Viajes políticos

El alcalde de Zaragoza, durante su participación en un foro sobre nuevas ciudades hace unos meses en Madrid.
El alcalde de Zaragoza Pedro Santisteve.
E. Cidoncha

Los viajes y la política se llevan mal. Le ocurrió al ministro portugués pillado en una cala mallorquina mientras su país ardía. A la exalcaldesa popular Ana Botella, cuando se largó a Portugal en plena crisis por el Madrid Arena. A la exministra socialista Leire Pajín, cuando cogió aeropuerto y manta para relajarse con sus padres en una residencia de funcionarios en Menorca… A base de errores, pensábamos que nos habíamos graduado en la divisoria entre lo público y lo privado. Pero viene el alcalde Santisteve y exhibe hoy un extraño máster sobre separación entre lo institucional y lo personal. Da igual que haya pagado de su bolsillo los gastos del periplo de su mujer y su hija acompañándole en un viaje oficial a Chile. No ha estado donde y con quien debía: con sus ciudadanos, como todos sus homólogos ribereños, al frente de la emergencia por la riada que él mismo activó. Lo ha hecho con ocultación, antípoda de la transparencia que inspira su programa político. Y se ha pasado por el arco del triunfo el código ético de ZEC: "Renunciar a los privilegios que a los cargos públicos se les puedan ofrecer por su condición y dar lugar a un trato de favor". Nueva política, decían...