Las joyas de la revolución industrial

En los últimos años ha aumentado la sensibilización en Aragón por mantener el patrimonio que recoge los inicios de la industrialización, que llegó con las harineras y azucareras y después con las fábricas del sector del metal.

Harinera del Ebro de Casetas en 2007, un año después del cierre.
Harinera del Ebro de Casetas en 2007, un año después del cierre.
José Miguel Marco

Los edificios cuentan una historia y en el caso de las fábricas, la de una economía y una sociedad. La revolución industrial de finales del siglo XIX y principios del XX supuso el auge de la construcción de una serie de fábricas como las azucareras, harineras, estaciones de ferrocarril o empresas metalúrgicas, símbolo de los avances de la época, que con el paso del tiempo se volvieron obsoletas y algunas languidecen o han sido derribadas por el mismo progreso que las impulsó.

Pese a ello, algunos edificios han logrado una segunda vida como la recientemente reformada Harinera de San José; la antigua azucarera del Rabal, hoy Zaragoza Activa, reabierta en 2008 tras más de 40 años cerrada y que incluso ha dado nombre a un nuevo barrio o los espacios de comercio y servicios en que se han convertido las estaciones de Utrillas y del Norte. Otros como las minas de Escucha o Andorra son museos.

La sensibilización hacia la conservación de estos inmuebles es relativamente reciente. "En los años sesenta y setenta, la solución es el derribo porque no hay conciencia de que esos edificios son patrimonio y porque es lo más fácil para la expansión de la ciudad", afirma Pilar Biel, profesora titular del departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, que participó el pasado fin de semana en las I Jornadas sobre patrimonio industrial de la asociación Métete en Harina que quiere recuperar la Harinera de Casetas.

Harinera del Ebro de Casetas en 2007, un año después del cierre.

En España las primeras rehabilitaciones se vieron en los años ochenta con reconversiones industriales como las de los astilleros. Se planteó entonces "reconstruir una zona pero guardar testimonio del proceso industrial", apunta Biel. En Aragón, se empieza a hablar en los noventa con las primeras tesis sobre este tema.

Movimiento social

Los zaragozanos han sido más conscientes del valor de este patrimonio tras casos como el del cierre de la fundición Averly. Hace cinco años "se vio que la gente entendía el patrimonio industrial como parte de la ciudad, por eso hubo lucha por intentar conservarlo", indica Biel. Solo se consiguió proteger un tercio del recinto y no el total como pedían organizaciones como Apudepa, Acción Pública para la Defensa del Patrimonio Aragonés, fundada en 1996. El proyecto sigue estancado.

"No hay que ser derrotista", apuntan desde Cogitiar, Colegio Oficial de Graduados en Ingeniería de la rama industrial, Ingenieros Técnicos Industriales y Peritos Industriales de Aragón. "El tejido industrial se aprovecha todo lo que se puede, pero los casos que acaban mal generan la opinión que nos hace creer que está abandonado", considera Martín Abril, comisario de la exposición del centenario de la Asociación de peritos e ingenieros técnicos de Zaragoza que reunió a finales del año pasado una muestra de la historia de la industria zaragozana. Destaca el "rico patrimonio industrial" de Zaragoza, que conserva edificios como la antigua Feria de Muestras (hoy Cámara de Comercio) o el de Galletas Patria de la avenida Cataluña, que fue un concesionario hasta hace poco. Reconoce que en muchos casos el tejido fue "absorbido" por el desarrollo urbano pero hay nuevos proyectos como la estación de Canfranc o fábricas que mantienen su sede como La Zaragozana.

Inventario

El listado de bienes es muy amplio. En el Inventario de patrimonio industrial y obra pública de Aragón hay documentados 9.000 conjuntos, edificios y bienes muebles. Del total, 3.500 se pueden consultar a través del Sipca (Sistema de Información de Patrimonio Cultural Aragonés), según los datos de la dirección general de Patrimonio. Esta reconoce que es un "ingente inventario" que "se encuentra en fase de revisión, actualización y publicación paulatina". Pero solo una veintena tiene algún nivel de protección para su conservación. La Administración puede actuar de oficio o por solicitud de un ciudadano, asociación o institución. También tienen competencias los ayuntamientos y pueden actuar las comarcas.

"Proteger todo es imposible", reconoce Biel, pero pide que Aragón, que fue pionera en hacer su inventario –encargado al departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza entre 2004 y 2009–, dé "el siguiente paso" para seleccionar "qué protegemos".

En la definición de patrimonio industrial se habla de los "restos de la cultura industrial que poseen un valor histórico, tecnológico, social, arquitectónico o científico". Fue consensuada en 2003 en la carta de Nizhny Tagil, la ciudad rusa en la que se firmó. Incluye "tanto los procesos de producción, transformación y distribución de las mercancías como los modos de vida, cultura y ocio del obrero y de la burguesía", explica la profesora Pilar Biel. "Lo que pasa dentro de esos edificios, no solo el cascarón". Lamenta que "lo que más nos encontramos son edificios vacíos sin maquinaria. Al edificio industrial si le quitamos la maquinaria le estamos arrancando una parte muy significativa". En su importancia coincide Martín Abril, desde Cogitiar. Siente que no se conserve apenas maquinaria, ya que ha sido un activo fácil de liquidar.

Desde la Fundación Basilio Paraíso de la Cámara de Comercio de Zaragoza, que toma el nombre de uno de los empresarios que participó en muchas de las primeras industrias, han tratado en los últimos años de que no se pierdan los archivos. "Animamos a las empresas a revisar, catalogar y mantener cuidado su archivo", apunta Isabel Lecina. En ellos se recoge un pedazo de historia. Destaca casos como el de CAF, que entregó parte de él a la Administración.

La ley de Patrimonio aragonesa recoge tres niveles de protección: Bienes de Interés Cultural, catalogados e inventariados, explican desde la dirección general de Patrimonio. En la primera categoría hay edificios como la Estación Internacional de Canfranc; en la segunda, la más amplia, desde azucareras a los vehículos de la antigua empresa Carde y Escoriaza, el origen de la actual CAF. La asociación zaragozana de amigos del ferrocarril y tranvías (Azaft) es una de las que conserva más patrimonio ferroviario.

También pueden actuar los ayuntamientos a través de los Catálogos Arquitectónicos de los Planes generales de Ordenación Urbana, como en las centrales hidroeléctricas de Sástago.

A la hora de conservar, los bienes deben cumplir requisitos de autenticidad e integridad, relevancia tipográfica, importancia histórica, tecnológica, territorial y antropológica.

Los ingenieros técnicos, germen de los peritos de las primeras industrias, entienden que hay que concretar "qué se guarda, qué parte se puede utilizar verdaderamente". Hay que "conjugar" la voluntad de "la propiedad, la administración y el patrimonio", dice Abril, lo más difícil. Sucedió en la transformación de las minas de Andorra en museo minero en 2005, en cuyo origen estuvieron también extrabajadores. Ahora son un atractivo turístico que el año pasado recibió 5.100 visitantes.

La Zaragozana: 118 años de tradición e innovación

Las joyas de la revolución industrial

La fábrica de cerveza de La Zaragozana, en activo tras 118 años de historia, se ha convertido en ejemplo de empresa que ha apostado por preservar su patrimonio. Aunque cuenta desde hace años con unas modernas instalaciones logísticas y de envasado fuera del centro de la ciudad, ha mantenido su esencia en el recinto original del barrio de San José del que salieron las primeras cervezas en 1900. Ahora trabaja en la construcción de una nueva fábrica junto a sus almacenes de la carretera de Castellón, pero tiene previsto que la elaboración de sus cervezas artesanas siga centrada en el recinto que las vio nacer. Y en él no solo se conserva el edificio, sino también la maquinaria y procesos de hace cien años. Se mantiene la sala de cocidas, la "cocina del maestro" como la define Enrique Torguet, director de Marketing y Comunicación de la compañía que comercializa la marca Ambar. También se sigue trabajando en la maltería de los años 30 y el proceso original de fermentación. "Es el único lugar de Europa donde se puede ver así", asegura sobre esta última fase. La firma mantiene la decisión de combinar historia e innovación que tomó en 1998.

A la hora de poner en valor su patrimonio sitúan "la fábrica como eje". Por ello, miman sus centenarias instalaciones y las convierten en protagonistas. Entre sus últimas acciones, la serie ‘Haciendo cerveza’ rodada en la planta que se puede ver en su página web, y que recrea situaciones del proceso de elaboración con un toque de humor y actores comoJosé Coronado.

Las instalaciones combinan la función de fábrica y museo. Esto requiere un trabajo extra, reconoce Torguet. "Es el exponente mayor de transparencia que se puede hacer", afirma.

Reconoce que estos procesos tradicionales son más caros. "No es rentable per se, pero es una combinación entre romanticismo y una manera de hacer tradicional que te da argumentos en la diferenciación como producto", apunta. Defiende que la empresa y la marca ya son "patrimonio social de la ciudad".

Harinera de Casetas: Muerte a la espera de la resurrección

La Harinera del Ebro fue construida en varias fases, desde el primer almacén en 1913 al edificio principal en 1917, cuya fachada se embelleció después. Estuvo en funcionamiento hasta 2006 cuando comenzó su decadencia hasta el estado de abandono actual. "La fábrica estaba impecable", recuerda Roberto Polo, quien fuera alcalde del barrio de Casetas en el que se ubica cuando se cerró. Entonces se intentó que las Administraciones se hicieran cargo del edificio, pero no fue posible. Solo se consiguió protegerla de forma parcial, "solo el edificio de la fábrica", de tres plantas, explica, y de él "solo las fachadas". Ni la maquinaria ni el interior. Reconoce que entonces la sensibilización social era menor y no hubo una movilización como la que se ha dado en casos posteriores como Averly. A partir de entonces empezó el declive con el derrumbe de parte del complejo, que ocupa una manzana, por la promotora que lo compró en pleno ‘boom inmobiliario’ y que nunca llegó a construir los pisos que tenía previstos por la llegada de la crisis. Ahora es propiedad de un banco.

"Buscamos protección y recoger la memoria de lo que había sido la fábrica", pide Polo, miembro de la plataforma Métete en Harina, que espera que el Ayuntamiento de Zaragoza eleve la protección y pueda terminar convirtiéndose en un centro con servicios para los vecinos.

"Quedan vestigios industriales que pueden ser recuperados", aseguraNaira Gallardo, socia de Apudepa, la asociación Acción Pública para la Defensa del Patrimonio Aragonés. "Lo más interesante del edificio es la espacialidad, la calidad del espacio, comparable a cualquier arquitectura monumental", dice, tras elaborar un primer proyecto sobre su futura "resurrección".

Defiende que hay una obligación "moral" de proteger este patrimonio y pide a los políticos que cuando vean algún bien que se va a dejar de usar "se lancen", para evitar que luego sea tarde. Cree que "el mejor barroco es comparable a un edificio industrial. Son edificios irrepetibles".

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión