Aragón en España

Aragón sigue teniendo poca presencia en el debate nacional español. Sin embargo, tiene condiciones para ejercer una función moderadora.

La Aljafería
La Aljafería abre sus puertas por San Jorge
José Miguel Marco

Para poder pensar algo acerca de qué puede aportar Aragón a esta España del siglo XXI, creo que es interesante primero reflexionar sobre nuestro presente. Aragón es una pequeña comunidad dentro de un gran territorio. Nuestro desequilibrio poblacional es enorme, mientras que el aporte global en términos económicos es pequeño. Pensar en modificar esta situación a corto plazo es irrealista. Suponer que la ciudad de Zaragoza puede servir de motor para solventarla no es reflexionar sobre el futuro de Aragón, sino solo sobre Ebrópolis.

Una muy escasa propensión al maximalismo es una de nuestras características. Aragón está rodeado de territorios que continuamente reclaman un estatus específico propio. Apelan a la historia para justificarlo, aunque ningún territorio de España carezca de este tipo de argumentos, pero en realidad lo que pretenden es mayor dosis de autogobierno que les permita gestionar más libremente sus recursos. No entro en absoluto ni en la legitimidad del razonamiento ni en la eficacia de ello para mejorar el nivel de vida de sus ciudadanos, pero el hecho es que aquí no se utilizan dichas reivindicaciones. Como en otras muchas cosas, en lo político seguimos siendo gentes calladas.

Aragón disfruta de un grado de bienestar general superior a otros muchos territorios. Aunque haya comarcas muy desfavorecidas, el nivel medio y el de desigualdad están dentro de lo tolerable. Los episodios de emigración masiva son cosa del pasado. También es muy destacable que la conflictividad interna es muy baja. Ni los episodios de violencia propios de grandes urbes se dan entre nosotros ni hay tensión étnica destacable. El tamaño de Zaragoza y un importante porcentaje de población emigrante podrían ser causa de este tipo de problemas, pero no lo son. Además de callados, somos gentes pacíficas.

Podríamos seguir así más tiempo, pero con una idiosincrasia tranquila, alejada del griterío, un buen bagaje histórico y una situación socioeconómica comparativamente aceptable es suficiente para saber que sí, que podemos aportar algo a esta España del siglo XXI tan necesitada de ideas.

Un buen debate siempre es pilotado por un buen moderador, que sepa escuchar, sintetizar y no tenga ni prisa ni pretensión de llegar a una conclusión unánime. Debe saber dar a cada parte su dosis de razón. También debe caracterizar al moderador que, sin acaparar el protagonismo, su presencia sea real. Si solo aparece para ceder la palabra, no podrá ni poner ni mantener las reglas del juego necesarias. No es tampoco baladí que sea facilitador de la comunicación. El ruido entorpece e impide que el mensaje llegue a las partes. De vez en cuando se hace necesario un traductor que unifique el registro para hacer que los razonamientos sean inteligibles. Y este moderador, finalmente, debe tener el prestigio necesario que haga que todos reconozcan su papel fundamental y que el objetivo de todos sean las propuestas, sin vencedores ni vencidos.

Aragón y sus dirigentes podrían jugar ese papel. Los políticos y las personas de influencia de nuestra Comunidad deben hacer oír su, nuestra, voz. Reivindicativa cuando sea preciso pero, sobre todo, preñada de sensatez, de tal forma que las propuestas aragonesas sean reconocidas como de gran utilidad y cargadas de sentido común. Huir del localismo egoísta, de hablar solo de nuestro libro, de estar casi de tapadillo en los sitios es básico.

No somos el centro del universo, nadie lo es, pero para estar hay que querer estar. La presencia aragonesa no debe quedar reducida al nombramiento de personas nacidas en nuestra Comunidad. Hay en España varios ejemplos de algunos que muestran esta voluntad por la notoriedad. Tenemos muchas cosas buenas. Hacemos otras muchas igual o mejor que el resto. Nuestra tierra, grande, hermosa y variada, nos permite ofrecernos como sitio de acogida y desarrollo. Pero seguimos siendo unos desconocidos en nuestro propio país. Y únicamente con la Ofrenda de flores a la Virgen del Pilar no lo vamos a arreglar.

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