Ponzoña

XII Concurso de relato breve de Heraldo
XII Concurso de relato breve de Heraldo

Al cuerpo lo descubrieron recién cuando el Ebro bajó. Y eso que era una zona de poco caudal, pero la crecida había tenido dimensiones bíblicas. Uno de los hermanos Latas, el menor, vio una mano y se le dio por pensar que era un guante. La pinchó con la punta de una rama; fue la peor decisión porque el organismo inerte, que aún mantenía latente algo de su ponzoña, explotó como un renacuajo. Un líquido verde se coló en la boca del pequeño que no supo si llorar o vomitar. Eligió lo primero y así le fue. Por la noche, luego de que su madre lo dejara dormir en sus brazos soñó que un gondolero venía a buscarlo. La góndola tenía un farol que se movía con la misma cadencia que las olas. Se escuchó una canción de cuna y después un trueno. Entonces el cuerpo, el verdadero, no el onírico, tuvo una convulsión. Su madre ya no pudo despertarlo. Sus ojos abiertos, de una quietud seca, parecían haber adquirido un tono amarronado, como el del río cuando acumula mugre.

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