Heraldo del Campo

"Es necesario democratizar el acceso de todos a los alimentos sanos"

Experto en agroecología, Miguel Altieri expuso en la capital aragonesa las bondades de esta práctica agrícola, que gana terreno en el mundo.

Mejorar las condiciones de crecimiento de las plantas agrícolas a través de la gestión adecuada de la materia orgánica y la actividad biológica del suelo, reducir las pérdidas de energía, agua y nutrientes para obtener productos de más calidad de manera más eficiente o fomentar sinergias entre los componentes de la biodiversidad de los campos son algunos de los principios que defiende la agroecología. Una disciplina que va más allá de analizar los modos de producción, ya que busca una profunda transformación social apoyando a los más desfavorecidos. Uno de los mayores especialistas en la materia, el profesor Miguel Altieri, daba a conocer esta disciplina en Zaragoza, durante una charla enmarcada en la Semana de la Lucha por la Tierra, una iniciativa organizada por diversos entes de este ámbito, entre otros el Cerai, y que ofreció un amplio programa de actividades en la capital aragonesa.

¿Cómo definiría la agroecología?

La agroecología es, en primer lugar, una ciencia. Es una disciplina que combina la ciencia occidental moderna y los elementos del conocimiento campesino tradicional, algunos de los cuales se remontan a miles de años. De estos dos ámbitos se crea un diálogo y un saber del cual emergen unos principios fundamentales sobre los que se puede diseñar una agricultura más biodiversa, más productiva y más resiliente para el futuro. Tiene su metodología, su teoría y su práctica con la diferencia de que no ha desechado el conocimiento local de los campesinos.

Habla de una ciencia, pero para llevarla a la práctica es necesaria una profunda transformación social ¿Cómo se consigue esto?

La agroecología no funciona en un vacío político o social. Nace como una crítica al sistema de producción agrícola industrial capitalista y, por lo tanto, critica la crisis ambiental y social que rodea la agricultura industrial. Por lo tanto, la agroecología no solo ofrece soluciones técnicas, sino que promueve un nuevo sistema de cambio social en el cual los actores principales son los campesinos y su lucha por la tierra, por el agua, por las semillas… Por lo tanto, no es una ciencia neutra en ese sentido. Es una ciencia que se compromete, que tiene una ética.

Para ello, el apoyo de los Gobiernos de los países sería fundamental. ¿Están implicados en ello?

En el caso de América Latina, por ejemplo, no se trata tanto de que los políticos estén comprometidos con la agroecología, que en muchos casos ni saben lo que es, sino que el pueblo, los movimientos sociales, han colocado en el poder a gente comprometida con esto y, a través de ellos, se ha logrado que se vaya introduciendo la agroecología en diversas legislaciones e iniciativas. Pero todavía hay una gran brecha entre lo que dice la ley y la acción, porque hay muchas fuerzas que se oponen a la agroecología. Sin embargo, el hecho de que, por ejemplo, esta ciencia haya obtenido el reconocimiento de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) ha supuesto un gran avance a pesar de la falta de apoyo y seguirá avanzando.

¿Qué ventajas tiene la agroecología o agricultura ecológica con respecto a la agricultura industrial?

En primer lugar, hay que distinguir entre agroecología y agricultura ecológica. Lo que se entiende por agricultura ecológica en Europa y en los ámbitos comerciales en América Latina es lo que denominamos agricultura de sustitución de los productos químicos que se emplean en los procesos agrícolas por productos orgánicos. Pero en muchos casos esto se aplica sobre monocultivos. La agroecología va más allá. Es necesario trascender el monocultivo porque tiene muchas limitaciones ecológicas. Hay que hacerlo integrando diversos cultivos que puedan beneficiarse entre sí. La agroecología supone, en primer lugar, una reducción de los costes de producción. Y, en segundo lugar, y creo que esto es lo más importante, es que los agricultores son mucho más autónomos, tienen posibilidad de reducir su deuda y se empoderan mucho más.

¿Los productos procedentes de agricultora ecológica son más caros o eso es un mito?

En cierto modo esto es cierto. El producto ecológico orgánico, al menos en Estados Unidos y América Latina es un producto para élites. Pero lo que busca la agroecología es algo diferente. Defiende el derecho de todos, especialmente de los más pobres, a una alimentación sana. Para eso hay que democratizar el sistema alimentario. Eso supone fomentar y apoyar este tipo de producción agrícola, pero que al otro lado haya consumidores conscientes para que se formen alianzas más solidarias entre ambas partes. De esta manera se puede lograr que el precio de los productos agroecológicos sea más barato que el de los alimentos procedentes de agricultura convencional. Para lograrlo son necesarias políticas públicas, acuerdos de mercados… que son posibles y se están llevando a cabo, principalmente a nivel local.

Hay agricultores industriales que están variando su producción hacia el modelo agroecológico. ¿Es una transición fácil? ¿Cómo se hace?

Conozco varias fincas de 1.600, 2.000 o 3.000 hectáreas que están cambiando al modelo agroecológico. De hecho, incluso reciben críticas de los pequeños productores porque siguen considerándolos latifundistas. Sin embargo, las relaciones laborales de estos empresarios son muy interesantes. Hay un caso en Brasil en el que los trabajadores tienen no sólo un comedor ecológico para ellos, sino que también cuentan con vivienda y escuelas para sus hijos. Otro caso, en Chile, se ha creado una microempresa entre los trabajadores de la explotación para la producción del abono necesario para los cultivos que luego lo venden. Un empresario de California vendió acciones de su finca a 25 de sus trabajadores mexicanos, por lo que ahora son copropietarios. En lo que respecta a las transformaciones técnicas es tan sencillo como aplicar los principios y de la agroecología y adaptar las técnicas de la pequeña escala a la gran explotación.

Más información en el Suplemento Heraldo del Campo

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