Jaque Mate
Octubre del año 2007. A mis ojos de niña, el hospital Miguel Servet era como un enorme laberinto con olor a desinfectante. Recuerdo caminar por un pasillo de baldosas negras y blancas de la mano de mi abuelo. Sentía que éramos como peones en un tablero de ajedrez. Yo saltaba alegremente de una casilla a otra, mientras mi abuelo se dirigía solo hacia el enemigo.
Octubre de 2017. Diez años después de su muerte. Cruzaba el puente de piedra, junto a la Basílica del Pilar, cuando me vino a la mente.
Lo supe al ver el hermoso reflejo de los rayos de sol en el Ebro. Zaragoza siempre me iba a recordar a él. La forma en que la corriente del río avanzaba con determinación, más allá de lo que alcanzaban mis ojos, me recordaba a la forma en la que mi abuelo cruzó aquél pasillo. Y sonreí, al vislumbrar un leve atisbo de una sonrisa en sus labios, antes de perderse en el infinito tablero de ajedrez de mis recuerdos.
Jaque mate.