Fue una cena inolvidable. Ternasco asado, reserva Marqués de Tosos y cañas de Fuendejalón. Julio le había dicho que procurara esmerarse con el director y su señora, que su ascenso en la empresa era inminente . Comenzó por escoger vajilla, cristalería y el mantel de lino . Todo estaba a la altura de lo exigido, pensó con regocijo, y se puso a hojear álbumes de fotos después de encender el horno. Error de cálculo. Estuvo largo tiempo charlando con Julito, pobre, que le miraba desde sus ojos de ángel antes de aquella maldita excursión escolar al pantano de las Torcas. Un desagradable olor a quemado en la cocina le sacó de su ensueño. Sin pensárselo dos veces, bajó al sótano de la casa y despiezó cuidadosamente su tesoro.Aún conservaba su sonrisa congelada, pensó. Al cabo, los hijos algunas veces velan por el futuro de sus padres... Fue el mejor ternasco que comieron en su vida, según comentaron los invitados. Ella se limitó a agachar la cabeza y a sonreír.

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