hicimos con nuestros puños, en obras comunitarias. Bajamos agua desde el monte con tuberías, pusimos cinco puntos de agua en el término, algunos individuales y otros en sociedad, ganados por nosotros; cuando llegó el agua, allá por los ochenta, fue una fiesta muy gorda. Nos dieron un premio nacional de mejoras en regadío, yo era presidente de la Cámara Local Agraria y tuve el honor de recogerlo en Madrid... buenos tiempos".

El Molino, el Parador de Postas, la ermita y un bar que cuida el paladar

Dicen en Torrelacárcel que es tradición tratar bien a las aves de paso, y que la tarea pendiente que les queda es tratarse mejor entre los propios vecinos.En el bar de la localidad, famoso por sus raciones, se canta y se comparte. La oferta hostelera se extiende ahora a la Casa Rural del Molino., que acaba de abrir con este formato después de varios años de uso privado tras su recuperación. Tiene cinco habitaciones y tres baños, además de 4.000 metros de terreno alrededor. Sonia y su familia han tenido mucho cuidado utilizar materiales autóctonos y propios de la construcción clásica en la recuperación del espacio. "Con el patrimonio hay que tener mucho cuidado –explica la dueña– porque si te pasas en el arreglo, robas al espacio su autenticidad. Nosotros hemos pensado también en el confort dentro de la casa, sin olvidar el alimento para el espíritu; hay zona de lectura, bien surtida de libros de todo tipo.Este molino surgió con el desvío del cauce del Jiloca en el sigloXVIII, y se convirtió en la industria del pueblo a pesar de ser modesto".

La veteranía en el turismo rural local corresponde al Parador de Postas, un edificio imponente en el centro del pueblo, que ha sido restaurado con mimo y cuenta con varios apartamentos, bajo la propiedad de Alejandra Hernández. Para el disfrute de las familias con niños y, en general, de todos los amantes de la quietud y el entorno natural, el Ayuntamiento ha construido recientemente un parque con juegos infantiles y repoblación de árboles, que se ha convertido en un centro de reunión preeminente.

De las ermitas locales (la de San Roque también es muy apreciada) destaca la de San Agustín, situada en el cementerio de la localidad; destaca soberanamente el retablo que la preside, que según varios estudios vendría siendo la tercera parte de una obra en paradero desconocido actualmente.

LOS IMPRESCINDIBLES

La parroquia

La iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles sufrió un profunda transformación durante el siglo XVI y otras en el siglo XVIII. Conserva una cruz tremolada procesional de mediados del siglo XV, con medallones cuadrifolios.

La pequeña Holanda

No hay canales y las bicis tienen frenos, pero Torrelecárcel y los pueblos cercanos se les considera territorio de ‘la pequeña Holanda’, porque es zona llana y todo el mundo va en bicicleta, sin importar la edad. Hay afición a la BTT.

Virrey del Perú

Melchor Navarro y Rocafull, virrey del Perú y duque de la Palata, nació en el pueblo en 1626 y murió en 1691. El municipio le recuerda con una placa y restauró un arco contiguo a su casa natal, que hoy da paso al polideportivo.

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